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El Faro

Por Ricardo Lara
Médico

Recientemente leí que se vio a la princesa Ana de Inglaterra visitando el Museo Nacional del Faro, en New York. Su mensaje no se limita a proteger la parte marítima sino que sea esa luz que sirve al marinero a encontrar su camino, que no se pierda, que siempre encuentre esa luz. Si vemos el momento oscuro que atraviesa nuestro país quizá todo sea apenas una metáfora; sin embargo, necesitamos faros en cada rincón de nuestra Patria que iluminen a nuestras autoridades en la toma de las mejores decisiones, que iluminen nuestras mentes para que el odio y el revanchismo no venzan a la luz, que iluminen nuestros corazones para juntos construir el país que soñamos. No sé si lo merecemos pero debe ser nuestra aspiración mayor, el bienestar de nuestra sociedad; que ilumine las manos del cirujano para que sane a ese paciente.

No podemos esperar la luz ajena; cada familia salvadoreña es un faro y, por lo tanto, es imperativo que la oscuridad que vivimos se convierta en luz, en brillo, en el buen camino. Vamos dando tumbos y a nadie parece importar, como dice Joaquín Quintero, “hoy el mundo está plagado de analfabetos aunque tienen el conocimiento en la palma de sus manos”. Sin embargo, no se ocupa para brillar, sino que hemos llegado a niveles de un retroceso académico y cultural donde se exalta la mediocridad la falta de cultura y de poco en poco lo vemos como algo normal; qué decir del nulo papel de la Iglesia Católica, que debe ser un faro según las Sagradas Escrituras, pero no, no es un faro y me lamento pues soy católico y apostolico; veo que acarrea el infierno cuando se está del lado del poder y no del pobre, ese hombre y mujer que han sido arrestados injustamente y no ven la luz del faro sino la oscuridad de la tortura, de la violencia, de ver al hombre convertido en lobo devorando a su misma especie.

Estas líneas quizá pasen inadvertidas; me basta que tan solo un hogar lo discuta y que empiece a iluminar con amor, respeto y valores y así tenemos generaciones que siempre serán faros y no oscuridad.

El mundo está al borde de una posible tercera y última guerra mundial y a nadie parece importar; las naciones más poderosas tienen otras prioridades y no ser faros, ya que ahora todo ha cambiado y quizá deba entender que hay faros del mal, que hacen que sus seguidores, cual legiones de entidades prefieran dañar, engañar, mentir y tantas situaciones que no dejan nada, más que dolor, muerte y oscuridad.

Enseñemos a nuestros hijos a brillar, que desde pequeños sean faros y no esperar a que sean adultos; muy poco se podrá hacer; es ahora que todos tenemos la obligación de convertirnos en faro; aun la más tenue luz sirve al errante, al perdido. Poco a poco se irán abriendo las ventanas de tantos faros que reconocerán que el único camino para llegar a ese El Salvador que es nuestro, es siendo luces; estamos a tiempo de cambiar la historia, no es la versión oficial la que tiene la verdad, no esperemos encontrar un quinto evangelio perdido con capítulos y versículos hechos a nuestra medida y comodidad; debemos dejar de ser esos salvadoreños que buscan que otros brillen e iluminen sus caminos; no, somos nosotros los únicos responsables de llevar al barco a buen puerto. No podemos esperar nada de nadie y aquel dicho que dice “El que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija” debe ser cambiado, no es la luz del otro, es el brillo de cada uno de nosotros los que iluminen y podamos ser Faros en tiempos difíciles.

Médico.

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