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Una ética propositiva

La ética que promulga Jesús es propositiva. Es una invitación a hacer algo saludable para el sujeto y para con quienes nos relacionamos. Las bienaventuranzas vienen a ser el paradigma o marco de referencia de un seguidor de Jesús. Empezando por el encabezado de cada una de sus propuestas: Bienaventurados los que… Término que se puede traducir con más fuerza expresiva como “felices”, “dichosos”.

Por Heriberto Herrera
sacerdote salesiano

Es frecuente que se enfoque la ética, y sobre todo la ética cristiana,  como un proyecto de vida restrictivo que limitaría las posibilidades de vivir la vida a plenitud. Sucede cuando se considerar la ética cristiana solo en el marco de los diez mandamientos, casi todos definidos en negativo: no matar, no robar, no… Ese marco básico de la ética, que es válida para cristianos y no cristianos, podría ser considerada como un mínimo de decencia del buen vivir. Algo así como una higiene moral básica. Cuando se quiere cultivar un terreno, primero hay que cortar la maleza y quemarla. Solo entonces se podrá sembrar la buena semilla, con la esperanza de que brote, crezca y dé abundante cosecha.

La ética que promulga Jesús es propositiva. Es una invitación a hacer algo saludable para el sujeto y para con quienes nos relacionamos. Las bienaventuranzas vienen a ser el paradigma o marco de referencia de un seguidor de Jesús. Empezando por el encabezado de cada una de sus propuestas: Bienaventurados los que… Término que se puede traducir con más fuerza expresiva como “felices”, “dichosos”.

Entonces se trata de un proyecto de vida que conduce a una vida plena, realizada. Son proposiciones abiertas que no se agotan en un simple sí o no, sino que abren un camino de crecimiento inagotable.

Mansedumbre, limpieza del corazón, capacidad de perdonar,  misericordia, sobriedad de vida… son rasgos de un discípulo de Jesús que ha alcanzado una vida realizada, saludable, positiva. Porque son los mismos rasgos de la persona de Jesús, el hombre perfecto. Como quien dice: Síganme, vivan como yo.

Una lectura miope de las bienaventuranzas llevaría a pensar en discípulos apocados, tímidos, de visión estrecha. Todo lo contrario. Jesús es el hombre valiente, fuerte. Su grandeza no descansa en dominar, sino en servir. No discrimina entre buenos y malos, sino que invita a todos a vivir como él. El amor, si es legítimo, enaltece al ser humano. El pecado, en cambio, humilla y destruye.

Seguir a Cristo, vivir como él vivió es el mejor camino de la realización personal: dichoso, feliz, bienaventurado quien opta por los valores evangélicos que transforman una vida mezquina en una vida plena, radiante. Para muestra, allí está la legión de santos y santas que tuvieron el valor de optar por ese camino de discipulado, que humanamente puede sonar a timidez, pero que, en realidad, exige una enorme capacidad de renuncia por valores más allá de las expectativas mezquinas de una supuesta realización humana estrecha.

Jesús dirá: He venido para que ustedes tengan vida, y abundante.

Sacerdote salesiano y periodista.

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