Entre 1856 y 1857, los gobiernos y ejércitos del istmo centroamericano se unieron para combatir a los filibusteros que el abogado y médico estadounidense Dr. William Walker había llevado a Nicaragua, con la intención de abrir una colonia algodonera en ese territorio, con fuerza negra sacada de las plantaciones del Sur estadounidense. Tras ser derrotado por las fuerzas coligadas, Walker decidió hacer una segunda incursión militar, pero fue capturado y fusilado en 1860, en el puerto hondureño de Trujillo.
La presencia de Walker y sus filibusteros causó mucha tensión social en la región centroamericana. Un caso derivado fue el de la captura, vapuleada y expulsión del pastor protestante Frederick Crowe y su esposa hondureña, que fueron apresados en la ciudad salvadoreña de San Miguel y expulsados hacia Panamá desde el puerto de Acajutla. Llegados a la ciudad de New York, el ministro anabaptista moriría en noviembre de 1858 y sería considerado mártir por la fe y defensa de sus ideas. Su caso revelaba que los ánimos regionales quedaron bastante caldeados y eran fáciles de ser exacerbados en cada uno de los estados del istmo, que desarrollaban sus días siempre en pie de guerra entre sí, con sus escuálidas fuerzas siempre en disposición de enfrascarse en una más de sus innumerables batallas tras el proceso de independencia de España y el primer imperio mexicano.
LEE TAMBIÉN: Un colombiano en el servicio exterior de El Salvador
En agosto y septiembre de 1862, a instancias del presidente y general guatemalteco Rafael Carrera Turcios, se produjo una reunión en la capital de esa república con la finalidad expresa de reorganizar "a los Estados de Centro-América en un solo cuerpo de nación", como lo dejó consignado el 13 de septiembre la Gaceta Oficial salvadoreña, en la primera página de su no. 90, tomo 10.
Esos recuerdos aún estaban vívidos en la región cuando, desde su residencia en Brooklyn (New York), el intelectual independentista Antonio José de Irrisarri Alonzo (Guatemala, 07.feb.1786-Brooklyn, 10.jun.1868), representante diplomático conjunto de Guatemala y El Salvador, escribió una carta de protesta al presidente estadounidense Abraham Lincoln. Era el martes 26 de agosto de 1862. En representación de los gobiernos encabezados por los generales Rafael Carrera Turcios y Gerardo Barrios Espinoza, el ministro Irrisarri le señaló al neoyorquino William Henry Seward (Orange County, 16.mayo.1801-Auburn, 10.oct.1872), Secretario de Estado (1861-1869), que ninguna de las dos repúblicas estaba dispuesta a aceptar los términos de colonización señalados por el presidente Abraham Lincoln en su reunión en la Casa Blanca, el 14 de ese mismo mes y año, a instancias del comisario de Emigración, el reverendo J. Mitchell. Los asistentes fueron delegados de la comunidad negra de Estados Unidos, antiguos esclavos ya liberados.

En medio de la Guerra de Secesión estadounidense y mientras tropas confederadas se acercaban a Washington, D. C., y libraban encarnecidas batallas en las dos Virginias y otros teatros de operaciones, el presidente Lincoln le participó a esa delegación que el Congreso había destinado una suma (un millón de dólares, equivalentes en la actualidad a 485 millones) "con el propósito de favorecer la colonización de los individuos de origen africano", dado que "nosotros somos dos razas distintas. Hay entre nosotros una diferencia más grande que la existe entre otras dos razas cualesquiera. No entro a discutir si esto es justo o injusto, pero la diferencia física es muy desventajosa para ambas razas, porque, por una parte, ustedes sufren mucho por vivir entre nosotros y nosotros sufrimos también con la presencia de ustedes. En una palabra, de una u otra parte hay sufrimientos...". (The Continental, New York, 23 de agosto de 1862). Como telón de fondo, batallones de soldados negros peleaban codo a codo con las tropas del Norte en la guerra de aquel país federativo con casi 32 millones de personas. Lincoln señaló también que la tierra elegida para establecer esa potencial colonia de esclavos liberados era Centro América, pero no se había tomado la molestia de informarle de manera previa a ninguno de sus gobiernos.
En su misiva de protesta, el escritor y diplomático Irrisarri Alonzo le indicó a Seward que, ante el largo discurso de Lincoln, retomado por muchos periódicos estadounidenses, ni en Guatemala ni en El Salvador "se admitirá la colonización de ninguna especie de extranjeros, sean negros, o blancos, o de otro color, sin un permiso especial de los respectivos Gobiernos, sometiéndose los colonos al cumplimiento de las condiciones que se crea conveniente imponerles". El 19 de febrero, la Gaceta Oficial, órgano de prensa de la República de El Salvador, había publicado una serie de reglas para fundar pueblos nuevos dentro de su territorio y a eso se atenía Irrisarri en su escrito.

La carta de Irrisarri fue publicada en la portada de la Gaceta Oficial salvadoreña el 27 de septiembre, no. 94, tomo 10, seguida de un comentario editorial de ese medio impreso. El racismo y la discriminación afloraron en aquellas palabras, pero no fueron las únicas en la región. A juicio del director del impreso oficialista, en El Salvador de 1862 "apetecemos colonias en nuestro suelo, pero de hombres sumisos a nuestras leyes y a nuestras autoridades; de hombres laboriosos, honrados, industriosos, inteligentes, en una palabra, más civilizados que nosotros. Traer vecinos bárbaros, abyectos y acaso poco emprendedores y perezosos, como por lo regular lo son los negros cuando han dejado de sufrir el yugo de la esclavitud, sería entregar nuestras costas a una raza que sin apego al país y acaso con antipatías contra nosotros, nos entregase a cualquiera que les diese algunas sumas por su traición, facilitándole el paso al interior [del territorio nacional]. Mucho hay que decir en contra de este proyecto que nos parece pernicioso, pero [...] baste añadir por ahora que los negros no nos traerían civilización, moralidad ni ventaja alguna de las que se buscan en colonias de Europa, y eso es bastante para que los repulsemos, mayormente viniendo amparados por otra nación".
TE INTERESARÁ: Orlando Fresedo, el poeta de las golondrinas
Esas expresiones escritas evidenciaban que ya no quedaba ni un rastro en el recuerdo social de que Silvestre García, creador de la efigie del Salvador del Mundo en 1777, era un negro liberto, igual que su esposa Benita Mexicano y sus hijos, y la sociedad salvadoreña se negaba a ver la amplia cantidad de personas de ascendencia africana que poblaban el suelo patrio desde 1525, cuando los primeros soldados esclavos llegaron como parte de las tropas de Pedro de Alvarado y Contreras y otros conquistadores españoles, que fundaron San Salvador, San Miguel de la Frontera y otras poblaciones. Desde entonces hasta ahora, el pueblo salvadoreño transnacional se niega a ver en sus genes y cultura a África, el color olvidado de la salvadoreñidad.

Bajo ese mismo tipo de ideas, el gobierno salvadoreño emitió disposiciones en contra de la vagancia en las calles y poblaciones del país, las cuales fueron publicadas por la Gaceta Oficial en el no. 97, tomo 10, 8 de octubre de 1862.
El mismo día de la carta de Irrisarri, el ministro de los Estados Unidos en Comayagua (Honduras), James Rudolf Partridge (Maryland, 28.oct.1823-Alicante, España, 24.feb.1884), le escribió al secretario Seward para expresarle que el gobierno hondureño "está ansioso por una inmigración de blancos industriosos [...], en especial de alemanes [...].Casi iguales términos vertieron los regímenes de Nicaragua y Costa Rica, mientras que el del departamento de Panamá no se cerró del todo a recibir a la colonia de negros libertos en Chiriquí, toda vez que se consolidara su separación política de la Nueva Granada, iniciada en julio. En total, más de 25 cartas de rechazo y disculpas fueron cruzadas entre los gobiernos centroamericanos y el Departamento de Estado, que emitió las dos más sólidas misivas el 5 y 15 de septiembre.
Partridge fue nombrado ministro plenipotenciario y enviado extraordinario ante el gobierno hondureño el 10 de febrero, presentó cartas credenciales el 25 de abril y se retiró el 14 de noviembre de 1862. En un intermedio, cumplió órdenes del Departamento de Estado y la Casa Blanca para acercarse con el gobierno salvadoreño del general Barrios Espinoza. El 2 de julio de 1862, Lincoln le firmó sus cartas credenciales, que presentó al general Barrios Espinoza en una solemne ceremonia desarrollada el 28 de noviembre de ese mismo año. Los discursos de rigor fueron publicados por la Gaceta Oficial el 3 de diciembre.
Para nadie era un secreto que la presencia en el poder del general Barrios Espinoza se debía a los designios del poderoso gobernante guatemalteco, pero Estados Unidos veía a El Salvador como un potencial aliado para mantener el orden y la estabilidad dentro de la región Eso explicaría la larga estancia de Partridge en la capital salvadoreña, incluso varios años después del derrocamiento del gobierno barrista por las fuerzas de Carrera Turcios, que impusieron en el solio ejecutivo al exsacerdote Lic. Francisco Dueñas. Partridge se retiró como jefe de la diplomacia estadounidense en El Salvador el 22 de marzo de 1868. Después pasó a ser ministro en las Legaciones de primer orden en Venezuela (1869-1870) y Brasil (1871-1877). Tras la muerte de su esposa e hijos, él mismo pondría fin a sus días en la localidad portuaria de Alicante, en la costa sureste de España.

La pretensión de fundar una colonia de negros en la región centroamericana pasó al olvido con suma rapidez. Los periódicos del istmo le dieron seguimiento a los tres años finales de la Guerra de Secesión. Incluso, se rumoró que dos barcos de guerra de los bandos en disputa se cañonearon frente al puerto de La Libertad. El régimen del general Barrios Espinoza cayó y el mandatario se fue al exilio a Panamá y New York, ante de ser recapturado y fusilado. Las tropas del Norte ganaron la contienda a las del Sur. En el día primaveral del 9 de abril de 1865, el general confederado Robert E. Lee se rindió ante el general Ulysses S. Grant en el Palacio de Justicia de Appomattox. Cinco días más tarde, el presidente Abe Lincoln sufriría un atentado mortal mientras presenciaba un espectáculo en el Teatro Ford de la capital estadounidense.
NO DEJES DE LEER: La escuela que soñó José Antonio
Gracias a la Ley de Integración Monetaria, desde enero de 2001, en El Salvador del siglo XXI el rostro de perfil del barbado Lincoln pasa de mano en mano, plasmado en las monedas broncíneas de un centavo de dólar, cuya acuñación ha sido detenida desde enero de 2025 por orden de la actual administración de la Casa Blanca, la misma que también ha mandado que se restituyan diversas estatuas y monumentos erigidos entre los siglos XIX y XX para la memoria de ese gobernante estadounidense, tan admirado por el ideólogo alemán Karl Marx.
MÁS SOBRE ESTE TEMA
KEYWORDS
Carlos Cañas Dinarte Cultura Entretenimiento Historia Historiador Trends Ver Comentarios