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Balada de la Divina Faz

Alberto Guerra Trigueros, poeta, ensayista y periodista, 1937-1947. Poema inédito compartido por su nieto, el ingeniero Mathieu Albert Guely Guerra.

Por Alberto Guerra Trigueros |

Rostro radiante, yo he de verte un día.
¡Sin velo cara a cara, yo he de verte
surgir tras la montaña de la muerte,
claro Sol deslumbrante de alegría!
Pero entretanto, esta melancolía
me roe el alma con roer voraz:
ciego de angustia, y ansioso de paz,
voy tropezando a Ti, yerro tras yerro:
¡mas sé que tras los muros de mi encierro,
Cristo, algún día habré de ver tu faz!


¡Quién supiera vivir! Ah, quién me diera
vivir como una lámpara encendida,
penetrar hasta el fondo de la vida
y hallar, en vida, Vida verdadera.
Mas a lo largo de esta larga espera
sólo me embriaga de un vivir vivaz,
tu acerba esponja de hiel y de agraz,
¡Cristo! Sonámbulo por el camino,
huérfano de un destino sin destino,
creo que un día habré de ver tu Faz.


En nada arraigo, nada me sustenta,
salvo tu amor y tu esperanza, Cristo;
de todo dudo, y hasta de si existo,
me
asquea todo y todo me atormenta.
Tenue fantasma, sombra macilenta
hecha de humo y de niebla fugaz,
voy en el mundo por la sobrehaz,
voy resbalando por el mundo horrendo:
¡quiero creer, para seguir creyendo,
Cristo, que un día habré de ver tu Faz!


Tu pobre Faz dolorida de hermano,
de hombre que nos abraza y se resigna,
yo he de tocarla con mi mano indigna,
y con tu luz se encenderá mi mano.
Pero hasta hoy, todo lo siento vano,
todo es ayer, todo es tiempo falaz.
En nada vivo ni encuentro solaz,
en nada
estoy, porque ni estoy conmigo:
mas yo veré tu clara faz de amigo,
¡Cristo! Algún día habré de ver tu Faz.


Oh, Cristo, hermano, a tu merced confío
este largo dolor, estos pequeños
dolores de la vida y de los sueños,
lo que he logrado y lo que siempre ansío.
Por encima del odio y del hastío,
sobre la sierpe y el ave
rapaz,
sube mi fe hacia Ti con vuelo audaz:
¡Tú romperás esta prisión de hierro,
tierra libre darás a mi desierto
y un día, Cristo, habré de ver tu Faz!


Y en ese día, al dispersarse al viento
mi ansiedad y mi angustia advenedizas,
al deleznarse en polvo y en cenizas
mi soñar, mi existir y mi tormento,
desnudo al fin de todo pensamiento
y hasta de mi conciencia contumaz,
¡yo surgiré de la tierra feraz,
que abonarán mis pobres huesos yertos,
y el Primogénito de entre los muertos
me alumbrará con la luz de su Faz!


ENVIO:


Príncipe Cristo, me aferro a tu cruz:
ancla es tu cruz, y balanza eficaz.
Por tu promesa amorosa y veraz
creo que al fin me inundará tu luz,
y que algún día yo he de ver tu Faz…

Alberto Guerra Trigueros, poeta, ensayista y periodista, 1937-1947. Poema inédito compartido por su nieto, el ingeniero Mathieu Albert Guely Guerra.

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Cristianismo Dia De Los Difuntos Opinión

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