OTAN –Turquía: el juego de ajedrez de Recep Erdogan

¡Luz verde! Así pareció la decisión del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en favor de la incorporación de Finlandia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) el pasado el 31 de marzo. Esta decisión permite la entrada de Finlandia en la organización de seguridad y defensa occidental creada en 1949 a raíz de la Guerra Fría. Turquía dio su beneplácito concluyendo meses de negociaciones: desde mayo de 2022, Turquía bloqueaba la posibilidad de una incorporación de Finlandia y Suecia, haciendo prevalecer los enlaces de ambos países con movimientos kurdos, considerandos por Ankara como “terroristas”.

Para la OTAN, esta posición se volvía muy problemática: la invasión de Ucrania desde el 24 de febrero de 2022, tuvo desde el principio consecuencias estratégicas. Los miembros de la OTAN valoran los países de Europa del norte: Finlandia tiene una frontera de 1340 kilómetros con Rusia. Con Suecia se garantiza una protección del Mar Báltico y en lo particular el Golfo de Botnie.

Se trata también de prevenir cualquier riesgo con Rusia, cristalizando una posición en el norte de Europa con países que hasta el momento habían adoptado una neutralidad con Rusia, promesa de una coexistencia que fue rota con la agresión rusa contra Ucrania. En pocos días, dichos países se sintieron amenazados.

La situación se vuelve aún más tensa a las puertas de Europa y pareció indispensable a Europa y varios miembros de la OTAN, entre ellos Estados Unidos, ampliar la garantía de seguridad a Finlandia y Suecia. Pero su incorporación debía ser aprobada por unanimidad. La reserva de Turquía sobre Finlandia y su oposición antagónica para Suecia había complicado el problema estratégico.

Ankara reprochó a ambos países sus relaciones con las organizaciones kurdas. Turquía libra una batalla contra la idea de un independencia kurda, incluyendo provincias del este del país. Ankara habla de las “provincias de Anatolia del sureste”, cuando los militantes kurdos luchan por una independencia de dichas provincias que implican también parte de Irán, Siria e Iraq. Dos posturas contrapuestas que nutren un conflicto desde decenios.

Los encuentros entre los presidente Recep Tayyip Erdogan y el finlandés Sauli Niinisto dieron resultado: el fin de la oposición de Turquía a la entrada de Finlandia a la OTAN fue consecuencia de “las aclaraciones” dadas por Helsinki. De inmediato, las consecuencias en término de seguridad aparecieron: se consolida la protección de la larga frontera finlandesa con Rusia, mientras Rusia refuerza su enlace estratégico con Bielorrusia en Europa del Este, que aceptó un despliegue de armas tácticas nucleares rusas.

El parlamento turco debería, antes del fin de su sesión el próximo 14 de mayo, ratificar dicha decisión. Por cierto, las elecciones presidenciales y legislativas tendrán lugar en Turquía en esa fecha. Recep Erdogan mantuvo este compromiso electoral a pesar del terrible terremoto que provocó grave destrucción en el sur y este del país, además de la muerte de 45,000 personas. Ahora bien, Ankara no levantó su oposición a la integración en la OTAN, de Suecia, acusada por los turcos de “pasividad” frente a los “terroristas” kurdos refugiados en dicho país. Turquía exige varias extradiciones además del fin de las relaciones de éstos con Estocolmo, a las cuales Suecia no dio respuesta. Las elecciones de mayo próximo aplazan aún más la posibilidad de una integración de Suecia.}

La lógica de la OTAN consistía en favorecer el proceso “mano en la mano” de ambos países, postura que ya no será posible, Turquía siguiendo oponiéndose a Suecia. El Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, afirmó que lo importante no consiste en una adhesión en “el mismo tiempo”, sino que ambos países se conviertan en miembros de pleno derecho de la OTAN, abriendo espacio para una perspectiva de negociación en el momento correcto. El nuevo primer ministro sueco, Ulf Kristersson, expresó su esperanza de ver el ingreso de su país en la organización antes de la próxima cumbre de la OTAN en Lituania, en julio próximo.

Turquía fortaleció su posición como un miembro clave de la OTAN recordándoles a todos que puede convertirse en “un base trasera” para contener la influencia rusa a raíz de la guerra en Ucrania.

Para los Estados Unidos, Turquía permite proyectarse en el Medio Oriente, situación esencial hoy en día en términos de seguridad global. En este sentido, el acuerdo DECA (Defence and economics cooperaction agreement) permite este acceso a cambio del acceso a los materiales militares estadounidense.

El hiperpragmatismo turco y la voluntad de Recep Erdogan de afirmar posiciones autónomas explican la compra, en 2017, de sistemas de defensa antiaéreos rusos S-400, cuando Turquía no contestó a la contrapropuesta estadounidense de un despliegue del sistema Patriot.

Como la lógica implacable de los dominós, Turquía perdió su acceso al programa de avión es F-35, suministrados a Grecia, con la cual Turquía siempre tiene relaciones complejas, alternando periodos de tensiones.

Esta realidad aparece como una pantalla oculta, que permite medir los desafíos y metas aún más grandes, en este periodo de tensiones internacionales: se trata de ajustar el pragmatismo turco para que siga siendo socio de la OTAN, lo que permite controlar, dentro de otros temas, la entrada de China en esta parte y guardar control sobre la relación con Rusia.

Más que nunca, Recep Erdogan está en el centro de un juego de ajedrez que puede tener consecuencias internacionales.

Politólogo francés y especialistas en temas internacionales