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Mijaíl Gorbachov, arquitecto del fin de la Unión Soviética

Este martes falleció en Moscú Mijaíl Gorbachov, el último líder de la Unión Soviética y el arquitecto del intento de una Rusia democrática y transparente.

Por Ricardo Avelar | Ago 30, 2022- 15:58

Mikhail Gorbachov. Foto EFE

Este martes, falleció en Moscú Mijaíl Gorbachov, el último líder de la Unión Soviética y el arquitecto del efímero intento de una Rusia democrática y transparente.

A los 91 años, y por una "enfermedad larga y grave" según reportes de medios rusos, falleció el padre de las reformas que buscaron traer apertura al cerrado y autoritario régimen soviético.

Al momento de alcanzar el poder en 1985, Gorbachov se enfrentó a un sistema moral, económica y políticamente decadente. El octavo premier de la Unión Soviética también heredó una tensa relación geopolítica en un mundo que estuvo en varias ocasiones al borde de una sangrienta guerra nuclear.

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Pero su legado no es el de sus antecesores, líderes represivos que encabezaron una de las dictaduras más cerradas del siglo XX. El suyo fue el de entender los tiempos políticos y, en poco más de seis años, reformar profundamente a su país y ofrecerle la apertura al mundo que por más de ocho décadas había renegado.

Si bien su intención no fue directamente la disolución de la Unión Soviética, las reformas políticas y económicas que encabezó terminaron volviendo inviable uno de los mayores experimentos de planificación centralizada y puño de hierro que el planeta vio.

Sus grandes apuestas fueron dos: por un lado la Perestroika, o profunda reforma política que llevaría eventualmente al divorcio de la mancuerna partido-Estado. En su periodo al poder se creó la Presidencia de la Unión Soviética, con lo que terminó la vieja práctica de que el líder del partido era automáticamente el jefe de Estado. Asimismo, trajo consigo una mayor apertura política, denominada Glasnost.

reagan gorbachov
El 12 de julio de 1987, ante la puerta de Brandemburgo en Berlín, Ronald Reagan lanzó un reto a su par soviético: ¡Derribe este muro! Dos años y cuatro meses después, el muro cayó. Y cuatro años después, lo hizo la Unión Soviética. Foto EDH / AFP

Con esto, el poder dejaba de volverse inalcanzable e inapelable. Con esto, la Unión Soviética empezaba lentamente a aproximarse a esa idea de que el poder proviene y depende del consentimiento de los gobernados y no de la constante amenaza de la fuerza bruta.

Esta apertura política fue, al mismo tiempo, su espada de Damocles, su riesgo latente. Por un lado, los ortodoxos lo veían como un peligro por deshacer rápidamente el status quo soviético. Por otro, los más liberales que con la apertura fueron elevando sus voces esperaban cambios más rápidos y radicales. Atrapado entre ambas fuerzas fue removido del poder seis años después de llegar. Pero en medio, y auxiliado por poderosas alianzas, logró cambiar la inercia de la historia.

El fin de la Guerra Fría

Además de la apertura política y el inicio del fin de la dictadura, Gorbachov encabezó el cese de hostilidades y amenazas con los Estados Unidos, el histórico rival en un mundo al borde de una guerra de gran intensidad entre dos gigantescos polos desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

El octavo líder soviético encabezó la firma de un tratado que eliminaba un amplio abanico de armas nucleares que, de utilizarse, habrían sido devastadoras para toda la humanidad. También lideró el repliegue de las armas tácticas que Moscú había sitiado en varios países satélite del este de Europa y los cuales amenazaban a los enemigos occidentales de la URSS.

Gorbachov también terminó una década de invasión soviética de Afganistán y no interfirió en el colapso de la unión de repúblicas que por más de medio siglo permanecieron dominadas por la fuerza desde el Kremlin. Del mar Báltico a los Balcanes, nuevos países tuvieron la oportunidad de forjar su destino. Y de hecho lo hicieron y en su mayoría apostaron por la vida democrática que Moscú les prohibió por décadas.

Gorbachov y Centroamérica

El líder soviético dijo, en 1989, que las grandes potencias globales debían dejar de proveer "los suministros bélicos a América Central de cualquier parte que estos provengan". Esto afectó de manera importante a Cuba, a Nicaragua y presagiaba el final del acuerpamiento a la guerrilla salvadoreña que ya se encontraba en negociaciones de paz.

"La URSS no posee y no tiene la intención de tener en América Latina bases navales, aéreas y de cohetes o de ubicar aquí armamento nuclear u otros tipos de armas de exterminio en masa", dijo en su momento y llamó al resto de potencias a permitir un continente en paz y estabilidad, sin experimentos bélicos.

Pero esto no implicó una postura pasiva ante sus contrapartes occidentales. Gorbachov fue, de hecho, muy crítico del financiamiento de Estados Unidos a los contra, grupos rebeldes que se luchaban contra el régimen sandinista en la década de los ochentas.

La promesa inacabada

En 1998, un comercial de una reconocida cadena de pizzas fue grabado en Rusia y mostraba a Gorbachov entrando a una de las sucursales. Al instante, una familia inicia una discusión que reflejaba el eterno debate sobre el legado del octavo premier soviético.

Un adulto mayor lo mira y critica que ahí venía el responsable de la confusión económica. Un joven lo interrumpe y corrige: es el responsable de las nuevas oportunidades. El viejo repite, "tenemos inestabilidad política". El joven añade: "¡Por él tenemos libertad!" Caos, dice el señor. Esperanza, dice el joven. Inestabilidad, reitera el viejo. Y en medio del debate son interrumpidos para recordarles que gracias a Gorbachev tenían... esa cadena de pizza.

Este comercial es icónico para mostrar no solo la penetración del capitalismo a la otrora hermética Rusia. También deja entrever que la figura de Gorbachov abrió grandes debates en su país: ¿fue él un traidor a los valores de su país o un líder que abrió las puertas a un intento de democracia? ¿Lo hizo por principios o pragmatismo?

Más aún, reforzó el viejo adagio de que al inicio de los noventa, Mijaíl Gorbachov habría sido electo presidente de cualquier país del mundo, salvo Rusia. Esto, pues su promesa de democracia no trajo automáticamente esa prosperidad económica que se ofrecía. Por el contrario, las despensas seguían vacías.

Poco después, y tras reformas económicas y monetarias profundas, los rusos empezaron a experimentar mayor desarrollo, además de la oportunidad de disentir en paz y sin temor a ser desaparecidos por la poderosa maquinaria estatal.

La democracia, sin embargo, resultó más escurridiza. Y la promesa de un mercado libre fue sustituida por un sistema donde una casta de oligarcas, multimillonarios empresarios aliados del poder, se hicieron de grandes riquezas e influencia. Pero esto no fue gracias a Gorbachov, sino a reformas políticas inacabadas que confirman que la construcción de una democracia no necesita únicamente de un gesto inicial, sino de un mantenimiento constante.

El fin de una era

El mundo ha perdido este 30 de agosto a un líder que supo luchar contra la inercia de la historia, que supo enfrentar a una rígida cúpula a la que le habría resultado fácil eliminarlo y que supo elegir la paz en tiempos en que la confrontación era políticamente atractiva.

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