FDA avala medicamento para mejorar comunicación en niños con autismo
La FDA autorizó la leucovorina como tratamiento para algunos niños autistas, aunque expertos insisten en que hacen falta más estudios antes de generalizar su uso.
Por
Betty Carranza
Publicado el 23 de septiembre de 2025
La FDA aprobó la leucovorina como tratamiento para niños con autismo y deficiencia cerebral de folato, tras estudios que mostraron mejoras en la comunicación verbal. Sin embargo, expertos como la Autism Science Foundation piden cautela y más ensayos clínicos antes de recomendarlo de forma generalizada. El anuncio se dio junto a medidas polémicas de la administración Trump, como limitar el uso de paracetamol en el embarazo, lo cual fue rechazado por médicos y la farmacéutica Kenvue, fabricante de Tylenol. La noticia genera interés por las limitadas opciones terapéuticas, aunque especialistas advierten contra falsas expectativas.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) anunció la aprobación de la leucovorina como tratamiento para niños con autismo y deficiencia cerebral de folato. Según la propia agencia, este medicamento, tradicionalmente utilizado contra el cáncer o la anemia, podría contribuir a mejorar la comunicación verbal en pacientes pediátricos diagnosticados dentro del espectro autista.
Un estudio citado por la FDA encontró que “en niños con autismo y deficiencia crónica de folato, dos tercios de los niños con síntomas de autismo tuvieron mejoras y algunos mejoras destacadas”. La declaración fue respaldada públicamente por el comisionado de la FDA, Marty Makary, quien aseguró que la decisión buscó priorizar la evidencia médica sobre intereses corporativos.
¿Qué es la leucovorina y por qué se estudia en autismo?
La leucovorina, también conocida como ácido folínico, se utiliza desde hace décadas como complemento en terapias contra el cáncer y en casos de anemia megaloblástica. Su uso en autismo ha surgido a partir de investigaciones que relacionan la deficiencia cerebral de folato con alteraciones en el desarrollo neurológico.

El Instituto Nacional de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) ha documentado que ciertos niños en el espectro autista presentan anticuerpos que bloquean el transporte de folato al cerebro, lo que podría interferir con la comunicación neuronal. En ese contexto, la leucovorina se estudia como un suplemento capaz de superar ese bloqueo y restablecer la función normal del folato.
Sin embargo, especialistas advierten que los estudios disponibles han sido limitados en número de participantes y duración. La Autism Science Foundation, con sede en Nueva York, expresó en un comunicado que “aunque los resultados preliminares son alentadores, aún no existe suficiente evidencia científica para recomendar la leucovorina como tratamiento estándar”.
Reacciones divididas en la comunidad médica
Durante el anuncio oficial en la Casa Blanca, el entonces presidente Donald Trump calificó el autismo como “una crisis horrible” y aseguró que no se deben descartar medidas innovadoras. En esa misma línea, la administración impulsó además políticas como la recomendación de dosificar vacunas infantiles y limitar el consumo de paracetamol en embarazadas, bajo la premisa de reducir el riesgo de autismo.

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No obstante, estas medidas despertaron fuertes críticas. La farmacéutica Kenvue, fabricante de Tylenol (marca de paracetamol ampliamente usada en Estados Unidos), rechazó la vinculación entre su producto y el autismo. “Discrepamos rotundamente de cualquier sugerencia contraria a la ciencia independiente”, declaró Melissa Witt, portavoz de la empresa, en entrevista con The New York Times.
En la misma línea, el Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos (ACOG) emitió un comunicado recordando que “el paracetamol es seguro y que las enfermedades que se tratan durante el embarazo son mucho más peligrosas que cualquier riesgo teórico”.
Un debate abierto sobre salud pública y ciencia
Más allá de la aprobación de la leucovorina, la discusión refleja un dilema recurrente en el abordaje del autismo: cómo equilibrar la urgencia de las familias por encontrar soluciones efectivas con la necesidad de aplicar rigurosidad científica antes de recomendar un tratamiento de forma masiva.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 1 de cada 100 niños en el mundo está dentro del espectro autista. Aunque no existe cura, diversos enfoques terapéuticos buscan mejorar la comunicación, el aprendizaje y la calidad de vida. Entre ellos destacan la terapia conductual, el apoyo educativo especializado y, en algunos casos, intervenciones farmacológicas para síntomas asociados como ansiedad o irritabilidad.
En este escenario, la leucovorina aparece como una alternativa prometedora, pero aún en etapa de evaluación. La comunidad científica coincide en que los próximos pasos deben incluir ensayos clínicos más amplios, con seguimiento a largo plazo y participación de diferentes grupos poblacionales.
Si bien la aprobación de la FDA se limita al contexto estadounidense, la noticia despierta interés en países como El Salvador, donde el acceso a terapias especializadas para el autismo aún es limitado. Según la Asociación Salvadoreña de Padres de Niños con Autismo (Aspanaes), la demanda de atención supera ampliamente la oferta de servicios públicos y privados.
La posible llegada de tratamientos complementarios como la leucovorina podría abrir nuevas opciones, siempre que cuenten con el respaldo de estudios sólidos y regulaciones claras. “Lo más importante es no generar falsas expectativas y mantenernos informados a partir de fuentes confiables”, señala la organización en un comunicado difundido en 2024.
La importancia de la información confiable
Expertos coinciden en que el autismo sigue siendo un campo donde la desinformación abunda, especialmente en redes sociales. Ante ello, la FDA enfatizó que las familias deben consultar con médicos especializados antes de considerar cualquier nuevo tratamiento.
En conclusión, la aprobación de la leucovorina marca un avance en la exploración de terapias para el autismo, pero no representa aún una solución definitiva. La investigación continúa, y el consenso científico insiste en que la prudencia y el rigor deben guiar cada paso. Como lo resumió la Autism Science Foundation: “Esperanza sí, pero sin atajos”.
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