Ser libres no debería ser un privilegio

Ser mujer, estudiar una carrera universitaria y sentirme segura en las calles de San Salvador es un privilegio que tenemos muy pocas. ¿Por qué es más inseguro el país para una mujer? ¿Por qué no hay igualdad de salarios? ¿Por qué son menos las mujeres en cargos de poder? ¿Por qué hay menos oportunidades de empleo para nosotras las mujeres? ¿Por qué nos llenan a las mujeres de tantas viñetas y reglas? Estas son algunas de las mil preguntas que todas las mujeres vivimos cada día en El Salvador y en muchos países de América Latina.

Ser mujer y vivir en El Salvador es sinónimo de vivir con miedo, de ser débiles y de pertenecer a una minoría. La sociedad nos ha empujado a mujeres y niñas a sentirnos como ciudadanas de segunda categoría, incluso cuando nosotras somos la mayoría y de nosotras dependen en gran medida los hogares salvadoreños.

Soy una de las pocas mujeres salvadoreñas con mucha suerte. He tenido el privilegio de contar con el ejemplo de una familia trabajadora, que desde pequeña me inculcaron el valor de soñar y decidir cual sería mi proyecto de vida. Una familia que me hizo sentir segura en todo momento y que me enseñó el valor de creer en mí misma para luchar por mis sueños. Y es lo que hice: desarrollé mis habilidades artísticas, me interesé en la política, estoy estudiando una carrera universitaria, fui candidata en una elección popular y ahora soy diputada de la República junto a Johnny Wright por el partido Nuestro Tiempo.

Pero mientras yo “disfrutaba” de mi aparente privilegio, casi 40 niñas por día quedaban embarazadas por una innegable violación y más de 900 mujeres desaparecieron en el último año. A pesar de todos los privilegios con los que he contado, hay muchísimas cosas  que siguen igual en nuestro país, y esto debe cambiar.

A pesar de los avances de nuestras luchas y de otras mujeres valientes en la historia, muchas de nosotras aún caminamos con miedo en la calle, seguimos siendo estigmatizadas por cómo nos vestimos o cuestionadas por cómo nos expresamos.

El Presupuesto General de la República para este 2022 asignó los fondos más bajos de los últimos 3 años en programas para la defensa de derechos de mujeres e igualdad de género. Estas decisiones las hicieron a pesar de saber que la violencia contra las mujeres sigue aumentando en números alarmantes.

Hoy más que nunca quiero luchar y levantar la voz para que todas las mujeres y niñas puedan soñar, puedan tener las oportunidades que yo he tenido, puedan comprender que cada una tiene el poder de ser lo que quieran ser. Estar en un cargo de elección popular no es una comodidad, no es un privilegio, no es un momento de gloria. O al menos no debería serlo.

Yo entré a la política como una mujer joven con poca experiencia en política, pero no por eso se me puede exigir menos. Ser diputada de la República es una responsabilidad enorme. Las pocas mujeres en la política tenemos la responsabilidad de convertir nuestra pequeña ventana de privilegio en una realidad de cualquier mujer. Ser una mujer en política es saber reconocer que la generación de nuestras abuelas y madres nos dieron el derecho a votar y de ser votadas. Pero es deber de mi generación hacer todo lo posible, para que en El Salvador, las niñas puedan soñar y hacer cumplir sus sueños, darles la libertad de ser quienes quieran ser cuando crezcan. Alcemos nuestras voces, sigamos la conversación, unámonos todas y todos en apoyo por los derechos de las mujeres. Tomemos acción.

Diputada suplente de Nuestro Tiempo