Escándalo en Miss Universo: organizador tailandés se disculpa

El concurso Miss Universo 2025, que se desarrolla este mes en Tailandia, atraviesa una tormenta mediática tras un enfrentamiento entre la representante de México, Fátima Bosch, y el organizador tailandés, Nawat Itsaragrisil. El incidente, captado en una transmisión en vivo, ha puesto sobre la mesa un tema que trasciende la belleza: el respeto y la dignidad de las mujeres en espacios públicos.

Durante una reunión oficial, Nawat a cargo de la organización del evento habría cuestionado duramente a Bosch por no publicar contenido promocional sobre Tailandia en sus redes. En el video, que rápidamente se volvió viral, se escucha al empresario llamarla “tonta”, aunque él después negó haber usado esa palabra.

La mexicana abandonó la sala visiblemente afectada y acompañada por su compañera de Irak, mientras otras concursantes se levantaban en señal de apoyo. El gesto solidario, que pudo haberse convertido en una retirada colectiva, fue frenado por la autoridad del organizador, quien ordenó que se sentaran las que deseaban continuar en el certamen.

El episodio desencadenó una ola de indignación y abrió un debate sobre el poder, la presión mediática y la igualdad en los concursos de belleza, eventos que desde hace años intentan reinventarse para adaptarse a los tiempos actuales.

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Reacciones que traspasan fronteras

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, no tardó en pronunciarse sobre el incidente, describiendo a Bosch como “un ejemplo de cómo las mujeres deben alzar la voz ante la agresión”. En una conferencia, Sheinbaum agregó: “En los eventos públicos, digo, las mujeres nos vemos más bonitas cuando alzamos la voz y participamos. Mi reconocimiento porque ella vive esta agresión y muy dignamente dice: ‘No estoy de acuerdo’”.

El comentario resonó con fuerza no solo por su simbolismo, sino también porque la mandataria había sido víctima de acoso sexual días antes, un hecho que denunció públicamente. En redes sociales, muchas usuarias interpretaron la coincidencia como una muestra de la persistente vulnerabilidad de las mujeres incluso en posiciones de poder o visibilidad.

La Organización Miss Universo reaccionó con firmeza. Su presidente, Raúl Rocha, condenó la conducta del organizador tailandés y aseguró que no tolerará ninguna violación de los valores de respeto y dignidad hacia las concursantes. “Desgraciadamente, Nawat ha olvidado el verdadero significado de lo que significa ser un anfitrión genuino”, expresó Rocha durante un discurso en el escenario principal, agregando que el rol de Itsaragrisil en el certamen sería limitado.

Ante la presión pública, Nawat apareció en una conferencia de prensa vestido de esmoquin y entre lágrimas, alegando que había sido “traicionado”. Más tarde, en la ceremonia de apertura del concurso, pidió disculpas a las participantes: “Soy humano. La presión es mucha”.

Más que una competencia de belleza

El incidente no solo manchó la imagen del evento, sino que también reavivó la discusión sobre el verdadero propósito de los concursos de belleza en pleno siglo XXI. En un contexto donde los certámenes intentan promover la diversidad y el empoderamiento, muchos internautas cuestionaron si Miss Universo puede seguir siendo un espacio seguro y respetuoso para las participantes.

No es la primera vez que Nawat Itsaragrisil, también fundador de Miss Grand International certamen rival de Miss Universo, enfrenta críticas. El año pasado, concursantes de su evento se quejaron por las precarias condiciones de alojamiento durante una actividad en Camboya. En aquella ocasión, las imágenes de las candidatas sentadas en sillas de plástico comiendo cacahuates dieron la vuelta al mundo.

La edición actual de Miss Universo ya había estado rodeada de controversias antes del altercado con Miss México, luego de que la policía tailandesa investigara a varias participantes por presuntamente promover un casino en línea, lo cual viola las estrictas leyes de juego del país.

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Un reflejo del cambio que piden las mujeres

A pesar del caos, la edición 2025 del certamen sigue en marcha y su final está prevista para el 21 de noviembre en la provincia de Nonthaburi. Sin embargo, más allá de quién se lleve la corona, el escándalo ha dejado una conversación abierta sobre la necesidad de transformar la industria del entretenimiento y la manera en que las mujeres son tratadas en los espacios públicos y laborales.

Lo ocurrido en Tailandia muestra que los concursos de belleza ya no pueden separarse de los debates contemporáneos sobre respeto, equidad y poder. Para muchas participantes, lo que está en juego no es solo una banda o un título, sino la posibilidad de ser escuchadas sin miedo, en cualquier escenario del mundo.