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¿Suerte y azar en el fin del conflicto salvadoreño?

Fue el proceso bajo los auspicios de las Naciones Unidas, entre 1989 y 1992, que logró el fin del conflicto en El Salvador, y desde entonces la realidad es que hacer país solo es posible sobre la base de construcción de consensos para lograr la integración nacional que lime fracturas, disminuya la exclusión y se logre el tan anhelado y tan esperado desarrollo. 

Por Francisco Galindo Vélez

Siempre he creído que la suerte y el azar tienen un importante papel en la vida, la historia, la política y la resolución de conflictos. Hay hechos que ocurren como resultado de un diseño bien planificado, pero también los hay que son el resultado inesperado de esos mismos diseños, y otros que simplemente llegan. 

En relación con el proceso de paz salvadoreño, el 25 de junio de 2017 el cotidiano colombiano El Espectador me publicó el artículo titulado ¿Suerte y serendipia en el fin del conflicto en El Salvador? Hay varios sucesos que ocurrieron no por la voluntad o por el diseño de las partes que contribuyeron a dar forma al resultado final, firmado en el Palacio de Chapultepec el 16 de enero de 1992:

1) Ni vencedores ni vencidos: El objetivo de ambas partes era ganar la guerra y poner en marcha su visión de país, pero resultó que ninguna pudo ganar la guerra y eso las obligó al diálogo y la negociación. Desde casi los inicios del conflicto, Francia y México hicieron saber a través de una declaración conjunta que un conflicto como el salvadoreño solo podía terminar en una mesa de negociación. Y ambas partes en el conflicto hablaron de una solución negociada, pero estaba claro que en aquel momento todavía se trataba de posturas destinadas a ganar adeptos y simpatías al interior del país y en el extranjero.

En todo caso, hubo encuentros y procesos propiciados por la Iglesia Católica, por el Grupo de Contadora (Colombia, México, Panamá y Venezuela), que después contó con el Grupo de Apoyo (Argentina, Brasil, Perú y Uruguay), y por los presidentes centroamericanos con Esquipulas I y II. El proceso de Esquipulas no logró el fin de las guerras en El Salvador y Guatemala, pero si lo logró en Nicaragua y, en general, contribuyó a la distención en la región. Además, esos tres esfuerzos lograron que se fuera superando la idea de que la paz negociada era una forma de traición o rendición, que se fuera reanudando el contacto entre las partes en conflicto y que se fueran vislumbrando la forma que podía tener una paz negociada.

Finalmente, fue el proceso bajo los auspicios de las Naciones Unidas, entre 1989 y 1992, que logró el fin del conflicto en El Salvador, y desde entonces la realidad es que hacer país solo es posible sobre la base de construcción de consensos para lograr la integración nacional que lime fracturas, disminuya la exclusión y se logre el tan anhelado y tan esperado desarrollo. 

2) Cinco organizaciones guerrilleras en un solo frente: El hecho que las cinco organizaciones guerrilleras estuvieran unidas en un solo frente permitió una negociación de la paz entre dos partes, pues cinco negociaciones separadas hubieran complicado aún más la compleja realidad de la época. Ciertamente, cuando las cinco organizaciones guerrilleras se unieron en un solo frente no lo hicieron pensando en la negociación de la paz; lo hicieron para ganar la guerra, pues para las dos partes en conflicto prevalecía una lógica de victoria militar, pero eso hubiera significado que una parte hubiera impuesto su voluntad sobre la otra y que la parte sometida de la población hubiera quedado excluida.

3) Fin de la Guerra Fría: Permitió a El Salvador salir del tablero de los grandes de este mundo. La guerra en El Salvador no la crearon ni inventaron los grandes del planeta, fue una construcción de los propios salvadoreños, pero inevitablemente cayó en el contexto de la Guerra Fría. Con el fin de esa guerra terminó el temor de la exportación y la expansión del comunismo y países como los Estados Unidos, que durante el conflicto apoyaron a una de las partes, decidieron apoyar la paz. 

Así, los Estados Unidos y la agonizante Unión Soviética acordaron medidas para terminar los conflictos en Centroamérica, y los Estados Unidos se convirtieron en promotor activo del proceso de paz y de la aplicación de los Acuerdos de Paz. Este papel de los Estados Unidos, combinado con esfuerzos similares que realizaron los Países Amigos del secretario general de las Naciones Unidas (Colombia, Venezuela, México y España), fue fundamental para llegar a los Acuerdos de Paz y para su posterior puesta en marcha, pues brindaron un fundamental apoyo a la Misión de Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL).

4) Acuerdos humanitarios parciales durante el conflicto: Humanizar un conflicto siempre parece una contradicción de términos, pero es una realidad de la humanidad y por eso se ha desarrollado el Derecho Internacional Humanitario desde la segunda mitad del siglo XIX. En el caso salvadoreño, esos acuerdos humanitarios, puntuales por su naturaleza, contribuyeron a allanar el camino al acuerdo que finalmente pondría fin al conflicto.

Cuando en El Salvador las partes en conflicto reconocieron el Derecho Internacional Humanitario, el Comité Internacional de la Cruz Rojas (CICR) pudo visitar cárceles y facilitar el intercambio de prisioneros y la liberación de rehenes, en algunos casos poniendo en marcha acuerdos que había logrado el arzobispo Arturo Rivera y Damas. Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), pudo aplicar el Derecho Internacional de los Refugiados, facilitó el retorno voluntario de refugiados salvadoreños en otros países, dio seguimiento a su situación y proporcionó ayuda a retornados, desplazados internos y a poblaciones aledañas. Además, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), pudo aplicar su concepto de niños como zonas de paz que logró varias treguas para la vacunación de miles de niños y adolescentes.

5) Ausencia de narcotráfico: El fin de conflicto se logró antes del perverso desarrollo del narcotráfico y de su impresionante influencia en el cotidiano de los países de la región. Un tal estado de cosas hubiera hecho más difícil poner fin al conflicto porque hubieran entrado en juego otros intereses y se hubiera dificultado la reintegración, pues en aquel momento para muchas personas el mundo de los ilícitos hubiera sido atractivo y hubieran desdeñado la alternativa de los proyectos de integración que se pusieron en marcha con el apoyo de la comunidad internacional.

6) Ausencia de recursos naturales: Esta realidad simplificó el fin del conflicto. Generalmente se cree que los recursos naturales son una gran bendición, pero su ausencia también puede serlo por dos razones: primero, porque los recursos naturales despiertan la codicia de los de afuera, y segundo, porque en términos reintegración no había alternativas a los proyectos que se pusieron en marcha. En otras palabras, en aquel preciso momento y sin confundir con lo que vino después, no había alternativas de ingresos por actividades ilícitas relacionadas con los recursos naturales. Todavía no se entiende bien la ventaja de no tener recursos naturales porque se sigue pensando de manera tradicional y no, como dicen en inglés, “out of the box”, es decir, pensar de una manera no tradicional o convencional, como lo hicieron los singapurenses para inventar una viabilidad nacional a su país de 719 km2 y convertirlo en la 35ª economía del mundo.

7) Un genuino mediador: Se insistió en que el papel del Representante del secretario general de las Naciones Unidas sería el de un intermediador seguramente por temor a que se pudiera creer de que la paz sería impuesta desde afuera. Por suerte, el secretario general nombró al experimentado diplomático peruano Álvaro de Soto que convirtió su papel en el de un verdadero mediador con propuestas claras y con llamados de atención para que las partes asumieran sus respectivas responsabilidades. Así, la paz la hicieron los nacionales con la ayuda de un mediador muy capaz, sin olvidar que cada una de las delegaciones negociadoras contó con verdaderos demócratas que hicieron aportes fundamentales al diseño y contenido de los Acuerdos de Paz.  

En la resolución de conflictos es importante distinguir entre el fin de un conflicto y la construcción de la paz que le sigue. En el caso de El Salvador, a 32 años de su firma, el análisis de los Acuerdos de Paz confirma la visión integral de los negociadores para poner fin al conflicto, desarticular las causas de la violencia y construir la paz. En términos de su aplicación, la primera parte fue francamente ejemplar y se sigue considerando uno de los grandes éxitos de las Naciones Unidas porque logró, inter alia, el cese al fuego, el fin del conflicto, la desmovilización y la incorporación de los miembros del FMLN a la vida política, civil y social del país y grandes transformaciones institucionales que cambiaron el país y la vida de sus ciudadanos. 

La falla ocurrió en la segunda parte de los Acuerdos de Paz, pues los que tenían responsabilidad en aquella época prefirieron enviarla a las calendas griegas, y con el tiempo la violencia empezó a mutar hasta llegar a lo que algunos han calificado de guerra social. Esa segunda parte estaba diseñada para limar las fracturas económica y social que siguen generando exclusión. Se perdió la oportunidad de construir un Estado de derecho fuerte, respetuoso de los derechos humanos, con presencia efectiva en todo el territorio y con monopolio de la autoridad.

Francisco Galindo Vélez es exEmbajador de El Salvador en Francia y Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y ex Representante adjunto en Turquía, Yibuti, Egipto y México.

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