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La crítica del imperio

Anteriormente ya hemos mencionado la evidencia que parece probar que los escritores del Nuevo Testamento tomaron prestado el lenguaje político para hablar del único Dios y de Jesucristo como Señor, Hijo de Dios y Salvador.

Por Mario Vega

Los estudios sobre el imperio, o crítica del imperio, se han convertido en uno de los temas más apasionantes de los estudios bíblicos, pero hace treinta años nadie habría utilizado o entendido tales términos en el ámbito teológico. Todo comenzó cuando los eruditos del Nuevo Testamento comenzaron a interesarse en la política y religión del mundo romano de la antigüedad. En la medida que se encontraron similitudes entre la propaganda romana y las ideas del Nuevo Testamento, las explicaciones se hicieron necesarias.

Anteriormente ya hemos mencionado la evidencia que parece probar que los escritores del Nuevo Testamento tomaron prestado el lenguaje político para hablar del único Dios y de Jesucristo como Señor, Hijo de Dios y Salvador. Pero el argumento de que en los primeros escritos cristianos se pueden identificar actitudes opositoras a la propaganda política no se limita a recopilar y comparar términos. El argumento más amplio tiene que ver con las preocupaciones y la temática de sus textos en conjunto.

En el primer capítulo del libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando Jesús da instrucciones a sus discípulos sobre su misión, justo antes de su ascensión, sus seguidores no le preguntan sobre la salvación espiritual, el perdón de los pecados o la evangelización. La única pregunta que le hacen a Jesús es de carácter político: «Señor ¿es este el momento en que restaurarás el reino a Israel?» (Hechos 1:6). A eso se suma el hecho de que la condena y la crucifixión de Jesús respondieron a un manejo político. A Pilato no le preocupaba que Jesús fuera un líder religioso, ni que haya hecho grandes afirmaciones sobre sí mismo. La acusación giró en torno a que Jesús pretendía ser el rey de los judíos, un rol político que lo colocaba como rival del rey títere impuesto por Roma: Herodes Antipas. La preocupación de Pilato no era exagerada, Jesús era amigo y aliado de Juan el Bautista, quien se oponía de manera directa a Herodes. En una ocasión Jesús se refirió a Herodes usando el término calumnioso de «zorra», en femenino y con todo el significado que la palabra podía tener.

La percepción de que los primeros cristianos eran políticamente inconformes es atestiguado por pasajes como el de Hechos capítulo diecisiete en el que a los creyentes se les considera sediciosos que seguían a «otro rey llamado Jesús» (Hechos 17:7). El libro de Apocalipsis presenta el sufrimiento de los justos y la inminente victoria de Dios. Varias veces menciona las maldades de «Babilonia», la cual es una palabra clave y bastante directa para designar a Roma, la cuna del imperio. Anuncia la destrucción de «Babilonia» en respuesta a sus abusos y por su atrevimiento de pretender tomar el lugar de Dios. Roma es presentada como centro político y económico de la «tierra» y que, sin la aceptación de su sistema de valores, «nadie puede comprar ni vender». La propaganda triunfalista y el poder imperial se enfrentan directamente a la soberanía y la victoria de Dios en Cristo. Son dos soberanos que compiten por la lealtad absoluta de las personas.

¿Es una coincidencia el que a los demonios del hombre de Gerasa se les llame «legión», el título de la mayor unidad militar romana? ¿Qué decir de que la acción liberadora de Jesús consiste en expulsar a «legión» despeñándolo al mar? ¿Debe entenderse el relato como una expresión de esperanza en la acción salvadora de Dios que arrojaría las legiones al mar?

Cuando se lee el Nuevo Testamento teniendo en cuenta las condiciones del mundo romano, queda en evidencia que los primeros cristianos tenían una preocupación por el poder y la política. Lejos estaba de ellos pensar que la política era algo que no les competía o de la que debían mantenerse alejados. Por el contrario, se les ve hondamente comprometidos con el Señorío de Jesús, el cual, no podía ser complaciente con la violencia, la corrupción y la propaganda engañosa. Su rechazo a lo injusto era un asunto de fidelidad a Dios y que, en la práctica, tuvieron que sellar con sangre. Fue varios siglos después cuando, intereses muy mundanos, alejaron a los cristianos de su responsabilidad social y redujeron su acción a lo que hoy se llama «lo espiritual».

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Cristianismo Mario Vega Opinión

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