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¿Qué les pasa a los de El Faro?

Si ahora la nota de El Faro es creíble, ¿por qué no dar credibilidad a los audios que ha publicado en que se ven comprometidos funcionarios estatales en acuerdos con los grupos a los que supuestamente se les ha declarado una guerra? ¿Son creíbles entonces notas que fundamentan altos niveles de corrupción, nepotismo, uso de fondos públicos para favorecer ganancias familiares y manipulación u ocultación de registros y datos oficiales?

Por Celia Medrano
Periodista e investigadora

Una pregunta recurrente hecha con genuina preocupación por algunos lectores y otra, labrada desde el cinismo, por otros que probablemente nunca han leído en su vida algún artículo completo publicado por este periódico digital. Una de las preguntas más posteada este fin de semana en las redes sociales de El Faro, medio del que durante su trayectoria se ha dicho cualquier cosa, menos que sea un medio inadvertido.

La narrativa de lo superficial gana el día a día en nuestros tiempos. Los mensajes inmediatos, la convicción de que algo es cierto tan solo porque nos lo dicen cientos de veces y la comodidad de considerarnos informados, y hasta expertos, con solo ojear titulares. Cargando nuestra soberbia a cuestas solo queremos escuchar lo que nos agrada, solo poner atención a lo que coincide con nuestra forma de pensar y lo que nos permite evadir profundizar, ir más allá, investigar, estudiar y asumir, aceptar, que podemos estar equivocados, reconocer que hemos sido engañados, entender que, aunque nos estén mintiendo, preferimos que nos digan lo que queremos escuchar. ¿Qué más podría esperarse de una audiencia, de un público, de un receptor que no ha sido formado para nada más que esto? Un caldo propicio para la manipulación, susceptible a la prestidigitación y necesitado, urgentemente necesitado, a que le digan que una fuerza salvadora nos ha librado de todo mal.

El titular “Régimen de Bukele desarticula a las pandillas en El Salvador” se dirigiría a esta audiencia partiendo del ejercicio de la misión fundamental en periodismo, que es la de informar.  Desde el momento en que un medio sacrifica su deber de informar sobre el filtro de la conveniencia política de hacerlo, se marca la marcha regresiva e inexorable hacia la pérdida de su bien más preciado, el de su credibilidad. En su nota El Faro da voz a lo que se escucha desde una amplia gama de actores y verificándolo in situ no duda en publicarlo, como no ha dudado en publicar lo que también dicen muchas otras voces. Las personas entrevistadas hablan de una percepción de seguridad, de sentirse más seguras en sus barrios y que ven que las pandillas, al menos en este momento, han perdido presencia y control. ¿Qué clase de medio se abstendría de publicar en sus páginas voces que plantean escenarios posiblemente distintos a su análisis por calcular que no le convendría hacerlo? Esta vez El Faro ha demostrado que no es uno de esos medios y con ello ha potenciado su credibilidad.

Quienes pierden credibilidad pueden ser más bien quienes difunden el titular de El Faro y se jactan del mismo porque en esta ocasión piensan que su contenido les favorece. ¿Cómo calificar a alguien que acepta la publicación de un medio cuando cree que puede aprovecharla a su favor y lo ataca cuando la información que difunde lo cuestiona? Si ahora la nota de El Faro es creíble, ¿por qué no dar credibilidad a los audios que ha publicado en que se ven comprometidos funcionarios estatales en acuerdos con los grupos a los que supuestamente se les ha declarado una guerra? ¿Son creíbles entonces notas que fundamentan altos niveles de corrupción, nepotismo, uso de fondos públicos para favorecer ganancias familiares y manipulación u ocultación de registros y datos oficiales? La misma nota objeto de esta opinión nos invita a más reflexiones que su titular: ¿Es sostenible esta percepción de seguridad que se respira? ¿A qué costo? ¿Estamos dispuestos a pagar el precio? También advierte e impele a pensar: ¿Desarticular las estructuras pandilleriles equivale a su desaparición o se verá una nueva mutación de estas estructuras? ¿Esa mutación alcanzó a mimetizarse en el Estado mismo o en alianza con criminalidad organizada mucho más compleja?

Se ha especulado de todo. Desde cambio de timón en alianzas, embajadas o financistas, hasta la intencionalidad de evadir procesos judiciales o capitulación. Nada nuevo de lo que el periodismo crítico no sepa defenderse. Lo cierto es que publicar una situación real es parte esencial de cualquier comunicador o comunicadora honesta, pero ejercer este tipo de periodismo sorprende a quienes evidencian ser incapaces de entenderlo, mucho menos de practicarlo. Al fin y al cabo, el lobo juzga por su condición.

Periodista especializada en Derechos Humanos.

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