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Café Bella Napoles San Salvador

Bella Nápoles, el café del centro capitalino que aún vive en la memoria de los salvadoreños

Durante 56 años, el Bella Nápoles fue punto de encuentro de poetas, familias y generaciones enteras en San Salvador. Cerró en 2018 y su recuerdo sigue vivo.

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Por Leidy Puente
Publicado el 23 de septiembre de 2025

 

TU RESUMEN

El Café Bella Nápoles abrió en 1961 en el centro de San Salvador y pronto se convirtió en un ícono cultural. Fue refugio de poetas como Roque Dalton y Manlio Argueta, además de punto de encuentro para familias, estudiantes y periodistas. Su pan dulce y tamales marcaron generaciones, al igual que su ambiente clásico, con vajillas amarillas y café servido en picheles. Tras 56 años de historia, cerró en 2018 debido a la violencia y la caída en ventas. Aunque ya no existe, Bella Nápoles permanece en la memoria colectiva como símbolo de tradición, cultura y encuentro salvadoreño.

El Café Bella Nápoles abrió sus puertas el 17 de junio de 1961 en el número 113 de la Cuarta Avenida Sur, en pleno corazón de San Salvador. Desde ese día, el modesto local se convirtió en uno de los referentes culturales y sociales más entrañables de la capital. Por décadas, fue escenario de tertulias, encuentros familiares y largas charlas que marcaron la vida de miles de salvadoreños.

Más que un negocio, Bella Nápoles fue un refugio. En sus mesas se sentaron poetas como Roque Dalton, Manlio Argueta, Roberto Armijo, José Roberto Cea y Tirso Canales, quienes encontraron allí un espacio para debatir ideas. También fue parada obligada para periodistas, productores de televisión, estudiantes y oficinistas que buscaban un buen café y un pan dulce para cerrar la jornada.

De acuerdo con archivos de elsalvador.com, el nombre Bella Nápoles era un homenaje a la abuela de su fundadora, Marta de Matamoros, conocida con cariño como mamá Campanita. Ella fue la figura más recordada detrás del mostrador, siempre atenta en la caja registradora hasta su fallecimiento en 2008. Después, su hija Concepción de Gutiérrez tomó el negocio y mantuvo viva la esencia del lugar.

Café Bella Napoles San Salvador
El ambiente clásico de Bella Nápoles lo convirtió en un rincón nostálgico de generaciones enteras. / Foto Archivo

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El ambiente era parte de su magia. El piso gris, las paredes pintadas de amarillo y café, las mesas de madera y las sillas tapizadas parecían congelados en el tiempo.

En la puerta de vidrio, un letrero simple anunciaba: “Hay tamales”. Y en las paredes colgaban recortes de periódicos que hablaban de su historia, como testigos de la tradición que representaba.

Los pedidos aún se anotaban en hojas de papel de empaque que conservaban impresos los antiguos números telefónicos. Los detalles hacían del Bella Nápoles un viaje en el tiempo. El café, por ejemplo, se servía en picheles de aluminio antes de vaciarse en vajillas amarillas gastadas por los años, una costumbre que evocaba épocas pasadas.

Café Bella Napoles San Salvador
El café se servía en picheles de aluminio y se vaciaba en vajillas antiguas, amarillas por el tiempo. / Foto Archivo

Pan dulce y tamales de tradición

El menú era sencillo, pero memorable. Su pan dulce se volvió leyenda: mapa, sorbete, pañuelo, tortas, semita, peperechas y un turrón que los clientes aún recuerdan. Cada pieza tenía un sabor especial, fruto de la tradición familiar y de un estilo artesanal difícil de replicar.

Los tamales, preparados con receta propia, eran otro de los grandes atractivos. Quienes lo visitaban los recuerdan como un complemento perfecto para el café, ese que salía caliente, humeante y con un aroma que impregnaba todo el local.

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Café Bella Napoles San Salvador
El ambiente clásico de Bella Nápoles lo convirtió en un rincón nostálgico de generaciones enteras. / Foto Archivo

El cierre de una era

El 20 de enero de 2018, el Café Bella Nápoles cerró sus puertas después de 56 años de historia. La noticia se comunicó con un aviso pegado en la puerta y publicaciones en redes sociales. Para muchos, fue un anuncio inesperado que significó el fin de un capítulo importante en la memoria de la ciudad.

Los motivos de su cierre fueron varios. Por un lado, la violencia que durante años golpeó al centro histórico hizo que muchos clientes dejaran de visitar la zona. Por otro, las ventas habían caído hasta en un 70 %, lo que hizo insostenible la operación. A esto se sumó la transformación del centro capitalino, trayendo consigo nuevos comercios y cafeterías que desplazaron a los negocios tradicionales.

Las reacciones en redes sociales no tardaron en aparecer. Algunos usuarios lamentaron nunca haber entrado al local antes de su cierre, mientras que otros compartieron recuerdos de tardes enteras con amigos, el ritual del café servido en picheles y el sabor de un pan dulce imposible de olvidar.

Café Bella Napoles San Salvador
Fue más que un café: fue tradición, cultura y encuentro, y eso lo mantendrá vivo en la memoria de los salvadoreños. Foto/ Archivo

A pesar de que sus puertas están cerradas, el Bella Nápoles permanece vivo en la memoria de quienes lo visitaron. No era simplemente un lugar para comer o beber café; era un espacio cultural y social que se convirtió en parte de la identidad capitalina.

El poeta y periodista Mauricio Vallejo lo describió como uno de esos templos de calma que ofrecían refugio en tiempos difíciles, especialmente durante el conflicto armado. Sus palabras resumen lo que significó para generaciones enteras: un lugar donde la vida parecía detenerse y las preocupaciones quedaban fuera de la puerta.

Café Bella Napoles San Salvador
Poetas como Roque Dalton y Manlio Argueta se reunieron en sus mesas durante los años 60 y 70. / Foto Archivo

Hoy, cada evocación al Bella Nápoles revive su ambiente, las mesas de tertulia, las tazas amarillas, el olor a café recién hecho y las vitrinas llenas de pan dulce. En la memoria de muchos, cruzar su puerta era como entrar a otra época, a un San Salvador que ya no existe, pero que sigue vivo en los recuerdos.

El Bella Nápoles no sobrevivió a los cambios de la ciudad, pero su historia y legado lo convirtieron en un ícono inolvidable. Fue tradición, cultura y encuentro; y aunque físicamente ya no esté, sigue presente en el corazón de los salvadoreños.

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