Fallece Dick Cheney, exvicepresidente de Estados Unidos, a los 84 años
Dick Cheney, figura clave en los gobiernos de George W. Bush y uno de los vicepresidentes más influyentes en la historia de Estados Unidos, murió a los 84 años.
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AFP
Publicado el 04 de noviembre de 2025
El exvicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, falleció a los 84 años por complicaciones de una neumonía y problemas cardíacos. Figura central en los gobiernos de George W. Bush (2001-2009), fue considerado uno de los vicepresidentes más influyentes del país, clave en las guerras de Afganistán e Irak y en la política de seguridad tras el 11-S. En 2024 sorprendió al apoyar a la demócrata Kamala Harris, al afirmar que Donald Trump “no estaba apto” para la Casa Blanca. Pese a sus problemas de salud, mantuvo una activa vida pública. Su legado sigue generando debate en la política estadounidense.
El exvicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, falleció a los 84 años debido a complicaciones derivadas de una neumonía y de sus prolongados problemas cardíacos y vasculares, según informó su familia este martes a medios estadounidenses. Cheney fue una de las figuras más determinantes de la política norteamericana a inicios del siglo XXI, conocido por su papel central en la administración de George W. Bush y su firme postura en materia de seguridad nacional tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
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Una figura de poder tras bastidores
Durante sus dos mandatos como vicepresidente, entre 2001 y 2009, Cheney ejerció una influencia poco habitual para ese cargo. Su experiencia previa como secretario de Defensa bajo George H. W. Bush y como congresista republicano le otorgó un amplio conocimiento del funcionamiento del gobierno y del aparato militar estadounidense. Esa trayectoria lo convirtió en un estratega clave durante las guerras de Afganistán e Irak, donde defendió políticas de seguridad y defensa que marcaron una época de la política exterior estadounidense.
Aunque su estilo reservado y su preferencia por operar lejos del foco público le valieron críticas, incluso dentro de su propio partido, también consolidaron su reputación como uno de los vicepresidentes más poderosos en la historia moderna del país. Su capacidad para influir en decisiones cruciales, desde la respuesta militar tras los ataques del 11-S hasta la expansión de las agencias de inteligencia, dejó una huella duradera en la política de seguridad de Estados Unidos.

Una voz disidente dentro del Partido Republicano
En los últimos años, Cheney sorprendió al distanciarse del liderazgo republicano y, especialmente, del expresidente Donald Trump. Durante la campaña de 2024, anunció que votaría por la candidata demócrata Kamala Harris, alegando que Trump “no estaba apto para ocupar la Casa Blanca”. “Tenemos el deber de poner al país por encima de nuestras divisiones para defender la Constitución”, afirmó entonces, en una declaración que fue ampliamente difundida por los medios estadounidenses.
Su postura reflejaba una fractura interna en el Partido Republicano, donde las tensiones entre el ala tradicional y el movimiento populista seguían siendo evidentes. Cheney, junto con su hija Liz Cheney, excongresista y crítica destacada de Trump, representó una corriente de conservadurismo institucional que buscaba preservar los valores históricos del partido.
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Una vida marcada por los desafíos de salud
Cheney convivió con enfermedades cardíacas desde joven. Sufrió cinco ataques cardíacos entre 1978 y 2010, fue sometido a múltiples cirugías y llevaba un marcapasos desde 2001. A pesar de su frágil salud, continuó participando activamente en debates políticos, conferencias y publicaciones sobre política exterior y defensa nacional.
Su longevidad política y su resistencia física llamaron la atención incluso entre sus críticos, quienes reconocían su disciplina y determinación. “Fue un servidor público de convicciones firmes y un estratega con una comprensión excepcional del poder”, destacó un antiguo asesor del Partido Republicano tras conocerse la noticia de su fallecimiento.
Cheney deja a su esposa Lynne, con quien estuvo casado más de 60 años, y a sus dos hijas, Liz y Mary. Su vida y carrera reflejan la complejidad del poder político en Estados Unidos y las tensiones entre seguridad, ética y democracia que marcaron las últimas décadas.
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