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El "fenómeno de culto"

La consolidación del fenómeno de culto es, paradójicamente, la semilla de su erosión. Cuanta mayor sea la fe de los seguidores en el líder, mayores serán las demandas que le harán para resolver sus necesidades. Pero el líder estará obsesionado con retener su poder y, por tanto, incapaz de ofrecer suficiente alivio a sus adeptos. Al crecer la inconformidad incrementa el maltrato y la represión

Por Mario Vega

Las expresiones religiosas alcanzan sus picos de aceptación en tiempos de agitación social. Las guerras son los elementos más disruptivos que hacen a las sociedades replantearse su visión de la vida y de la muerte. Es lo que ocurrió en nuestro país durante el conflicto armado, el cual, coincidió con el rápido crecimiento de las iglesias evangélicas. Pero no solo las guerras son generadoras de nuevos movimientos religiosos y de cultos, sino también las crisis económicas y políticas.

En la actualidad nos encontramos en una época de agitación social y ecológica sin precedentes. El cambio climático, el agotamiento de los recursos y el deterioro de los ecosistemas conducen a interrupciones en la disponibilidad de alimentos y agua. Las economías se reducen y la migración aumenta. La desigualdad económica propicia una mayor polarización política y las personas exigen explicaciones y respuestas. La caída del sistema tradicional de partidos ha abierto el camino para que individuos con aspiraciones de élite frustradas se conviertan en nuevos empresarios a cualquier costo y por cualquier vía. La población desengañada y descontenta es fácilmente atraída por líderes autoritarios que proporcionan a sus seguidores la sensación de poseer un conocimiento especial y de ser miembros de una vanguardia de elegidos que, junto con el líder, traerán al país una edad de oro, virtud y abundancia.

Los estudios de humor social indican que nos encontramos ante un fenómeno de culto en el cual se le atribuye al líder mayor importancia que a la religión. En un culto el poder del líder no está limitado por las escrituras, la tradición o cualquier otra autoridad. No hay nadie que pueda ser superior al elegido. Se establece una dinámica social entre el líder y sus seguidores. El líder proporciona una explicación simplificada del mundo, que no puede ser probada con rigor crítico, pero que logra el propósito de posicionar una narrativa que divida a la sociedad en un grupo interno y otro externo. El interno es el de los buenos, los únicos que entienden la verdad de las cosas; el externo es el de los malos, los enemigos del progreso. El bien y el mal se definen entonces en términos de los intereses del líder.

Se anima a los seguidores a renunciar a su capacidad de pensamiento crítico. Esto es posible porque entre el líder y sus adeptos se establece una relación de complementariedad. El líder suele mostrar rasgos de personalidad narcisista, mientras que los seguidores padecen con mucha frecuencia de baja autoestima. Su credulidad a las ideas del líder se basa en una necesidad de pertenecer a algo más grande que ellos. Algo que pueda compensar sus carencias de personalidad y hacerles sentir vindicados frente a los demás. Se ven como parte de una renovación, de un hecho inédito del que nunca imaginaron ser protagonistas, como se les hace creer.

La construcción de un culto a una persona no debe verse con extrañeza, es la consecuencia natural de una sociedad en la que los elementos cúlticos se encuentran por todas partes. Nuestra sociedad está llena de expresiones autoritarias: el ejército, la policía, la crianza basada en el castigo, algunos negocios y también algunas formas religiosas. La política se concibe como un esfuerzo considerable y millonario de control de las percepciones y los pensamientos. Se emplean todos los saberes para el gran objetivo de ganar seguidores de culto para un partido político y para una persona. Además, muchos ciudadanos poseen una mayor tendencia que otros a seguir líderes sin cuestionarlos, sin poner en duda nada de lo que afirman. Esa docilidad está muy relacionada con niveles bajos de educación; aunque algunos científicos creen que puede también existir una predisposición genética.

La consolidación del fenómeno de culto es, paradójicamente, la semilla de su erosión. Cuanta mayor sea la fe de los seguidores en el líder, mayores serán las demandas que le harán para resolver sus necesidades. Pero el líder estará obsesionado con retener su poder y, por tanto, incapaz de ofrecer suficiente alivio a sus adeptos. Al crecer la inconformidad incrementa el maltrato y la represión, con lo cual la desilusión se acelera y muchos buscan en otros lugares nuevas formas de entender y responder a sus crecientes problemas.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Dictadura Lucha Contra La Corrupción Opinión

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