“Se puede hacer un modelo viable de cuarentena sin coerción y miedo”, dice intensivista salvadoreño en Alemania

El intensivista salvadoreño radicado en Alemania José Gonzalo Batres Baires ha desarrollado un modelo de cuarentena con base a información estadística, el cual permitiría reactivar la actividad económica y resguardar a los más vulnerables.

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Por Lilian Martínez

2020-05-07 9:30:25

El Salvador inició su cuarentena general el 21 de marzo, cuando tenía tres casos diagnosticados de COVID-19. La decisión fue acertada, pero anticipada, según el intensivista José Gonzálo Batres Baires, quien todas las semanas es protagonista y testigo de la exitosa lucha de Alemania contra la pandemia en un hospital de Múnich. Él considera que “esos doce días de cuarentena prematura antes de la Semana Santa, serían más útiles y mejor justificados hoy en mayo”. No obstante, agrega: “Desde el punto de vista económico creo que todos coincidimos que no es viable prolongar la cuarentena. Entre más se prolongue la fase no productiva, más reacia se volverá la población a las medidas de salud pública necesarias”.

El 4 de mayo el país acumuló 555 contagios diagnosticados y 12 fallecidos por COVID-19. ¿Qué le espera a El Salvador en las próximas dos semanas?

Los cálculos matemáticos indicaban que en mayo se iba a acelerar la curva de casos nuevos con un crecimiento exponencial. Eso se podía asegurar en base al comportamiento de la pandemia en el resto del mundo, lo cual ha sido bastante similar entre distintos países. Actualmente en El Salvador se presentan unas características que hacen pensar que lo peor aún no ha llegado. Por ejemplo, el comportamiento de los pacientes que han ingresado a UCI y que luego de una semana son dados de alta es atípico.

El promedio de estancia hospitalaria en cuidados intensivos en todo el mundo es de 3 semanas. Lo cual hace pensar que en El Salvador todavía están manejando casos leves y en general muy pocos enfermos. Los pacientes verdaderamente graves están aún por venir, a medida suban los casos. Por otro lado si nos fijamos en la tasa de letalidad actual (mayor del 2%) aún no es normal, la cifra no se estabiliza. El comportamiento se asemeja bastante a la curva de Italia, que empezó a ver lo peor de la crisis pasados los 3,000 enfermos oficiales (sin contar la cifra oscura de subdiagnóstico).

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El primer fallecido en El Salvador ocurrió con apenas 40 casos positivos, en Italia cuando habían 70, en España murió el primer paciente existiendo 200 enfermos y en Alemania el primer deceso fue después de superar los 1,100 contagios. A Estados Unidos ni lo menciono porque es el peor ejemplo de lo que ha sucedido en el mundo entero.

Se ha estado hablando de la necesidad de una cuarentena más restrictiva. ¿Es eso viable y necesario?

En este momento es una pregunta muy difícil. Al empezar la crisis, el cierre del aeropuerto y fronteras así como el cerco epidemiológico en Metapán fueron correctos. Luego la cuarentena inició bastante rápido y sin suficiente respaldo técnico que la justificara: para el 21 de marzo habían solo 3 casos positivos. En retrospectiva las alarmas pudieron haberse detonado con los primeros dos fallecidos (uno importado y el otro local) alrededor del 1 de abril, justo antes de la Semana Santa, una oportunidad ideal para congelar todo.

Esos doce días de cuarentena prematura antes de la Semana Santa, serían más útiles y mejor justificados hoy en mayo. Desde el punto de vista económico creo que todos coincidimos que no es viable prolongar la cuarentena. Entre más se prolongue la fase no productiva, más reacia se volverá la población a las medidas de salud pública necesarias. Si no se presenta un plan de reapertura, se le abre espacio a posturas radicales como las que he visto últimamente en las redes sociales que banalizan la gravedad de la pandemia: que el número de muertos es poco o que los que se mueren de todas formas morirán dentro de pocos meses por otras enfermedades.

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Todo esto es falso. Hay varios estudios que señalan que los decesos no hubieran sucedido sin el SARS-CoV-2. Por eso urge una estrategia que tranquilice a la gente que ya tiene necesidad de salir a trabajar. La curva de cuarentena controlada que propuse hace unos días es precisamente para eso. Focalizar la cuarentena en grupos de riesgo y permitir que el resto salga a trabajar en los rubros más productivos y necesarios sin olvidar las medidas de prevención básicas. Por otro lado, el aumento notable de nuevos casos en los primeros días de mayo explica que la estrategia actual ya no da resultado.

No es posible que las personas sean llevadas a cuarentena en condiciones de hacinamiento o que sean privadas de libertad por salir a cubrir una necesidad básica. Lo más aberrante es que cada vez que alguien resulta positivo en estos lugares, todos los demás deben empezar la cuarentena desde cero. Clara señal que estos centros son mal administrados y no ejecutan un triage. Nadie sabe qué porcentaje de casos positivos se han originado en esos centros de contención. Esto dificulta también el análisis estadístico. Es ilógico y carísimo mantener a todas estas personas encerradas y mezcladas en grandes grupos. Lo más viable es iniciar un plan de aislamiento domiciliar para casos sospechosos y enfermos leves como en el resto del mundo. Los centros de contención deberían de reservarse para casos especiales como por ejemplo personas con condiciones promiscuas de vivienda.

¿Cómo podríamos identificar a la población que debería quedarse en casa o teletrabajar de haber un regreso a la actividad económica, una desescalada?

Desde el punto de vista médico, los grupos de riesgo son bien conocidos: mayores de 60 años, hipertensos, diabéticos, etc. El trabajo a distancia tipo “homeoffice” es un privilegio de muy pocos en El Salvador. Todo el que lo pueda hacer debería practicarlo. El gran problema es el comercio informal, la venta en la calle, el transporte público abarrotado, la ineficiente conectividad de las calles, el tráfico asfixiante, etc. Esto lo sufren la mayoría de salvadoreños que el hambre no les permite estar encerrados. Son problemas crónicos de la sociedad salvadoreña. Al salir de la cuarentena, sería una combinación perfecta para que el virus se propague a sus anchas. ¿Cómo hará el país para que las paradas de buses no se llenen en las horas pico o para que los buses no sean sobresaturados? Son muchos los problemas estructurales de nuestro país, a la cabeza el sistema de salud. Creo que de una u otra forma se deberá salir a trabajar. La esperanza es que esta crisis sea un punto de inflexión para que aspiremos a algo mejor, a un plan de país verdadero y no por sectores o revanchismos.

¿Cuáles son las precauciones que no deberíamos descuidar al finalizar la cuarentena domiciliar?

A pesar que la protección de las mascarillas normales no es óptima, se deberá exigir que todos la usen. El alcohol gel tiene que estar presente en todos los comercios, bancos, oficinas, transporte público, etc. Se deberán limitar los eventos públicos masivos e incluso las celebraciones sociales a un número específico. El intercambio comercial, los pagos, el desarrollo de opciones virtuales, todo lo debemos ver como una oportunidad. Es un cambio radical del estilo de vida al que está acostumbrado el salvadoreño. Una nueva cultura. Por eso insisto que esto puede marcar el antes y el después de una era. Que el país vea el futuro de otra manera y aspirar a algo mejor.

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¿Cómo podríamos implementar una cuarentena intermitente?

Todas las decisiones deben basarse en un criterio técnico científico. Si las autoridades de gobierno hacen esto se ahorrarán críticas, inspirarán confianza y además credibilidad. A la larga, la evidencia científica es la única garantía de que se hizo todo lo humanamente posible para evitar una catástrofe. Yo he hecho una propuesta de cuarentena controlada en base a datos técnicos epidemiológicos. Es un ejercicio muy sencillo pero sobretodo perfectible. Si el gobierno invita a una mesa técnica independiente con especialistas estoy seguro que se puede hacer un modelo viable de cuarentena y actividad económica, lejos de la coerción y miedo. Es extraño que los epidemiólogos locales no han tomado protagonismo.

En el Boletín No. 1 del Observatorio COVID-19 del Colegio Médico, hay algunas recomendaciones que deberían ampliarse pero me preocupa que tiene muy poco análisis epidemiológico de la realidad local. Cada país tiene momentos y realidades epidemiológicas distintas. Los modelos matemáticos hechos por FUSADES/UFG son una propuesta a la que el país debería aspirar, si por ejemplo existiera un instituto autónomo para el control de enfermedades, habría un panorama más claro.

El problema de los reportes de la UFG es que han lanzado 9 proyecciones distintas, y todas con resultados muy diferentes. En base a eso, no podemos esperar que el Ejecutivo, necesitado de mucha asesoría, tome decisiones adecuadas. Si por un lado el reporte le dice que sólo enfermarán 300 personas, pero también puede que sean 62,000 los enfermos.

Creo que al sector académico le hace falta valentía para dar una opinión y postura clara. Si hacemos ciencia, no debemos temer a equivocarnos, sabemos que el error y sesgo son parte de las proyecciones. Pero si usted viene y me dice que solo 4 salvadoreños van a morir por COVID-19 (según el escenario optimista de la UFG), disculpe pero no lo puedo tomar en serio. Si criticamos a la oposición política por ser raquítica, entonces la sociedad civil debe asumir el reto, pero no así de tibio. Para trascender al nivel político, donde se toman decisiones, hay que hablar claro y contundente.

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Hasta el 2 de mayo, las autoridades han hecho aproximadamente 25,000 pruebas desde mediados de marzo. Es decir 4 pruebas por cada 1000 habitantes. En los últimos días se han hecho entre 1,300 y 1,500 pruebas diarias. ¿Es eso suficiente?

La pregunta relevante es si las 1,500 pruebas diarias se la están haciendo a las personas correctas. Es cierto que entre mayor número de pruebas realizadas, mejoramos nuestra estrategia, pero en este momento es importante saber a quiénes se les hace el test o cuáles son los criterios. Siendo conservadores, El Salvador presenta una tasa de subdiagnóstico de por lo menos 53% (basado en el número de fallecidos al 3 de mayo). Si aplicamos otros métodos, la “cifra oscura” de subdiagnóstico, es aún mayor y El Salvador sale muy mal parado. En España se llegó a decir que un 85% de la población infectada no había sido analizada. Hoy 4 de mayo se publicó el “Estudio Heinsberg” que reveló que la tasa de letalidad real en Alemania es del 0,37%, lo cual conduce a que la cifra real de infectados alemanes es 5 veces más que lo reportado por las autoridades. No veo ninguna razón porqué en El Salvador esto debería ser distinto. Es probable que la cifra real de infectados al 3 de mayo en El Salvador supere los 3,000.

¿Cómo ha hecho este cálculo?

Con base en el número de muertos hasta el 3 de mayo. La evolución natural de la enfermedad es de 3 semanas, o sea que el que murió el 3 de mayo se contagió tres semanas atrás, cuando la tas de duplicación era de 7 días. Desde entonces los enfermos se han ido doblando cada semana.

Costa Rica es visto como un caso de éxito en cuanto a la atención de la pandemia. ¿Realmente es así? ¿Qué podemos aprender de los ticos?

Los números de Costa Rica son envidiables, son de primer mundo. Si los datos oficiales son verdaderos y hacen una buena cantidad de pruebas diarias, sus estadísticas son producto de decisiones técnicas y comportamientos en tiempos oportunos pero sobretodo del nivel educativo de la población, algo que viene de hace varias generaciones. Y es en eso donde no podemos igualarnos. La deuda educativa en El Salvador es abismal. He visto que algunos salvadoreños apelan al modelo liberal sueco de “cero restricciones”. Si no podemos compararnos con Costa Rica, es absurdo querer aspirar a una estrategia escandinava. Y aún así, los números de Suecia son preocupantes: 274 muertos por millón de habitantes. Alemania tiene solamente 82, Dinamarca 85 y Noruega 39 por millón de habitantes. La única ventaja de Suecia es que no ha bloqueado su economía, pero ¿a qué costo? Lo que podemos aprender de todos estos países es que la educación y el respeto a la institucionalidad marcan la diferencia.