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La "rebusca" de las compras y encomiendas en Metrogalerías

El centro comercial es un espacio de intercambio económico que ha tenido un mayor auge. Dos días a la semana llegan a este lugar vendedores y compradores.

Por Miguel Lemus | Abr 22, 2024- 20:28

Video: EDH

Laura Gallardo hace fila mientras espera ser atendida en un negocio de “casilleros” en Metrogalerías. Se ve que tiene prisa y antes de ella hay unas 30 personas en espera. De pronto una muchacha con una niña le aborda, antes ya habían hablado por teléfono; dinero en mano la joven recibe su encargo envuelto en un plástico con corazones que le entrega Laura.
Desde hace muchos años la vida de Laura gira en torno a las encomiendas. Su negocio en redes sociales se llama Luk’s Shop. Ella vende, casi a diario, ropa de bebé y llega a depositar paquetes en casilleros, que luego los clientes llegan a recoger. Laura comenta con mucho orgullo que pronto visitará menos el lugar, ya que próximamente va a inaugurar su propio local en el rubro de las encomiendas.

Ese es el tipo de negocio más común en Metrogalerías, un edificio de tres niveles con comercios tan diversos como: talleres de reparación de electrodomésticos, la oficina del grupo Los Hermanos Flores, una sucursal de la Cooperativa de Ingenieros y Arquitectos, salones de belleza, una farmacia del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), un cafetín y, por supuesto, muchos establecimientos con servicio de casilleros donde comerciantes depositan las mercancías. Esos espacios pueden arrendarse desde los $0.25.

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Dos días a la semana la Alcaldía de San Salvador permite a comerciantes informales ocupar las aceras para ofrecer sus productos. FOTO: EDH/Miguel Lemus


Después de hacer la negociación por medio de redes sociales, los comerciantes llegan a Metrogalerías, depositan el producto en un “casillero” y avisan al comprador que su producto estará ahí. Luego los compradores llegan y pagan el valor del producto, más el alquiler del “casillero”, a la persona que atiende en el local; en otras ocasiones ya han hecho la transacción electrónica con el vendedor y solo llevan un comprobante para retirar el producto.


Otra forma de intercambio comercial es la compra directa de mercancías en la acera que está afuera de Metrogalerías o incluso cuando es usado como punto de encuentro entre vendedores y compradores para hacer sus negocios. Este flujo comercial hace que el edificio y alrededores se abarroten de gente, pues hay emprendedores que se dedican a hacer entregas de sus productos cada miércoles y sábado, días que la alcaldía de San Salvador concede permiso a comerciantes para instalarse y vender en la calle para aprovechar la llegada de clientes.


Esos días se puede observar que aumenta el atasco de carros sobre la calle Sisimiles. En ese ajetreo, Elizabeth Nohemí acompaña a su mamá a Metrogalerías. Ya cansada, la pequeña se sienta en unas gradas en forma de caracol del centro comercial, mientras del edificio entra y sale gente. Rebeca de Rivas, mamá de Elizabeth, no le despega la mirada mientras sostiene una llamada telefónica con una clienta que ha tenido un contratiempo. En sus brazos lleva unos organizadores plásticos que vende por encargo. “El papá de ella no alcanza, tiene un trabajo en una empresa de electricidad y con lo que gana no salimos, así que yo trato de hacer estas ventas para sacar algo”, comenta.

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Rebeca de Rivas junto a su hija, Elizabeth, mientras esperan a una clienta en las gradas de Metrogalerías. FOTO: EDH/Miguel Lemus


El tiempo parece no avanzar para la pequeña Elizabeth. El sol abrazante la pone impaciente. Son casi las 10:00 de la mañana y el centro comercial se llena cada vez más. Una joven llega por su mercancía y la niña exclama: “¡al fin!”, y se hace la transacción, pero aún falta; su mamá debe dejar en un casillero unos recipientes que sirven de dispensadores de bebidas para niños para otro cliente. Según la comerciante, es un artículo que cuesta conseguir. “Es mejor así (usar casilleros) porque yo destino un día de la semana para venir a dejar cosas y no es como ir a un lugar y esperar a la gente que a veces no llega, se pierde tiempo y sale más caro”.


A las mismas gradas de caracol llega Daniel y Josseline con una mochila que parece no tener fondo. Sacan de ella paquetes hechos con papel de empaque adornados con motivos femeninos. Tienen un emprendimiento llamado JyD (Josseline y Daniel). Josseline se concentra más en la contabilidad que lleva casi al centavo. Menciona con seguridad cuánto dinero van a recibir y cuánto tiempo van a invertir. Ella se retira sin perder la concentración en su teléfono, mientras Daniel trata de seguirle el paso y le recuerda que “ya vamos tarde y hoy todo el día es de entregas”.

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Daniel y Josseline llagan a Metrogalerías con varios paquetes para dejarlos en casilleros para sus clientes. FOTO: EDH/Miguel Lemus


El tiempo allí es un elemento determinante, nadie camina despacio, la gente llega casi trotando con sus productos. Alquilan casilleros, hacen entregas, cuando no están repartiendo encomiendas se encuentran empaquetando artículos o tomándoles fotos sobre la grama de los arriates para promocionarlos en redes sociales.
Sobre la acera, al otro lado de la calle, Celeste ofrece sus productos: blusas, zapatos, carteras, faldas y pantalones. Cuidadosamente ha seleccionado su oferta. Ella evita comprar sus artículos por fardo ya que su público meta son las jóvenes que cautiva en redes sociales. Nunca ha trabajado de otra cosa.


Hace un tiempo su esposo se quedó sin empleo y las ventas por encargo son el sostén de la familia. “Tengo un hijo y no me puedo dar el lujo de quedarme esperando a que una empresa quiera contratarme”. Ella, como la mayoría de vendedores de la cuadra, ha llegado por primera vez y por falta de experiencia le tocó quedarse un poco más lejos de Metrogalerías, en la acera cercana al redondel México.


Mientras que otra comerciante, Verónica, llama la atención entre todas las vendedoras, no por sus productos, sino que atrae las miradas por su estado de gestación; es su tercer embarazo y los dos anteriores fueron de mellizos.
Después de la pandemia, el negocio de Verónica fue desalojado de la calle Rubén Darío, en el centro de San Salvador, y la única alternativa que dio la alcaldía era arrendar un local en el Mercado Hula Hula. “No es tan fácil con cuatro hijos y uno en camino, pagar un puesto en un mercado donde no se vende”. Con el riesgo de ser desalojada, esta mujer coloca su venta de una manera estratégica para levantar todo, por si llegan los agentes metropolitanos. Llega todos los días mientras su esposo trabaja en el mercado. “Gracias a Dios mis embarazos han sido tranquilos y si toca tenerlo aquí en la calle, ni modo” comenta.

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Las aceras alrededor de Metrogalerías rebosan de vida comercial los sábados y miércoles. FOTO: EDH/Miguel Lemus


Jonathan, quien ha llegado por primera vez al centro comercial, dice que ha quedado impactado con la muchedumbre. “Ya me habían comentado sobre la cantidad de gente, pero pensé que eran mentiras”, comenta, mientras contempla en sus manos un paquete mal envuelto con plástico negro y cinta adhesiva que llegó a entregar.
Tiene más de tres años de haber desistido de este tipo de negocio. “Me desesperé y conseguí trabajo en un call center”, cuenta. Según dice, por circunstancias de la vida, ha regresado a las encomiendas. Lleva tres camisas como las que utilizan los empleados de salud y parecían envueltas con mucha prisa.


Jonathan afirma que conoce sobre el nacimiento del fenómeno de la encomienda en la capital. Relata que su primera experiencia se dio en el ExBiggest, frente al centro comercial Metrosur, y después cerca del hotel que está en la misma zona, donde se realizaban jornadas en fechas específicas.


Según el arquitecto Manuel Peña, un experto en diseño de espacios comerciales, Metrogalerías se ha convertido en un lugar donde se canalizan las necesidades de transacción de personas que venden por redes sociales, pues en la ciudad no hay otros espacios alternativos y específicos para este tipo de negocios.


Para el economista José Luis Magaña, el fenómeno de la encomienda radica en que la mayoría de salvadoreños no tienen trabajo formal y esto obliga a la gente a optar por el comercio informal, el cual puede darse en mercados y en las calles, pero en el caso de Metrogalerías le parece interesante ver la inclusión que generan las nuevas tecnologías, pues dan otra opción para acercarse a los compradores y conectar con consumidores en lugares de intercambio diferentes.


“Si parte de la apuesta estratégica, tanto del gobierno central como de la municipalidad de San Salvador, es la revitalización de los espacios públicos, se deben poner en función de generar estos mecanismos para que la población no tenga que ir a estructuras que no dan abasto; y por medio de la política pública aprovechar estos espacios en función de la demanda social”, sostiene Magaña.


También opina que son determinantes los desalojos que se han hecho en el centro del San Salvador, pues siguen reproduciendo esquemas de marginación que vienen de las autoridades. “Lo de Metrogalerias es un desplazamiento de la gente del Centro Histórico, pero hay desplazamientos también en la costa y en lugares que se están considerando de interés turístico y al final implica que a la gente se les despoja de sus medios de vida, de su forma de sustento”, comenta el economista.

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El flujo de gente que entra y sale del centro comercial y la que circula en los alrededores demuestra la popularidad de los negocios que se hacen por redes sociales. FOTO: EDH/Miguel Lemus


Muchos de los comerciantes que venden en Metrogalerías o en sus cercanías proceden del mismo lugar y se conocen. Una de ellas es Katherine, quien hace figuritas a mano para adornar lapiceros. Ella tenía un puesto de útiles escolares en el centro; mientras que Estefany vendía sandalias en la calle Darío y ahora lo hace afuera del centro comercial. También está la pareja de Natasha y Johny González, quienes fueron desalojados de las ventas cerca de la iglesia El Calvario. Todos estos vendedores aún esperan respuesta para adquirir un puesto en el mercado Hula Hula.

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