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Su sueño era ser enfermera; pero la sacaron de la escuela porque era suficiente con conocer su nombre

La ahuachapaneca estudió hasta sexto grado a pesar de su deseo de continuar en la escuela. Le tocó ayudar en los oficios domésticos y, además, vendía quesadillas y nances que recolectaba

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Por Cristian Díaz
Publicado el 21 de junio de 2024


Ángela Guzmán, de 56 años, soñaba de pequeña en convertirse en una enfermera; pero su deseo fue truncado debido a que su padre sólo le permitió que estudiara hasta sexto grado.

“Estudié hasta sexto grado y quería seguir estudiando; cuando le dije a mi papá me dijo que no, que ya era suficiente lo que había estudiado; que ya sabía cómo me llamaba, me dijo él. Mi sueño era seguir estudiando hasta bachillerato; en ese tiempo me gustaba la enfermería pero no tuve la oportunidad porque mi papá dijo que no, que ya sabía cómo me llamaba y ya no me quisieron mandar a séptimo grado”, relató Guzmán, quien reside en el área urbana del distrito de Tacuba, en Ahuachapán Centro.

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Lejos de continuar sus estudios, la ahuachapaneca debió de ayudar en los oficios domésticos y agrícolas.

César Méndez, de la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF), reconoció que el trabajo infantil lo que evita es que muchos jóvenes se convierntan en médicos, ingenieros, agrónomos o se especialicen en otras profesiones.

Keyla O, de 15 años y quien forma parte del programa de educación que tiene el distrito de Tacuba para erradicar el trabajo infantil, analizó que muchos padres de familia no piensan en los anhelos de sus hijos y por el contrario, los mandan a trabajar, restringiéndoles el derecho a la educación.

“Podrían anhelar ser doctores, enfermeros, ingenieros; ellos tienen el sueño de poder conseguir una carrera pero por el trabajo que les toca hacer, ya no pueden cumplir”, dijo la adolescente.

Ángela recordó que cuando tenía diez años iba, junto a otros niños, a recolectar nances a un cafetal que se encontraba cerca de su casa.

Lo que recogía era comercializado; parte de las ganancias se las daba a su madre y otra era para ella, para comprar cuando iba a la escuela.

A los 13 años también se dedicó a la venta de quesadilla; para entonces, las ganancias eran ahorradas para comprar tela para vestidos o calzado de hule.

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“Mi papá, como toda la vida fue agricultor, no le alcanzaba para comprarnos lo que nosotros queríamos. De esa forma sí me tocó trabajar”, explicó. 

La Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2022 establece que el 42.4% de los niños y adolescentes que están en condición de trabajo infantil no asiste a la escuela.

Además que un 2.1% de la población tiene entre 5 y 9 años; un 22.5%, entre 10 y 13; y el 75.4% tiene entre los 14 y 17 años, siendo el grupo de niños y adolescentes que principalmente realiza trabajo infantil en El Salvador.

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