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“Yo no quiero que me regalen cama, viene el agua y se la vuelve a llevar”, reclaman habitantes de la Santa Lucía

“Que no vengan a regalarme cama” dice Martina Bonilla, pese a que duerme en una colchoneta porque el agua se llevó sus pertenencias.

Por Lissetee Monterrosa/ E. Chacón | Jul 23, 2022- 20:23

Foto EDH/ Lissette Monterrosa

Las palabras de Martina no son capricho, sino la respuesta a la dura realidad de los que viven en la zona de El Triángulo, en la colonia Santa Lucía, en Ilopango; quienes hace menos de dos días vieron como sacaban en lancha a un grupo de pasajeros que iban en un microbús que la corriente arrastraba al lugar donde el agua lluvia había subido más de un metro. Según testigos había 21 pasajeros.

Pero ayer, de esa escena que se volvió viral en el internet, no quedaba más evidencia para los curiosos que la lancha dejada en un arriate.

Foto EDH/ Lissette Monterrosa

Sin embargo, para Martina el problema está vigente.

Y aunque la situación de que el agua lluvia entré a sus casas no es nueva, ha sido a partir del 2020 cuando se agudizó y con cada aguacero se forma un enorme encharcamiento.

Basada en su experiencia y lo que ha visto, ella dice que las inundaciones se deben a que han cerrado pozos por donde se drena el agua lluvia.

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El primer gran golpe lo recibió Martina y su familia en mayo de 2020, cuando la tormenta Amanda azotó el país, y en la zona de la Santa Lucía a unas 125 familias el agua les anegó sus hogares. Perdieron todo.

Tras aquella tragedia, Martina y su esposo decidieron colocar estantes, por toda la casa, lo más alto que se pudiera porque cuando les azotó Amanda lo único que pudieron recuperar de su tiendita era el producto que estaba en la repisa más alta.

La casa de los Bonilla ha sido modificada para paliar las inundaciones. La refrigerado está levantada sobre una estructura, tienen sillas plásticas en lugar de sofás de tela y acolchados, optan por colchonetas y cama de lona en lugar de un colchón de resortes; entre más alto menos riesgo de que el agua destruya.

“Salvamos solo lo que estaba en la última tabla de arriba. Perdimos todo lo que se tiene en una casa, los cipotes hasta las computadoras perdieron. Todo lo del negocio perdimos”, recuerda Martina del 2020.

Foto EDH/ Lissette Monterrosa

Debido a la crisis económica en que quedaron, uno de sus dos hijos   puso en pausa sus estudios y comenzó a trabajar.

 “La gente nos dice: ‘Pero ahí se inunda ¿y por qué no se van?’. Yo quisiera irme porque cada vez que pasa esto da pánico.  Pero ¿para dónde nos vamos a ir?”, dice Martina, quien tiene 27 años de vivir en esa casa, una de las más afectadas con el punto de inundación.

“La gente me dice ‘venda la casa’, pero quién me va a comprar en estas condiciones; ¡ni crédito dan por estas casas! ¿Y cuánto me van a dar? ¿Y dónde compraría con eso?”, añade.

En el 2020, en esa misma colonia se formó una cárcava.  Y hubo obras de mitigación.

Martina asegura que fue en ese contexto, cuando cerraron los pozos por donde se drenaba el agua a un barranco, porque es a partir de ese año cuando la situación de las inundaciones se volvió crisis.

“La cantidad de agua que baja es exagerada. Y si el agua se fuera para el barranco no habría este problema. Uno conoce la ruta del agua y sabe cuándo hay problemas”, comenta.

También recuerda que hace 25 años, un grupo de universitarios realizó su tesis sobre los drenajes de esa colonia y que ellos ubicaron que tanto las aguas servidas como las de lluvia iban en la misma tubería.

“En esta tormenta hubo el agravante que se nos abrieron las puertas y se nos fue todo el producto. Perdimos más que cuando Amanda. porque hoy fue tan rápido. Aquí es la de no acabar, y el Gobierno bien pudiera hacer. Antes decían que la alcaldía no quería, pero hoy tienen la alcaldía, los diputados, todo tienen y peor estamos”, lamenta.

Y una de las cosas que más le preocupa es la movilidad y seguridad de su hijo, quien sale de su trabajo ya entrada la noche.

Foto EDH/ Lissette Monterrosa

“En esta tormenta se le arruinó el carro al cipote. Cuando mi esposo vio la tormenta le dijo que lo llevará más arriba; cuando iba otro carro no lo dejó pasar. Ambos se apagaron.  Todavía está arruinado”, dice la madre, quien cierra su narración diciendo: “Esta es la historia de la Santa Lucia”.

Eleodoro Alas   también vive en ese sector de la populosa colonia y sus palabras le apuestan a que le den una solución definitiva al problema de la inundación.  Habla con propiedad de la situación y basa sus palabras en la experiencia que tuvo   porque “fui parte del concejo municipal por seis años” en Ilopango.

“Aquí pasaron nueve años sin que no se llenará (anegara) pero ahora a cada rato se inunda.  Aquí se necesita un trabajo integral”, dice Alas, quien lleva 12 años viviendo en el sector vulnerable. Antes vivió en otras áreas de la colonia.

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Al igual que Martina también señala que hay pozos cerrados y que cuando las tuberías se llenan el agua empieza a acumularse.

“Las tuberías que van bajo tierra se llenan en cinco minutos y las tapaderas que hay vuelan a metros de altura. Los pozos los cerraron para que no estorbe con el cemento de los trabajos que hacen en la zona de arriba”, asegura.

Además, insiste en que “abrir un tramo del bulevar es la salida. Pueden hacer obras de mitigación en la parte alta, pero si no lo hacen aquí el problema va a seguir”, advierte Alas, quien denuncia que ante las recientes inundaciones ha visto llegar funcionarios, quienes hacen la visita, escoltados por muchas cámaras.

“Aquí lo que queremos son soluciones y no el show”, sentencia y añade que “el responsable de la gente es el Estado, y a quién más le va a pedir uno. Es mucho lo que hay que decir, pero el llamado es a las autoridades competentes, que se toquen el cerebro y hagan esa salida de agua”, expresa.

Foto EDH/ Lissette Monterrosa

Alas manifiesta que ayer tenían una convocatoria de parte del Gobierno para recibir una cantidad de dinero, debido a los daños que sufrieron con las lluvias de 2020.

Pero el hombre dice con sinceridad: “yo no necesito que me den mil pesos, lo que necesito es que mis cosas no se arruinen”; y hace una comparación de la respuesta que ha recibido su colonia con la que ha dado Obras Públicas al sector de la residencial San Francisco, en la capital, donde ya se ejecutan obras en la bóveda del lugar.

Alas también hizo referencia a corno la situación que viven les afecta emocionalmente. “Toda la gente tiene un síntoma, a mí me duele el estómago. Si llueve hay que empezar a mover el carro, hay que sacarlo porque no se sabe la envergadura de la tormenta”.

Martina le ha dicho a su familia que si cuando la tormenta llegue está sola, ella dejará todo y se irá de la casa.

En similar sintonía Alas dice que “cuando llueve, saco el carro y me voy... y la casa hay que quede”.

Foto EDH/ Lissette Monterrosa

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