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Hartos y sin guía: así fue contar votos con los fallos del sistema del TSE

En el Colegio Cristóbal Colón de San Salvador, los miembros de las JRV trabajaron más de 24 horas continuas por las múltiples fallas del sistema. Así fue su odisea.

Por Moisés Alvarado | Feb 05, 2024- 14:55

Video: Moisés Alvarado.

Llegaron obligados por un sorteo que nunca pidieron. Pero decidieron cumplir con el llamado. Algunos, por la amenaza de una multa capaz de desbalancear sus finanzas. Otros, porque llegaron a la conclusión que estar allí, como parte de una junta receptora de votos, era su deber como ciudadanos.

Pero, después de la medianoche, en el Colegio Cristóbal Colón de San Salvador, lo único que cabe en sus cuerpos es el hartazgo. Y la incertidumbre. Las horas pasan sin que nadie le de solución a su problema. Se sienten rehenes en este centro de votación.

Desde hace horas, no han podido avanzar con el conteo de los votos para diputados a la Asamblea Legislativa (para la elección de presidente de la República también costó, pero ya está listo) por un fallo en el servicio de internet. Nada de lo ideado ha servido para dar con una salida. Ni siquiera gastar los propios datos en su celular, pues el sistema solo funciona con la señal del Tribunal Supremo Electoral.

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Consternados, rabiosos, aguardan una respuesta, que debería llegar de algún empleado de esa institución. Pero aquí no hay nadie que porte en un carnet o una camisa con esas ansiadas siglas. Además de los miembros de las JRV, solo hay policías, un fiscal electoral y los miembros de las Juntas Electorales Municipales (JEM), que tienen más dudas que respuestas para dar.

Santos Parada, madre de tres hijos, y Diana Díaz, recién casada, han hecho de todo para denunciar la situación, desde usar su cuenta en X hasta hacer transmisiones en vivo en tiktok. Nada han conseguido, más que a este centro se acerque un periodista. Denuncias parecidas se están haciendo en cientos de centros de votación en todo el país.

Diana Díaz (derecha, de estampado floreado) dicta los votos para diputados para que pueden ser introducidos en el sistema. Foto EDH/ Moisés Alvarado

“No nos dejan ir porque estamos obligados, este conteo queda bajo nuestra responsabilidad. No podemos ni hacerlo a mano hasta que el sistema funcione, aunque primero nos dijeron que sí podíamos. Y así nos han tenido. Nos han estado diciendo que nos van a meter a la Fiscalía, que nos van a meter demanda y que nos van a hacer pagar una multa si nos retiramos. Queremos una solución”, dice una exhausta Santos.

Diana Díaz añade otro elemento al cóctel de la indignación: no están recibiendo apoyo de nadie. Uno de los miembros de las JEM les dijo que nadie podía ayudarlos, que dependen de que el sistema comience a funcionar. O no.

“La única razón por la que no nos hemos ido es porque realmente lo queremos hacer bien. Nuestra molestia no es tanto cuánto tiempo falta, sino que no hay un proceso claro a seguir. Nadie nos está ayudando, nadie nos da indicaciones claras. Entonces, ¿qué hacemos?”, dice Diana, quien trata, a pesar de todo, de conservar la sonrisa bajo los rizos.

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Esta es una junta receptora de votos que ha decidido expresar su molestia. Otro de sus miembros, Billy Mazariego, señala un problema más: el sistema está duplicando o triplicando algunas cifras, lo que obliga a repetir un proceso que ya ha sido engorroso. Los fuerza a iniciar desde cero.

“Hicimos bien el trabajo desde el principio… yo me he quedado con un mal sabor de boca. ¿Cómo es posible que se estén duplicando las cifras? Si el día de mañana buscan un culpable de esto, ¿a quién van a señalar? A nosotros”, dice Billy.

El descontento ha llegado, incluso, a los propios vigilantes de Nuevas Ideas, el partido de Gobierno. Se quejan, precisamente, de que no existe una guía para un proceso para el que tuvieron escasa capacitación.

“No hay un pastor para las ovejas… nos han dejado tirados aquí como que somos perros. Somos personas que estamos trabajando porque nos han obligado o vinimos por nuestro propio gusto. Pero todos tenemos derecho. Y tenemos también derecho a exigir que se nos apoye”, dice un hombre ataviado con el chaleco cyan.

El descontento se extiende por todo el centro. En otra JRV, su presidenta, Rebeca Escobar, lamenta los mil y un fallos del sistema, sobre todo, porque le han impedido ver a sus hijas, de 2 y 6 años. El reloj marca la 1:32 de la mañana del lunes. Rebeca repara en que comenzó a trabajar a las 3 de la mañana del domingo. Está a hora y media de tener 24 horas continuas de labor. También se da cuenta que han tratado más de 4 horas de procesar los votos a la Asamblea Legislativa, pues los de presidente salieron bastante rápido, al menos en este JRV: estaban listos a las 9:30 de la noche.

Su compañero en la mesa, Carlos Sigarán, se une a la conversación, para confesarse timado: en las escasas capacitaciones recibidas, les dijeron que la efectividad del proceso estaba garantizada con un potente sistema de internet. Y lo que más lo indigna, de nuevo, es que no haya nadie del TSE que les dé una respuesta.

“Ellos están bien galán dormidos o, qué sé yo, celebrando. Nosotros estamos acá desvelados, aguantando hambre, pensando en qué va a pasar en el trabajo, si me van a dar descanso. No es justo”, comenta Carlos.

Rebeca Escobar repara en otro detalle, y es que, al haber permanecido trabajando durante dos fechas continuas, ya no se trata de una jornada laborada, sino de dos. Pero está segura que solo percibirá los honorarios correspondientes a un solo día.

Vigilantes del partido GANA duermen a un costado de la cancha donde se colocaron las mesas para las JRV en el Colegio Cristóbal Colón. Foto EDH/ Moisés Alvarado.

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El sueño y el cansancio hacen que el tiempo pase de forma extraña. De pronto, en algunas mesas, el sistema comienza funcionar. Es hora de aprovecharlo. Así, en la JRV de Diana, Santos y Billy avanzan con velocidad. Y lo hacen así porque, a la espera de este momento, ordenaron los votos por partido, lo que hace mucho más fácil su introducción.

Las 3 de la madrugada del 5 de febrero llegan en silencio. Y, tras 24 horas de duro trabajo, solo dos de ocho juntas han terminado de contar los votos. Solo una lo pudo hacer en el sistema facilitado por el Tribunal Supremo Electoral. La otra, los entregó a mano, después de que ese organismo aceptó la derrota y giró un comunicado con la instrucción de que se permitían los conteos manuscritos.

“Ese alegrón nos lo hubieran dado hace tres horas, no ahorita”, le dice Santos Parada a la representante de las Juntas Electorales Municipales (JEM) que se acerca para darles la buena noticia. Ya antes, esta misma persona había aconsejado a la mesa que entregó sus resultados a mano que lo hiciera de esa forma porque, en un chat, estaba viendo que, en otras partes del país, habían comenzado a aceptar por buena esta modalidad.

Sin embargo, debido a que el sistema funciona, todos deciden seguir la brega hasta el fin y no depender de la informalidad de un manuscrito. Trabajan concentrados otras horas más, a toda marcha, con la intención de que el sol no salga antes que ellos.

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