Proyecto comunitario protege 7,000 huevos de tortuga golfina en La Unión
En Punta Chiquirín, comunidad costera de La Unión, un vivero comunitario logró evitar que miles de huevos de tortuga marina terminaran en el mercado negro.
Por
elsalvador.com
Publicado el 12 de diciembre de 2025
En la playa Punta Chiquirín, La Unión, un vivero comunitario ha logrado proteger más de 7,000 huevos de tortuga golfina, evitando su venta ilegal. El proyecto, apoyado por FUNSALPRODESE y una agencia de créditos, involucra a recolectores locales que reciben incentivos por entregar huevos para incubación. Aunque enfrentan pérdidas por el clima, ya han liberado 700 neonatos. Es la primera experiencia de conservación en la zona y esperan financiamiento para continuar en 2026. Más allá de la protección ambiental, el proyecto ha generado un fuerte vínculo emocional en la comunidad y promueve prácticas sostenibles con beneficios sociales y económicos.
En la playa Punta Chiquirín, ubicada en el cantón Agua Escondida del distrito de La Unión, un grupo de líderes comunitarios, técnicos y recolectores ha logrado algo inédito: proteger más de 7,000 huevos de tortuga marina de la especie golfina, evitando que lleguen al consumo o a la venta ilegal.
El logro es parte del proyecto de Conservación y Protección de Tortugas Marinas, una iniciativa que funciona desde septiembre gracias al apoyo de una agencia de créditos de San Salvador y la Fundación Salvadoreña para la Promoción Social y el Desarrollo Económico (FUNSALPRODESE).
“Antes no teníamos dónde proteger los huevos, así que muchos se vendían o consumían. Ahora, la comunidad está comprometida con verlas nacer y devolverlas al mar”, cuenta Santos Cruz Cárdenas, viverista del proyecto.
Según Cárdenas, aunque es la primera vez que un corral o vivero funciona en la zona, ya han liberado alrededor de 700 neonatos de tortuga.

¿Cómo funciona el corral y por qué es importante?
El vivero funciona como una ramada de arena donde se siembran los huevos recolectados por habitantes del lugar. Estos nidos son monitoreados de cerca por viveristas, quienes controlan factores como la temperatura, presencia de plagas y el tiempo estimado para la eclosión. Una vez que nacen las tortugas, son liberadas en la misma playa donde fueron recolectados los huevos.
Aunque aproximadamente el 20 % de los huevos no sobreviven debido a factores climáticos, los técnicos del proyecto ven este primer año como una experiencia valiosa.
“Estamos haciendo ajustes para reducir las pérdidas. Cada tortuguita que logramos liberar vale el esfuerzo”, asegura Cruz Cárdenas.
El proyecto no solo protege la fauna marina, también representa una fuente de ingresos para unas 25 personas de la comunidad que recolectan los huevos y reciben un incentivo económico: $2.50 por cada 14 unidades entregadas al vivero.
Esto ha permitido cambiar la lógica de recolección para fines comerciales ilegales por una dinámica de conservación con beneficio comunitario.

Más que conservación: un vínculo emocional
Para Milagro Villatoro, encargada de la administración del vivero, el impacto ha ido más allá de lo ambiental. “Hay señores recolectores de más de 70 años que vienen a ver cómo nacen las tortugas. Eso nos emociona mucho”, dice.
Ella también confirma que el proyecto está previsto para finalizar en febrero de 2026, aunque esperan conseguir financiamiento para continuar más allá de esa fecha. “Nuestro objetivo es iniciar en agosto del próximo año para aprovechar toda la temporada de desove”, afirma Villatoro.
Actualmente, en el corral hay más de 30 nidos activos, algunos con más de 125 huevos que están en distintas etapas del proceso de incubación. Se estima que este proceso toma entre 45 y 60 días. El monitoreo constante y el aprendizaje adquirido durante esta primera experiencia son claves para mejorar los resultados en los próximos ciclos.

Te recomendamos: Estados Unidos planea exigir el historial de redes sociales a turistas sin visa
¿Por qué es clave esta iniciativa?
En El Salvador, la comercialización de huevos de tortuga está prohibida por ley debido a su impacto en la conservación de especies en peligro de extinción.
Sin embargo, la venta clandestina sigue siendo una práctica común en diversas zonas costeras. Iniciativas como la de Punta Chiquirín ofrecen una alternativa tangible, alineada con la protección ambiental, la educación comunitaria y la generación de ingresos legales.
“Lo más bonito es que muchos trabajan solo por verlas nacer. Eso da esperanza”, concluye Cruz Cárdenas, quien ya se prepara junto al resto del equipo para el próximo ciclo reproductivo de las tortugas.
Con reportes de El Diario de Hoy
