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Cambios y más cambios

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Por María Alicia de López Andreu
Empresaria

En mi generación hemos vivido, durante nuestros muchos días, una serie de cambios que, anteriormente, se daban a través de varias décadas, cuando no de siglos. En algunos lugares los cambios sucedían antes que en otros, pero durante mucho tiempo, nuestro país tuvo el honroso título de ser el más desarrollado de nuestra región, sobresaliendo en la agricultura, la banca, el comercio y la industria.

Eso impulsó mucho, por ejemplo, el involucramiento de la mujer en el campo laboral, lo que la llevó a seguir estudios superiores y resultando, hoy por hoy, que más mujeres que hombres obtienen un grado universitario.

Por etapas, la vida en El Salvador fue modernizándose: después de la radio, la televisión. Luego llegaron las computadoras, el internet, el cable, los teléfonos inteligentes y, con la facilidad de la conectividad, los aparatos para ello fueron cada vez más potentes y más baratos, estando ahora al alcance de todas las personas.

En el campo es usual que los trabajadores tengan dos celulares cada uno, lo que todavía no comprendo. Y por supuesto, en la ciudad las facilidades son mayores y las personas, del nivel que sean, cuentan con una variedad y cantidad de aparatos que podríamos calificar de excesivos.

Mi generación nació durante la II Guerra Mundial y, desde entonces, el mundo ha dado maravillosas sorpresas a la humanidad. Me siento muy contenta de haber sido testigo, a través de noticias y diversas lecturas, de tantas maravillas. Que las pudimos apreciar y disfrutar, porque fueron dándose como se da la evolución, a pasos, por etapas, se termina una y sirve de base para la siguiente. Sí, así era.

Ahora los cambios se producen con una rapidez extrema, lo que para nosotros, los octogenarios y similares, los hace bastante difíciles de absorber. Además, muchos de esos cambios nos parecen incomprensibles (la música estridente, violenta, irrespetuosa; el arte, que califica exitosamente como espantosos mamarrachos, etc.). Y otros cambios, nos parecen absolutamente inaceptables, especialmente en lo referente a la moral y las costumbres.

El mayor cambio actual - el más negativo de todos, el más dañino - se da en la total falta de respeto existente. Posiblemente los jóvenes no puedan comprender lo que eso significa, porque han crecido ya en un ambiente en el que predomina la actitud grosera, la matonería, la vulgaridad, el pasar por encima de los demás sin escrúpulo alguno. Y han crecido en ese ambiente, porque los adultos que les precedieron así actuaban, con mirada desafiante, saltándose leyes, reglas y buenos modales, exhibiendo todo el tiempo la actitud golillera del “¿y qué?”.

No dudo que esa sea la razón por la que el Confeso Dictador, así como los diputados y funcionarios de su partido NI, tengan tanta popularidad: porque exhiben orgullosamente su ignorancia y ostentan esa actitud barriobajera y petulante al irrespetar la Constitución, las leyes, los reglamentos, los partidos de oposición, los periódicos y medios de comunicación independientes, etc. Aparentemente, son “machos”, son “cool”.

Pues esa actitud es la que ahora estamos pagando. El mundo tiene otros parámetros para medirnos y no aplauden los insultos oficiales, ni las ninguneadas que, desde CAPRES, se dispensa a países y gobiernos amigos, que hacen señalamientos que, de ser atendidos, evitarían que nuestro país caiga en el despeñadero.

Recuperar el Respeto, con mayúscula, es urgente y prioritario. Sigamos la ruta.

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