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¿Y ahora quién podrá defendernos?

Muchos salvadoreños se sienten satisfechos con leer encabezados de noticias difundidas por especialistas en la desinformación, sin preocuparse por la sustancia y sin molestarse en determinar si estas poseen o no un soporte investigativo; disfrutan con los videos y las selfis que se publican en X y demás redes sociales; gozan con la superficialidad y posverdad de la que hacen gala los youtubers a sueldo; y, cuando les sobra algo de tiempo, ven videos de gatitos…

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

Esa era la simpática frase con la que los angustiados personajes de un capítulo de la comedia del Chapulín Colorado invocaban a su icónico héroe para que llegara a salvarlos. Las venturas y desventuras del Chapulín hacían que nos destornilláramos de la risa… pero la vida real es mucho, mucho, menos simpática y graciosa, más cuando la que está viviendo de angustia en angustia es la democracia en América.

Este año cumplimos el cuadragésimo quinto aniversario de la redemocratización de América Latina y, en pocos meses más, estaremos celebrando el cincuentenario del inicio de la tercera ola democrática a nivel global… solo que queda muy poco por celebrar, ya que se puede apreciar que el péndulo político se mueve una vez más y no precisamente para garantizar una mayor profundización de la democracia en América, sino al contrario, por todas partes están resurgiendo líderes mesiánicos, regímenes dictatoriales, regímenes híbridos o democracias imperfectas, mientras que los países que viven en división de poderes republicana, Estado de Derecho y/o democracias plenas, son cada vez más difíciles de encontrar.

Uno de los mejores termómetros para definir la salud de una democracia es analizar la situación de la libertad de prensa, libertad de pensamiento y libertad de expresión; de tal forma que, entre más se pueda gozar de esas libertades, más profunda, ancha y saludable es la democracia en un país. Por el contrario, cuando esas libertades se degradan, es casi seguro que vives en una dictadura, en un régimen híbrido o en una democracia imperfecta.

Para el caso, ¿cuando hablas de política en público -automáticamente y sin pensarlo- bajas la voz, ves alrededor o cambias de tema? ¿Apagas o sacas tu teléfono celular de las reuniones privadas? ¿Piensas cien veces antes de seguir a un “opositor” en la red social X o te autocensuras y prefieres “pasar inadvertido” sin repostear o retuitear alguna idea o mensaje que podría ser considerado contrario a la versión oficial? Si has sentido lo anterior, ¿consideras que vives en una democracia plena?

La salud de una democracia también se mide por la salud de su periodismo independiente, ya que sin democracia no existe prensa libre, pero sin prensa libre no puede existir la democracia. Por tanto, en un país a donde sus analistas, periodistas y comentaristas, pueden expresar lo que piensan sin miedo a represalias, entonces ese país vive en una democracia, sino plena o perfecta, al menos la podemos considerar como saludable. Por el contrario, ese país que vigile, hostigue y acose a su periodismo crítico, o estrangule económica y fiscalmente a los medios de comunicación incómodos y no alineados al poder de turno, no lo podemos considerar en ninguna circunstancia como un país democrático.

Lamentablemente los ataques contra el periodismo independiente no son casos aislados en América. Si bien es cierto que muchos países no llegan a los extremos despóticos de Cuba, Venezuela y Nicaragua -siendo que solo en esta última, desde abril de este año, existen 29 periodista perseguidos y/o asilados por los Ortega- los ataques y amenazas continúan en países como Argentina, Ecuador, Brasil, Costa Rica, Honduras, Guatemala y El Salvador, a donde la prensa libre es acosada por el narco, la delincuencia y por presiones electorales y tensiones sociales.

Paralelo a lo anterior, las Asambleas Nacionales -de las cuales, la Asamblea Legislativa salvadoreña es un ejemplo-, buscan amordazar a la prensa nacional (tanto a periodistas como a sus fuentes de información), imponiendo sanciones civiles y penales para impedir la difusión de noticias o información que puedan resultar incómodas al régimen o contrarias a sus pretensiones electorales o bien, cerrando el acceso a la información al calificar toda la información relevante como “reservada”. En El Salvador, un par de esas leyes se han tenido que derogar para verse un poquito mejor ante las instancias diplomáticas internacionales, sin embargo, el acceso a la información pública se mantiene guardada bajo siete llaves.

Muchos salvadoreños se sienten satisfechos con leer encabezados de noticias difundidas por especialistas en la desinformación, sin preocuparse por la sustancia y sin molestarse en determinar si estas poseen o no un soporte investigativo; disfrutan con los videos y las selfis que se publican en X y demás redes sociales; gozan con la superficialidad y posverdad de la que hacen gala los youtubers a sueldo; y, cuando les sobra algo de tiempo, ven videos de gatitos… mientras tanto la prensa independiente y el periodismo investigativo languidecen y agonizan en un El Salvador y en una América Latina que ha perdido el apetito por la lectura, la verdad y el periodismo de profundidad.

¿Quién podrá defendernos y defender la salud de nuestra democracia? Por ahora, la prensa escrita y algunos periódicos digitales -valientes e independientes-, se erigen como el último baluarte. ¿Cuánto podrán resistir el acoso de los gobiernos? Es una pregunta para la que, hoy por hoy, no tenemos respuesta.

Abogado, Master en leyes/@MaxMojica

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