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Ese simpático gordito de porcelana

Superadas las pruebas, Buda inicia su predicación enviando a sus primeros conversos a predicar su método de “liberación” y “salvación” a los pueblos, los cuales, poco a poco, van asumiendo su filosofía de vida.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

Todos hemos escuchado sobre Buda, ese sonriente gordito de porcelana que muchos ocupan como decoración, pero pocos conocen su historia. Así que, dentro de mi muy particular sentido de responsabilidad social, les vengo a contar su biografía.

Empecemos por su nombre real: Siddhartha Gautama, Buda es solo un adjetivo que significa “el despierto”. Superadas las iniciales dudas sobre su existencia, la mayor parte de los investigadores coincide en admitir que nació en la región de Kapilavastu, Nepal, probablemente en abril del año 558 antes de Nuestra Era.

Hijo de Suddhodana, un “rey menor”, es decir, sin mayor importancia política ni económica y de su primera esposa, Maya, el “despierto” predicó ofreciendo a los hombres su “liberación”. A pesar de que nunca pretendió crear una religión, su mensaje y postulados acabaron convirtiéndose en una y al igual que otros grandes hombres fundadores de religiones como Zaratustra, Jesucristo y Mahoma, pasó de ser un personaje histórico para convertirse, eventualmente, en un ser divino. Más allá de que muchos pasajes de la historia de Buda se adentran en el terreno de la excentricidad, no cabe duda de la historicidad de su existencia.  

Al igual que todos los mesías y héroes míticos, el nacimiento de Buda se rodeó de toda la parafernalia apropiada al caso: fenómenos celestiales tales como aparecimiento de misteriosas estrellas y noches iluminadas; embarazo sin fecundación masculina (partenogénesis); visitas de profetas y místicos desde lugares lejanos, a quienes le fue revelado su nacimiento; infancia con dones espectaculares tales como la omnisciencia, capacidad de expresión verbal desde bebé y la más importante de todas: saberse y verse a sí mismo, desde la infancia, como un enviado de Dios.

El futuro Buda se casó con dos esposas a la edad de dieciséis años, Gopa y Yasodara, lo cual puso en serios aprietos a los teólogos quienes tuvieron que hacer malabares argumentativos para poder cuadrar la imagen divina con la de un hombre común y corriente. Habiendo concebido un hijo, Rahula, abandonó el palacio para iniciar la “Gran Marcha”, como es llamado a su proceso de meditación, sacrificios ascéticos e interiorización mental, que le permitiera alcanzar la liberación de la materia y las pasiones.

Experimentó las más severas privaciones. Según la tradición, llegó a nutrirse con un solo grano de mijo al día para luego dar paso a un ayuno total que lo llevó a permanecer inmóvil, casi reducido a un esqueleto… lo cual abre la cuestión del por qué la imagen de Buda la prefiguran como un hombre con marcado sobrepeso al estilo de las tiendas “Big and Tall”, cuando se trataba de un asceta itinerante que se alimentaba del aire. Misterios de la vida.

Lo cierto es que Siddhartha, después de experimentar una evolución espiritual, a los veintinueve años, en algún momento entre abril y mayo del año 523 antes de Nuestra Era, marchó a un bosque y debajo de un árbol pipal (ficus religiosa) alcanzo su “supremo y completo despertar”: había muerto Siddhartha Gautama y había nacido Buda. Pero las cosas rara vez son fáciles, inmediatamente que alcanzó ese estado, igual que ocurrió con Jesucristo luego de los cuarenta días en el desierto, Buda fue tentado, esta vez no por el diablo sino por la muerte (Mara), que desempeñó un rol similar.

Fue tentado con el poder: se le ofreció la mitad de un reino. Ignoro porque no se le ofreció el reino completo, total, por ofrecer nadie queda pobre. Se le puso a prueba con los placeres de la carne, presentándole seductoras muchachonas con escasa ropa bailando al son de un ukelele, frente a las cuales, contra todo pronóstico, el asceta se mantuvo en un firme rechazo al estilo del santo Job… quizás pensando en el relajo que se le iba a armar en casa, con Gopa y Yasodara, si hubiera caído en tentación.

Superadas las pruebas, Buda inicia su predicación enviando a sus primeros conversos a predicar su método de “liberación” y “salvación” a los pueblos, los cuales, poco a poco, van asumiendo su filosofía de vida. 

Pasó el resto de su vida predicando y murió en algún momento de noviembre de año 478 de Nuestra Era, a la edad de ochenta años. A partir de ahí, el budismo ha tenido sus cismas, sus revisiones, ha desarrollado su propia teología y filosofía, y como siempre sucede en temas de religión, ha adornado su mundana historia con sus propios mitos, leyendas y milagros.

A pesar de que su filosofía no constituye una religión como tal y sus postulados con complejos y difíciles, no solo de entender sino de practicar, el budismo cuenta con 365 millones de creyentes en el mundo. Así que, la próxima vez que veas un Buda sonriente, sóbale la panza, a lo mejor recibes un descuento en tu próxima orden el Wantán.

Abogado, Master en leyes/@MaxMojica

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