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Camino a Emaús

“Eres tú el único que desconoce lo sucedido en Jerusalén?” le pregunta Cleofás a Jesús.

Por Rolando Simán
Empresario

Jesús resucitado, como un viajero más, se le aparece a dos discípulos camino a Emaús. El Señor no quería aún ser identificado. Uno de ellos, Cleofas, entristecido, le pregunta si no sabe lo sucedido en Jerusalén. Jesús les pregunta qué pasó. Ellos le hablaron de sus esperanzas fallidas, de las noticias que habían traído las mujeres , del sepulcro vacío … pero a Él nadie le había visto. Jesús les dijo en ¡Cómo les cuesta creer lo que dijeron los profetas! Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él” (Lucas 24, 25.27).


Ahora no es Cleofas el que nos pregunta, sino el Señor quien nos pregunta si sabemos lo que sucedió en el Gólgota. Muchos de nosotros le responderemos que por supuesto que sí, que asistimos a la iglesia por lo menos el Domingo de Ramos y el Domingo de Resurrección o a algún servicio religioso.


Pero yo me pregunto si verdaderamente hemos comprendido lo que sucedió entonces. Jesús, Dios y Hombre verdadero es torturado de una forma brutal y colgado de una cruz para salvarnos. ¿Hemos comprendido esta realidad, este misterio incomprensible? ¡El Hijo de Dios crucificado! No tiene sentido. Jesús nos lo explica cuando se le aparece a María Magdalena. Le dice: “Déjame que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios” (Juan 20, 17). Jesús nos llama hermanos y su Padre es nuestro Padre , su Dios es nuestro Dios”. Verdaderamente somos hermanos de Jesús e hijos del mismo Padre. Es la razón por la que Dios nos envía a su hijo para salvarnos y permite su muerte en la cruz.


Los discípulos huyeron cuando apresaron a Jesús y muchos de nosotros también lo hemos abandonado. Otros hemos asistido a los servicios, pero no necesariamente hemos comprendido lo que pasó en la cruz. Francisco I nos pregunta: “¿Quién soy yo ante mi Señor? ¿Quién soy yo ante Jesús que entra con fiesta en Jerusalén? ¿Soy capaz de expresar mi alegría? O ¿guardo las distancias? ¿Soy yo como Judas que finge amar y besar al Maestro para entregarlo? ¿Soy yo como Pilato? ¿Que cuando la situación se pone difícil me lavo las manos? ¿Soy yo como los soldados que golpean al Señor, le escupen, lo insultan? ¿Soy yo como el Cirineo que le ayuda al Señor a llevar la cruz? ¿Quién soy yo ante Jesús que sufre? ¿Dónde está mi corazón? ¿A cuál de estas persona yo me parezco?”.


Según responda a estas preguntas sabré si estoy informado de lo que verdaderamente pasó en Jerusalén. Si Jesús verdaderamente resucitó para mí y está transformando mi vida. Pidámosle a ese Jesús que nos explique las escrituras y que encienda nuestro corazón como a los discípulos camino a Emaús.

Empresario.

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Cristianismo Opinión Pascua

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