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Una tradición rescatada

Hace unos días en el ala este de la Casa Blanca se dieron verdaderas lecciones de sensatez en medio del ruido y la furia de quienes pretenden cargarse el venerable proceso democrático de una nación que arrastra las secuelas tóxicas de la intentona golpista del 6 de enero de 2021.

Por Gina Montaner
Periodista

En el ala este de la Casa Blanca se sintió un resquicio de aire fresco. El pasado miércoles se rescataba una tradición que había comenzado en 1978 durante el mandato de Jimmy Carter: el presidente Joe Biden y la primera dama Jill Biden recibían al ex presidente Barack Obama y a su esposa Michelle para que éstos desvelaran sus retratos oficiales. Era la continuación de una iniciativa que la Asociación Histórica de la Casa Blanca comenzó en 1965 al encargar retratos presidenciales que adornan las paredes del histórico edificio.


Es parte del ritual que el matrimonio saliente elija un artista para inmortalizarlo. En el caso de los Obama, él seleccionó al pintor Robert McCurdy, y ella, a la pintora Sharon Sprung. Sus retratos muestran por separado lo que durante dos periodos presidenciales la pareja dejó patente: aplomo, distinción y singularidad en una residencia temporal ocupada por primera vez por un hombre y una mujer negros.


Precisamente fue Michelle Obama quien en su discurso resaltó de manera elocuente la importancia de que alguien como ella, descendiente de esclavos y proveniente de un barrio humilde y segregado de Chicago, llegara a ser inquilina de una mansión en la que supuestamente no estaba destinada a tener cabida. De igual modo, señaló, su esposo, fruto de una relación interracial, también había roto todas las barreras, sobre todo la que parecía imposible de traspasar: ser electo el primer presidente negro del país.


Por razones que hasta ahora no se han aclarado, durante su presidencia Donald Trump no presidió esta ceremonia de carácter bipartidista y con tono jovial que de mandato en mandato se ha celebrado desde que el demócrata Carter invitara al republicano Gerald Ford y su esposa Betty Ford. A lo largo de los cuatro años de su convulso mandato evitó el esperado encuentro con su predecesor, el presidente número 44 quien, según una encuesta de Gallup, abandonó el poder con un índice de aprobación de 58%, comparado al 38% que recibió Trump cuando abandonó la Casa Blanca tras perder en las urnas contra Biden.


La ex primera dama Michelle Obama aprovechó el retorno a Pensilvania Avenue para recalcar la importancia de preservar tradiciones como ésta, porque forman parte del traspaso de poder pacífico al que estamos acostumbrados. Al menos así había sido hasta la llegada del ex presidente Trump, el cual nunca ocultó su desdén por la clase política de Washington con una serie de menosprecios que culminó con su ausencia en la toma de posesión de Biden, no sin antes llevarse a Mar-a-Lago un buen número de cajas con documentos clasificados que, de acuerdo a la investigación del FBI, no le pertenecían.


En realidad el boicot que hizo el magnate neoyorquino a la ceremonia de los Obama obedecía a su retórica de no validar realidades que ha pretendido enterrar. A fin de cuentas, fue uno de los principales precursores de la teoría de conspiración en torno a la calumnia de que Obama había nacido en Kenia y no en Hawai. Y de ningún modo podía aparecer junto al resto de los ex presidentes en la juramentación de Biden, porque eso habría significado aceptar su derrota y echar por tierra su fabricación sobre el supuesto fraude electoral que le usurpó un segundo término.
Secundando a su esposa, en presencia de quien fuera su vicepresidente y con quien hasta hoy mantiene una relación de genuino afecto, Obama enfatizó el papel de servir a los ciudadanos como prioridad de un jefe de estado: “Una vez que concluye nuestro mandato, es hora de seguir adelante”. Es lo que hicieron sus antecesores, lo que hizo él y lo que se espera haga Biden si en 2024 no es reelecto.

Hace unos días en el ala este de la Casa Blanca se dieron verdaderas lecciones de sensatez en medio del ruido y la furia de quienes pretenden cargarse el venerable proceso democrático de una nación que arrastra las secuelas tóxicas de la intentona golpista del 6 de enero de 2021. Mal que le pese a más de uno, ha sido la más improbable de todas las primeras damas que han ocupado la Casa Blanca quien ha contrapuesto la verdad frente a las falsedades con su habitual elegancia. [©FIRMAS PRESS]


Escritora y periodista/Twitter: ginamontaner

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