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Vacaciones instantáneas y provechosas

Mi “torre” de libros por leer cada día crece más, dándome la agradable sensación de lo mucho que disfrutaré y aprenderé con su lectura.

Por María Alicia de López Andreu
Empresaria

Desde mi lejana infancia, las vacaciones, ya fueran largas, cortas o de apenas una tarde, significaban para mí el poder dedicarme a la lectura. Ahora, en plenas fiestas agostinas, disfruto esa inigualable experiencia de vivir otras vidas, en otros lugares, incluso en otros siglos, gracias a las páginas amigables y olorosas de un buen libro.

Aprendí a leer, gracias a la paciencia de mi madre, a quien a cada segundo interrumpía en sus quehaceres preguntando “¿cómo suena esta letra?”. Y así, sonido a sonido, cuando asistí al Kinder ya leía, prácticamente, de corrido. Recuerdo las primeras lecturas de mi infancia, que mi hermano Carlos me proporcionó: Corazón, de Edmundo D´Amicis, cuyo impacto jamás he olvidado. Al releerlo ahora, en la vejez, resaltan mayormente sus grandes lecciones; el amor y la unidad familiar, la honestidad, el sacrificio por los demás, el amor al trabajo y al estudio, el valor de la amistad y la durísima lección de saber que la muerte, así como otras dolorosas experiencias, son parte esencial de la vida y deben afrontarse con valor y determinación. ¿Habrá un valiente que proponga incluir “Corazón” dentro de las lecturas obligatorias para la materia de Lenguaje? Lo dudo.

“La Cabaña del Tío Tom” fue otra de mis primeras lecturas: instructiva, entretenida y muy conmovedora. A medida que crecía, leí todas las obras de Mark Twain, Conan Doyle, Agatha Christie, Carmen de Icaza, y muchas de Taylor Caldwell, Julio Verne, Pérez Galdós, Stefan Sweig, Hugo Wast y tantos otros autores, cuyos libros estaban en la biblioteca de mi papá. Los libros, además de ser mis grandes amigos, fueron también un lazo más de unión con mi padre y hermano, al conversar sobre puntos de vista que cada uno había extraído de la lectura. Y, como exalumna asuncionista, siempre me acompañaba de algún libro de temas espirituales, principalmente, la Biblia, cuya lectura ha sido de enorme consuelo y fortaleza en los momentos más difíciles.

Se llegó el tiempo en que, debido a mi trabajo, debí cambiar radicalmente los temas de mis lecturas, enfocándome en asuntos de administración, contabilidad, economía, recursos humanos, leyes, política y todo lo relacionado con la vida empresarial. Por muchísimos años no volví a leer ninguna novela, pero el hábito de tener siempre un libro a mano jamás lo perdí.

De nuevo cambió el panorama y desde hace ya varios años he vuelto a disfrutar de la lectura por placer, sin abandonar los libros de temas empresariales. Para un mejor aprovechamiento, procuro leer una novela de algún escritor de actualidad, alternado con un libro “de antaño”, mezclando algún tema “serio” (los asuntos económicos y políticos son apasionantes, si están bien escritos) y, de vez en cuando, algún libro en inglés, para quitar telarañas a la mente. Los libros se convierten en seres vivos que nos rodean y apoyan.

Y así, mi “torre” de libros por leer cada día crece más, dándome la agradable sensación de lo mucho que disfrutaré y aprenderé con su lectura.

Me he extendido sobre un tema muy personal porque desearía que muchísimas personas más disfrutaran cualquier día, a cualquier hora, de una maravillosa vacación, con sólo el hecho de tomar un libro en sus manos. Si no lo ha intentado antes, inténtelo ahora y comience a vivir, sanamente, miles de experiencias que nunca imaginó.

¡Feliz lectura!

Empresaria.

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