El trauma que sufren tantos salvadoreños se resume en un manifiesto que circula desde hace días, de autor desconocido por nosotros y que reproducimos hoy. Dice el escrito:
“No es la economía, ni los aeropuertos, ni el hospital Rosales... lo grave, lo que espanta a tantos de nosotros es la manera en que nos estamos hundiendo, perdiendo a NUESTRO EL SALVADOR.
“La metamorfosis es brutal.
El país que tenemos hoy no es el que en ni en pesadillas imaginamos y el país de mañana será peor de lo que jamás creímos.
No hay respeto. No hay educación. No hay diálogo.
La búsqueda de la excelencia se abandonó por completo.
Nos acostumbramos al atropello del poder político, al resentimiento social del déspota... ¿Qué queremos?
Volver a sentir orgullo de ser SALVADOREÑOS Viajar seguros. Ver un desarrollo cultural sostenido. Transitar por las calles sin maras. Escuchar a un presidente conectado con el mundo...
Respetar al maestro.
Queremos que los delincuentes estén en la cárcel. Que economistas conduzcan la economía. Anhelamos calma y paz.
No al odio y la crispación.
Que el país se gobierne por tres poderes independientes entre sí.
Como dijo Nelson Mandela, ex presidente de Sudáfrica, “no me preocupan los gritos de los deshonestos, los inescrupulosos, los delincuentes... más me preocupa el silencio de los buenos...”
A Dios gracias muchos de esos “buenos”, personas con sentido de patriotismo, que no reniegan de sus principios, se exponen al defender la legalidad, lo racional, el sentido común, la decencia. Se exponen los jueces que fallan de acuerdo con lo que la ley manda, algunos de los cuales han sido degradados o defenestrados.
El precio de no despertar a tiempo
“Si los alemanes hubieran rechazado a Hitler desde el inicio, no habría matado a tantos.
“Si los venezolanos no hubieran estado “distraídos” al comienzo de Chávez, Venezuela no se habría transformado en una narcodictadura donde se pasa hambre y se sufre persecución.
“Los partidos políticos que no se hayan doblegado al poder deben dejar de lado sus diferencias y convocar a un acto de desagravio para impedir que el régimen siga perpetrando fechorías, hundiendo en la pobreza a más de la mitad de la población.
“Debemos esforzarnos para tener un país seguro, tranquilo, progresista...”.
El régimen viene disponiendo a su antojo y desde un inicio, de los dineros de los contribuyentes, además de valerse de la sumisa Asamblea y los partidos cómplices para endeudar más y más nuestro país, deudas que aportan billones de dólares, pero de los cuales no se da razón alguna, se desvanecen en un limbo que no cuesta imaginar.
Al ir de atropello en atropello, Bukele ha ido aislándose, tanto del tradicional socio comercial nuestro, los Estados Unidos, como de los países europeos y una gran parte de los sudamericanos, lo que se evidenció cuando el presidente electo de Chile, Gabriel Boric, dijo que nunca sería otro Bukele. Sus palabras fueron: “Me siento muy lejos de Nayib Bukele, por ejemplo. Él es de un autoritarismo populista que destruye instituciones”.
De amenaza en amenaza, de desmán en desmán, Bukele ha ido aislándose, montando su propia cárcel y cortando las posibles vías de escape.
Por lo mismo y dado que en su egocentrismo ha ido rechazando lograr entendimientos con quienes no son parte de su círculo de incondicionales, escapar del círculo le será cada vez más y más difícil o imposible...