Es un oficio, ser un líder de la televisión y la radiodifusión del país, que exige dedicación constante, amor profundo a su quehacer, clarividencia y esfuerzo sin tregua. Eso fue lo que caracterizó a Boris Eserski, fundador y presidente de Telecorporación Salvadoreña, quien acaba de partir, dejando un señero legado por su distinguida trayectoria en el campo de las comunicaciones, sus valiosos aportes al desarrollo de la industria y sus notables cualidades personales.
Por su largo y distinguido desempeño, la Asociación Salvadoreña de Radiodifusores (ASDER) le otorgó su máxima presea, el “Micrófono ASDER”, en octubre de 2001, así como fue merecedor de muchas más distinciones y doctorados Honoris Causa.
La señera posición que Boris Eserski ocupó en la industria de la televisión ha sido producto de su esfuerzo, su perseverancia, sus luchas y, en primer lugar, su clara y aguda inteligencia.
Boris Eserski en cierta manera se hizo a sí mismo. En un largo andar que inició casi al graduarse del Colegio García Flamenco, fue aprendiendo, innovando, incorporando ideas de otros, asociándose con estaciones de radio ya existentes, hasta llegar a su propio e inconfundible estilo de hacer las cosas. Su maestro en esos primeros tiempos fue el recordado Raúl Trabanino, la persona que llevó la industria de la radiodifusión a su mayoría de edad. Ambos, en unión de un pequeño grupo de amigos, iniciaron la YSEB, desde donde libraron sus primeras escaramuzas. Recordaba Boris Eserski el entusiasmo de esos años, cuando lo primordial era sobrevivir y convertirse en una presencia permanente.
La radiodifusión era muy competitiva, considerando lo magro de los presupuestos publicitarios, la poca experiencia que había. El mundo estaba saliendo de la Segunda Guerra Mundial y apenas comenzaba el auge económico del café, que entonces estaba en demanda en Europa y los Estados Unidos. Los “grandes anunciantes” eran escasos y se tenía que depender del mediano y pequeño comercio.
Balancear gastos con ingresos, e ir formando el capital para posteriores crecimientos, era cuestión de administrar bien e invertir con prudencia pero con arrojo.
Dedicación constante y amor al oficio
No fue el Canal 2 la estación pionera de la televisión en El Salvador, pero Boris Eserski logró posicionarlo en poco tiempo como el número uno entre la familia salvadoreña gracias a sus programas que llevaban entretenimiento, cultura, alegría. Las dos primeras estaciones fueron fundadas por capitales establecidos y fuertes para ese entonces, lo que aparentemente cerraba el paso a pequeñas empresas. Partir desde atrás, y en una posición de desventaja, era un desafío colosal. ¿Qué hizo la diferencia? La buena programación, el servicio a los clientes, el cultivo de las relaciones públicas, en lo que Boris Eserski brillaba con luz propia, marcaron el carácter de la nueva estación. Sus amigos recuerdan que tenía arranques muy campechanos en su hablar, era muy irónico en ocasiones pero se abstenía de herir a otros. Su tesoro principal era su familia.
El expresidente Molina se refería cariñosamente a él como “el Tío Boris”.
Hubo un ingrediente esencial en su vida, lo que García Lorca bautizó como el “duende”, que es el fuego, o impulso, o pasión, que empuja a una persona hacia las metas que se traza, e inclusive lo lleva mucho más lejos.
Boris Eserski vivió con fuerza la radio y, poco más tarde, la televisión. A diferencia del resto, que veía la radiodifusión como lucrativa inversión, para él se trató de un quehacer vital, la razón de ser de su existencia. Así, logró conectar con todas las audiencias y unirlas en un mismo sentir por El Salvador.