Jocelyn y Karen pasaron de ser desempleadas a tener su propio negocio de pan

Al enfrentarse a un cese indefinido de su contrato de trabajo, las jóvenes vieron en el emprendimiento de panadería una forma de generar ingresos y ayudar a sus padres con los gastos del hogar.

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Jocelyn Rivera y Karen Mancía, dos jóvenes emprendedoras en panadería de Ilopango. Foto EDH/Jessica Orellana

Por Jessica Orellana

2020-07-11 10:20:02

Jocelyn Rivera y Karen Mancía son dos jóvenes que pasaron de ser empleadas a ser sus propias jefas. Desde muy pequeñas aprendieron a hornear; sus padres han tenido una panadería por más de 15 años en la colonia Nuevos Horizontes, del municipio de Ilopango. Ellas han retomado el oficio de sus padres para llevarlo a otro nivel.

Cachitos rellenos de mantequilla con ajo, jamón y quesillo, flautas rellenas de quesillo, jamón, chile y cebolla y una variedad de pizzas: peperoni, jamón, hongos, carne, salchicha, hawaiana y mixtas son la variedad que las jóvenes ofrecen en su negocio.

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Pizzas, cachitos y flautas, el emprendimiento de dos jóvenes de Ilopango que quedaron desempleadas durante la pandemia

Al enfrentarse a un cese indefinido de su contrato de trabajo, las jóvenes vieron en el emprendimiento de la panadería una forma de generar ingresos y ayudar a sus padres con los gastos del hogar.

“Yo trabajaba en un hotel y dejé de percibir el salario que tenía, fue ahí donde nos dimos cuenta que teníamos que hacer algo para generar dinero y nos surgió la idea de hacer panes con ajo, flautas y pizzas y venderlas”, relata Karen Mancía.

Todo empezó como una prueba y las primas decidieron sumarse al trabajo que sus padres ya hacían.

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De hacer pan francés, pasaron a agregar otros productos. La receta se fue perfeccionando, los ingredientes y técnica iban agarrando forma y los clientes se iban sumando.

“Al principio empezamos con los vecinos del pasaje, pero fueron ellos mismos los que hicieron la bulla y empezamos a vender más y más; la gente buscaba el pan francés, pero también preguntaban por el pan con ajo y los fines de semana vendíamos las pizzas”, cuenta la joven.

 

Cada vez son más los clientes que se suman a probar y recomendar los bocadillos; eso ha llevado a las jóvenes a vender los panes el martes, jueves y viernes, y solo sábado venden pizzas.

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“Fue así que decimos avisarle a más vecinos, gente que vive a los alrededores. Empezamos vendiendo 40 o 50 panes y ahora ya producimos hasta 150 panes; los primeros días nosotros salíamos a venderlos y ahora todos los pedidos son por encargo”, asegura Jocelyn.

Las jóvenes tuvieron que reinventar el negocio familiar. “Nosotros nos quitamos la pena. Yo estaba acostumbrada a mi empleo formal y la situación ha hecho que emprendamos, que el negocio de nuestros padres lo innovemos haciendo algo que quizás antes hacíamos solo para la familia”, añade.

Ambas ven en el negocio una posibilidad de poder continuar con el emprendimiento y aunque las medidas de confinamiento pasen, aseguran que han logrado equilibrar su tiempo. “Yo antes salía de mi casa a las 7 de la mañana y regresaba a mi casa a las 9 de la noche, ahora trabajo medio tiempo y gano un poco más de lo que ganaba en mi trabajo”, expresa Jocelyn.

La pandemia del COVID-19, con sus abruptas consecuencias económicas, ha llevado a muchos salvadoreños a emprender algo propio, en el mejor de los casos, o a replantearse estrategias de trabajo.