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Mariúpol pone el pecho por la libertad de Ucrania

Militarmente se está iniciando una nueva etapa que consistirá en consolidar las posiciones rusas en la región del Donbás. En ese contexto, la provisión de armas provenientes  de Occidente es esencial para Ucrania, así como el apoyo político y diplomático de los líderes europeos y el Secretario General de la ONU, António Guterres, que han incluso visitado Kiev incluso entre bombardeos.

Por Pascal Drouhaud
Politólogo, presidente LATFRAN

Ya pasaron 2 meses desde el principio de la guerra en Ucrania, iniciada por Rusia. Los combates más que nunca siguen en varios frentes, haciendo evolucionar las posiciones. Moscú cambió de estrategia, abandonando la idea de conquistar la capital Kiev para concentrarse sobre el este de Ucrania. Esa estrategia encierra el Mar de Azov en sus garras y permite a los rusos atacar con todas sus fuerzas la cerradura que se ha vuelto la ciudad de Mariúpol.

Antes de la guerra, Mariúpol contaba con 430,000 habitantes. Hoy en día, son más de 20,000 los muertos, según las declaraciones de las autoridades locales. Decenas de miles salieron como pudieron de la ciudad que se convirtió en un infierno de fuego. Mariúpol es un puerto clave a través del cual,  por ejemplo, se exporta la mayoría de las cereales producidos. Es un sitio estratégico: concluye la invasión en el este de Ucrania y refuerza la posición rusa a las puertas de las regiones separatistas y auto-proclamadas “repúblicas” de la región del Donbás. Concluir los combates en Mariúpol puede permitir a los rusos “liberar” 12 batallones, es decir casi 10.000 soldados para iniciar un nuevo despliegue militar. No será para nada el fin de la guerra, pero la caída de Mariúpol ofrecería una victoria, indispensable para el buen espíritu de las tropas rusas. Varios contratiempos lo afectaron, dentro de los cuales la destrucción del barco  “Moskva” en el Mar Negro, el 14 de abril pasado. Desde hace pocos días, Moscú anunció haber tomado Mariúpol, información considerada como “cuestionable” por el propio presidente Biden. Y, por cierto, una última bolsa de resistencia sigue presente, compuesta de 2000 soldados ucranianos, en el sitio industrial Azovstal. Todavía soldados ucranianos siguen en combates.

Además de lo militar, Mariúpol es un símbolo:  a pocos días de la celebración del 9 de mayo de 1945 que marcó la victoria contra los nazis, el avance ruso en Ucrania permitiría a Vladimir Putin demostrar “los méritos” de “su” guerra, oficialmente iniciada para “desnazificar” a este país. Por su parte, Volodymyr Zelensky sabe que la caída de Mariúpol podría alterar el moral de sus tropas, por lo cual la calificó del “corazón de esta guerra” en un mensaje del 10 de abril pasado.

Más que un asalto militar en los últimos sitios de resistencia en Mariúpol, el jefe del Kremlin prefirió un asedio militar. Varias razones explican esa decisión: no quiere que mueran muchos más soldados, porque ya las sanciones internacionales alteran la vida cotidiana de sus compatriotas. Debe, por otra parte, cuidar la imagen degradada de Rusia mientras se descubren demasiados muertos debidos a los que se aparente a “crímenes de guerra”, abriendo la posibilidad de investigaciones internacionales ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

Ahora bien, militarmente se está iniciando una nueva etapa que consistirá en consolidar las posiciones rusas en la región del Donbás. En ese contexto, la provisión de armas provenientes  de Occidente es esencial para Ucrania, así como el apoyo político y diplomático de los líderes europeos y el Secretario General de la ONU, António Guterres, que han incluso visitado Kiev incluso entre bombardeos.

¿Qué significa  esta actividad política y diplomática? Una voluntad de ver por sus propios medios la realidad de esta guerra en Europa y reafirmar un apoyo que permita una consolidación operacional de Ucrania, para lograr una forma de congelación de las posiciones y a la vez, evitar una escalada más peligrosa.

Para Europa tanto como los Estados unidos, la estrategia consiste en otorgar a Ucrania los medios para poder contrabalancear el enlace de fuerzas en las zonas de combates. Cuando la guerra empezó, Rusia beneficiaba de la imagen de una potencia militar global. Contando más de un millón de soldados, se pensaba que podía en pocas semanas conquistar territorios tan amplios como el de Ucrania. Dos meses después, esta imagen se desmaya, obligando Vladimir Putin a hacer referencia en el potencial nuclear, amenazando de la posibilidad de un uso de armamento “táctico”.

El solo hecho de sugerir esta amenaza demuestra el fracaso de la fase convencional del ataque contra Ucrania. Entre más dura en el tiempo, más difícil se vuelve la situación.

Si agregamos a esto el peso de las sanciones, las dificultades diarias de los soldados rusos convencidos, desde hace dos meses, que iban a vencer en poco tiempo, abriendo la posibilidad en empezar en dudar de la “invencibilidad” del ejército, más tensa se nota la realidad para Moscú.

Occidente considera que Vladimir Putin quiere reconstruir un imperio ruso desarticulado después de la caída de la ex-URSS. Impedirlo pasa por el hecho de establecer un nuevo enlace de fuerza para que tarde o temprano se pueda abrir un espacio de negociación. Mientras tanto, Mariúpol sufre. Mariúpol cuenta con héroes y se está transformando en un nuevo símbolo: dará un tiempo de respiro a Rusia y será fuente de inspiración y orgullo nacional para una Ucrania libre.

Politólogo, especialista francés en relaciones internacionales, presidente de la Asociación Francia-América Latina (LATFRAN). www.latfran.fr

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Invasión De Rusia A Ucrania Opinión

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