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15 de Septiembre de 1821 y la niñez salvadoreña

Sin los niños no habría humanidad, no habría Patria. Esa Patria que todos anhelamos para un futuro de progreso, de cultura y de paz , de solidaridad y de hermandad entre los unos y los otros

Por Carlos Alberto Saz

Es el Día de la Patria, de esa Patria en donde hemos nacido y amado, en donde hemos crecido con la convicción de que somos ciudadanos que deseamos todo lo mejor para nosotros mismos, para la familia, la comunidad y la sociedad en general , en un noble afán un mañana colmado de paz, de alegría y de confraternidad entre los unos y los otros, con el ideal de que cada día seamos mejores seres humanos, de que podamos aportar lo mejor de cada uno en beneficio propio y de los demás.
Porque la Patria quiere hombres y mujeres laboriosos, sanos del espíritu y del alma; quiere ciudadanos que amen a su terruño, al suelo que los ha visto crecer, desarrollarse y educarse con base en principios éticos. La Patria tiene símbolos que la representan y que permiten mostrar el orgullo, la integridad y la fortaleza, las tradiciones el patriotismo y las costumbres de los salvadoreños. Cada una de estas representaciones visuales y verbales se convierten en un abanico cultural que permite visualizar la identidad de todo un país , dentro y fuera de las fronteras patrias.
La firma del Acta de Independencia trajo como consecuencia, el 15 de Septiembre de 1821, de los siguientes países de Centroamérica: Guatemala, El Salvador. Honduras y Nicaragua, anteriormente provincias, el rompimiento de los lazos del Imperio español y de cualquier otra potencia extranjera.
Esos símbolos patrios son la Bandera Nacional, el Escudo Nacional, el Himno Nacional, la Flor Nacional, que es la Flor de Izote; el Árbol Nacional, el Maquilishuat; y las aves nacionales: el Torogoz y el Talapo.
Poetas, escritores y compositores le han cantado a la Patria, emocionados, como esta bella composición titulada “Oración a la Bandera Salvadoreñas, del poeta e historiador, doctor David J. Guzmán, que comienza así: “Dios te salve Patria Sagrada, en tu seno hemos nacido y amado; eres el aire que respiramos, la tierra que nos sustenta, la familia que amamos, la libertad que nos defiende la religión que nos consuela”.
Y quien escribe ha querido dedicarle un poemita a las aves nacionales, y que dice así: “El Torogoz y el Talapo/son las aves nacionales/de plumaje muy hermoso/, con su canto melodioso/ alegran los cafetales”.
Y el cantante de rock-pop argentino Andrés Risco, en su poema “Amor patrio” dice así: “Tiene el alma del hombre una fibra/Que se llama el amor de la Patria. ¡No toques esa fibra con fuerza!/¡Dejadla! ¡Dejadla/ Que al herirla, aún el alma más fría,/La más muerta, la más degradada,/Se revuelve trocándose en fiero/León del Sahara”.
Amemos, pues, a la Patria, que amándola, nos amaremos a nosotros mismos, a la familia y también amaremos a Dios sobre todas las cosas.

Los niños
“Comprometámonos a que los niños actuales sean capaces de vivir el presente con sus raíces del pasado y sus alas del futuro”
(David Escobar Galindo, Santa Ana, 4 de octubre de 1943).
Sí, como padres de familia, como maestros, como encargados de cuidar a los niños, debemos comprometernos a que ellos puedan vivir el presente con sus raíces del pasado y sus alas del futuro, unas alas que se mueven con el viento alentador, volando hacia el azul del firmamento, un firmamento en el que en las noches bajan miríadas de estrellitas de mil colores alumbrando bellamente el entorno, que se vuelve más hermoso, más tierno, más sutil, más esplendoroso.
Escritores, poetas y aún músicos se ha referido a los niños, con hermosas palabras.
Décimo Junio Juvenal (entre -50 y-70), poeta satírico latino, dijo: “Dadle amor a un niño y ganaréis un gran amor”.
Y la maestra y poetisa uruguaya Juana de Ibarborou, Juana de América, escribió estas delicadas palabras para los niños: “Niños, después de muchos años, cuando yo sea un montoncito de polvo, jugad conmigo, con la tierra de mi corazón de mis huesos, porque a cada instante me enternecieron los niños, de ternura y de dolor”.
Y Jesús de Nazareth dijo: “Dejad que los niños vengan a mí”.
Veamos qué otros pensadores se han referido al niño:
La Bruyére: “Los niños no tienen pasado ni porvenir, y lo que apenas acaece, gozan del presente”. Concepción Arenal: “El amor es para el niño, lo que el Sol para las flores; no le basta pan; necesita caricias, para ser bueno y para ser fuerte”. José Martí: “Los niños son la esperanza del mundo”. Noveláis: “Un niño es un amor hecho visible”. P. J, Toulet: “Los niños están constantemente ebrios, ebrios de vivir”. Federico Amiel: “El niño ve lo que somos a través de lo que queremos ser; de ahí viene su reputación de fisonomista”. Rabindranath Tagore: “ Cada niño, al nacer, nos trae el mensaje de que Dios no ha perdido aún el mensaje en los hombres”. José María Vigil: “La mayor alabanza que puede hacerse de un hombre es compararlo a un niño”. George Eliot: “Los niños son siempre el símbolo del eterno matrimonio entre el amor y el deber”.
Amemos , pues, a los niños, amémoslos con toda el alma y el corazón; respetémoslos, cuidémoslos, amémoslos como amamos a Dios, sobre todas las cosas. Ellos son la esperanza del mañana. De un mañana mejor, de un mañana esplendoroso, con jardines de bellas flores con aromas de esperanza, de amor y felicidad.
Sin los niños no habría humanidad, no habría Patria. Esa Patria que todos anhelamos para un futuro de progreso, de cultura y de paz , de solidaridad y de hermandad entre los unos y los otros. ¡Sí, señores!

Maestro, sicólogo, gramático.
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