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Kissinger. Lecciones sobre la paz

La visión del mundo de Kissinger se forjó en Harvard, de la mano de grandes autores clásicos como Platón, Shakespeare, Kant y la Biblia, y guiado por unos profesores y un ambiente académico que en las décadas de 1950 y 1960 tenían como telón de fondo algo que puede parecer banal, pero que en ese tiempo era determinante: el convencimiento de que las batallas mundiales se libraban, simplemente, entre lo correcto (right) o incorrecto (wrong), entre el bien y el mal.  

Por Carlos Mayora Re
Ingeniero @carlosmayorare

Hace unos días murió Henry Kissinger, consejero de seguridad nacional de Richard Nixon y secretario de Estado del mismo Nixon y Gerald Ford. Protagonista del panorama geopolítico -activamente- entre 1969 y 1977; y luego desde su amplia influencia académica y de relaciones humanas, hasta su muerte.

Su nombre es inseparable de la guerra del Vietnam o el derrocamiento de Salvador Allende, de la visita de Nixon a la China de Mao, con el propósito de cargar la balanza en beneficio de Washington tomando ventaja de la hostilidad entre Rusia y China, por ejemplo. Sin embargo, aunque se podría escribir mucho al respecto; pues estaríamos hablando de la geopolítica de la segunda mitad del siglo XX, de la que los Estados Unidos, y Kissinger fueron artífices principales; hay un Kissinger menos conocido, el de su faceta de teórico, académico, pues siempre las ideas de un estadista terminan por influir más en su tiempo que sus acciones.

La visión del mundo de Kissinger se forjó en Harvard, de la mano de grandes autores clásicos como Platón, Shakespeare, Kant y la Biblia, y guiado por unos profesores y un ambiente académico que en las décadas de 1950 y 1960 tenían como telón de fondo algo que puede parecer banal, pero que en ese tiempo era determinante: el convencimiento de que las batallas mundiales se libraban, simplemente, entre lo correcto (right) o incorrecto (wrong), entre el bien y el mal.  

Por eso en el modo de abordar los asuntos siempre había dos lados. La Guerra Fría era vista como lo más normal del mundo, y el Comunismo era satanizado sin más en Occidente, mientras en el Este se veía la democracia y el capitalismo como las bestias negras de las sociedades. 

El modo de lograr la paz, que se desprende de esta visión, era el aplastamiento del contrario, la aniquilación de la amenaza. Sin embargo, si esto no fuera posible, al menos se debería lograr un equilibrio armado, una tensa paz fruto de la imposibilidad de hacer desaparecer al otro, y capaz de moderar las ambiciones de las potencias armadas. 

De aquí se desprende una de las visiones de Kissinger heredadas de su estudio de dos grandes estadistas: Metternich y Talleyrand. Los tres pensaban que los militares nunca serán capaces de construir la paz, pues en último término no aspiran a ella, sino a la victoria. 

Negociar, dialogar, transigir y conceder solo son posibilidades cuando hay conciencia de que el propio poder, y el del contrario, son limitados. Una verdad muy conocida desde antiguo… “¿Qué rey, cuando sale al encuentro de otro rey para la batalla, no se sienta primero y delibera si con diez mil hombres es bastante fuerte como para enfrentarse al que viene contra él con veinte mil?”

Sin embargo, también podría verse la otra cara de la moneda, tomando pie de la cita: ¿Qué rey se detendría en su ataque, o aceptaría dialogar, sabiendo que tiene veinte mil soldados contra los diez mil de su oponente?

Es decir: se dialoga cuando se reconoce la limitación del propio poder, se negocia cuando se es consciente de la limitación del poder del oponente. Pero… con la seguridad de la victoria no se transige, se ataca con todo. Es un poco lo que pasó a principios de los años noventa, cuando se creyó en “el fin de la historia” y en la hegemonía de los sistemas de democracia liberal por encima de los centralismos y totalitarismos. 

Sin embargo… la historia no terminó. China, Rusia, Irán, Corea, siguen vivitos y coleando.

Y eso que se da a escala mundial, no deja de replicarse en cada país, en la política doméstica, en el afán de aniquilar al contrario como camino de auto afirmación, y en el desprecio, sino la aniquilación, del que piensa diferente cuando se tiene la sartén por el mango.

Ingeniero/@carlosmayorare

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