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La identidad, estúpido, la identidad…

El tema es candente y tanto desde el mundo académico, como desde el ámbito más práctico de la política no pasa desapercibido. Para decirlo resumidamente, conservadores y progresistas se han dado de frente con una sociedad que reclama atención a temas como familia, religión, trabajo y sentido de comunidad; pero, sobre todo, sentido de pertenencia.

Por Carlos Mayora Re
Ingeniero @carlosmayorare

Si bien la polarización política izquierda-derecha se ha ido difuminando a lo largo de  las primeras décadas del siglo XXI, sobre todo a raíz de la caída de los regímenes comunistas en todo el mundo y del fracaso de las auto llamadas izquierdas latinoamericanas, la humana tendencia a actuar de manera gregaria y de renunciar a la propia libertad en favor de líderes y políticos, no solo no ha disminuido, sino que, a la vista de la marcha de la vida política, estamos pasando de lo que podría llamarse Política con mayúscula -esa que hacían los  estadistas y personajes con peso específico- a una política más modesta que, si hiciera falta ponerle algún adjetivo, podríamos llamar tribal.

Incluso entre los dos grandes bloques de pensamiento político-social: los progresistas y los conservadores se presentan fuertes divisiones en lo que respecta a sus ideas y valores fundamentales. Así, difícilmente un conservador nacionalista se podría poner de acuerdo con uno posliberal con respecto a temas básicos como la libertad… De la misma manera que un progresista libertario difícilmente coincidirá con uno de tendencia más estatista, acerca de la justicia y los impuestos, por ejemplo.

Sin embargo… debe haber algo que unifique a las personas, de modo que gentes de pensamientos tan diversos reclamen la etiqueta conservadora o progresista para su manera de ver el mundo.

El mundo ha cambiado todavía más a partir de los dos años de covid, que afectaron de manera global y de una forma mayor de la que imaginamos la percepción de la realidad por parte de todos. Aunque, cabría discutir si en el nacimiento de la nueva cosmovisión hay una relación de causa-efecto de la pandemia, o simplemente de disparador de una situación que se venía madurando tiempo atrás.

Lo cierto es que, precisamente porque muchas cosas han cambiado de manera rápida y furiosa… algunos intelectuales se están replanteando el rol del Estado en lo que respecta, por ejemplo, a la protección de familias en situación de vulnerabilidad. Un tema muy querido para los liberales, pero que siempre -hasta ahora- se vio con una especie de recelo por parte de los conservadores.

Como sea, hoy día se siente un cierto aire de preocupación que está llevando a unos y otros a estar más atentos a las necesidades de personas, familias, jóvenes, niños, en lo que respecta a un tema muy de fondo: la consciencia de que la vida humana no se resuelve simplemente inundando a las personas de bienes materiales, sino alcanzando que cada uno dote de sentido lo que vive. Lo que, de manera un tanto demasiado general podría llamarse “la pregunta acerca de lo que en realidad es la felicidad”.

El tema es candente y tanto desde el mundo académico, como desde el ámbito más práctico de la política no pasa desapercibido. Para decirlo resumidamente, conservadores y progresistas se han dado de frente con una sociedad que reclama atención a temas como familia, religión, trabajo y sentido de comunidad; pero, sobre todo, sentido de pertenencia.

Así, en sociedades más avanzadas, se estén haciendo serios esfuerzos para escuchar a las personas; o, al menos, para -por parte de los políticos y los mercadólogos- lograr una sensación en las ellas de que, quienes toman decisiones, las escuchan.

Si algo ha logrado el vertiginoso giro que las Big Tech han dado al modo como ahora comprendemos el mundo y nos entendemos a nosotros mismos, es el descubrimiento de la capital importancia que tiene la identidad personal. Tanto que el famoso “the economy, stupid”, utilizado durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, perfectamente puede cambiarse hoy día por “the identity, stupid”, sin mucho temor a equivocarse.

Hay una preocupación por la identidad personal que supera las divisiones entre liberales y conservadores, y que logra que haya cierta unidad en el modo como entendemos lo que nos pasa.

Ingeniero/@carlosmayorare

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