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Hablemos con franqueza

La próxima vez que pensemos que debemos hablar, decir algo importante, o simplemente dar nuestra opinión, recordemos el valor de la franqueza. Seamos educados pero claros, empáticos pero sinceros, y aprendamos a escuchar lo que los demás tienen que decir para nuestro crecimiento.

Por Juan José Fortín-Magaña F

¿Alguna vez se ha encontrado en la siguiente situación: ¿tiene algo importante que decir, pero le avergüenza hacerlo, piensa que merece un aumento, pero no se atreve a solicitarlo? ¿Da vueltas al asunto para no herir sensibilidades, considera que en las reuniones se dan rodeos sin ser directo, o simplemente se queda callado cuando cree necesario hablar? Si es así, es probable que viva en una cultura de “alta contextualidad”, y aquí en El Salvador, somos bastante así.

Este tipo de culturas tienden a ser poco francas y directas, jerárquicas y evitar la confrontación a toda costa. Por ejemplo, en Latinoamérica somos conocidos por ser muy amables y alegres, acogedores con los demás, cualidades que nos hacen destacar en el mundo. Sin embargo, estas características también tienen consecuencias negativas: somos tan cuidadosos y preocupados por nuestras relaciones sociales que tendemos a no ser francos ni asertivos. Respetamos la autoridad al punto de quedarnos callados o de no hacer valer nuestras opiniones. Además, nos cuesta tanto recibir como dar retroalimentación y evitamos cualquier situación social incómoda, especialmente cuando las relaciones son verticales, como entre padres e hijos, jefes y empleados, o profesores y alumnos.

Un ejemplo de los problemas que esta actitud puede generar se observó también en Corea del Sur, donde en los años 90s la excesiva jerarquía provocó una serie de accidentes aéreos debido a la incapacidad de los copilotos de comunicarse claramente con sus superiores. Y tuvo que gestionarse procesos estándares para poder corregir los procesos de comunicación

Asimismo, es común también sentirse atacado cuando se cuestiona la efectividad de una decisión tomada, o pensar que toda crítica es emocionalmente cargada. Por ende, buscamos maneras de expresarnos de forma ambigua y evitamos estas situaciones a toda costa. Lo vemos cuando a muchos latinoamericanos nos cuesta adaptarnos en entornos donde la comunicación es muy directa y fría, y que podemos percibir como brusca o imprudente. No es raro sentir que culturas como las sajonas son especialmente duras o rígidas, y por ende, distantes. Aunque a veces lo sean, también es porque son francas y reconocen el valor de decir las cosas “como son”, tanto lo bueno como lo malo, y ciertamente, esto los ha ayudado a avanzar en muchos escenarios tanto económicos como sociales.

Reed Hastings, fundador de Netflix, destaca cómo la cultura de franqueza es uno de los pilares que permiten a las empresas y organizaciones tener éxito. Siendo honestos y directos, son capaces de mejorar y encontrar puntos de entendimiento de manera eficiente y rápida. De hecho, uno de los desafíos que ha enfrentado esta empresa en su expansión global ha sido el choque cultural en países donde la franqueza o la directividad no son bien vistas, y donde el respeto a la jerarquía impide hablar y cualquier tipo de crítica se toma como un ataque personal. Pese al desafío que esto ha supuesto, la empresa ha sido capaz de impulsar las virtudes de su cultura y trasladar parte de aquello que ha impulsado la innovación y creatividad, como lo es ser directos y francos.

Si bien es difícil cambiar la cultura de nuestros países, podemos intentar moldear el comportamiento de nuestras organizaciones y promover la franqueza como un hábito. Según Kim Scott, especialista en el tema, la franqueza es fundamental para construir relaciones sólidas en el trabajo y crear un entorno donde todos puedan crecer y mejorar continuamente. La práctica habitual del feedback puede mejorar radicalmente el desempeño de los equipos, así como su evaluación constante. Ser capaces de poder mostrar las oportunidades de mejora, o incluso señalar aquello que no se está haciendo bien, es una piedra angular del crecimiento.

En la franqueza, como en todo, hay un punto medio que es virtuoso. No se trata de ser imprudentes o maliciosos; no debemos decir las cosas con malas intenciones o ser cínicamente críticos con todo o excesivamente duros. Entre los extremos de no decir las cosas claras y ser agresivos hay un punto medio donde la veracidad y asertividad deben reinar. De la misma manera, esto no se trata de hablar mal de las personas y mucho menos criticarlas a sus espaldas, sino todo lo contrario: ser honestos y decir las cosas a la cara de una manera que ayude a la otra persona a mejorar, con caridad e inteligencia.

La próxima vez que pensemos que debemos hablar, decir algo importante, o simplemente dar nuestra opinión, recordemos el valor de la franqueza. Seamos educados pero claros, empáticos pero sinceros, y aprendamos a escuchar lo que los demás tienen que decir para nuestro crecimiento.

Lic. Economía y Negocios | Máster en Psicología y Comportamiento del Consumidor

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