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Donald Paz transforma antiguo mesón en "El Taller de los Sueños" de Armenia

En el corazón de Armenia, el teatrero y titiritero Donald Paz lucha por impulsar el proyecto llamado “El Taller de los sueños, un espacio dedicado al arte enfocado en educar sobre la diversidad y la libertad de expresión, no sin encontrar obstáculos en el camino.

Por Menly González | Abr 27, 2025- 18:59

“A la edad que tengo ya no hay éxito ni fracaso, todas son experiencias. Nos equivocamos, aceptamos, corregimos y continuamos avanzando”, expresa el artista.
Foto EDH/ Menly González
“A la edad que tengo ya no hay éxito ni fracaso, todas son experiencias. Nos equivocamos, aceptamos, corregimos y continuamos avanzando”, expresa el artista. Foto EDH/ Menly González

A sus 70 años, Donald Paz, uno de los más reconocidos exponentes del teatro de marionetas en El Salvador, lucha por su proyecto “El Taller de los Sueños”.

Ubicado sobre la 4ª calle poniente, en el centro del distrito Armenia de Sonsonate Este, dicho espacio ha sido arrebatado a los ciclos de violencia, delincuencia y abuso por parte de grupos criminales, que durante años atemorizaban a los habitantes de la zona. Antes, ahí funcionaba un prostíbulo administrado por pandilleros donde se explotaba sexualmente a menores de edad.

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Remodelar esa casa, que inicialmente era un mesón que había comprado la abuela de Donald en los años 70 para ganarse la vida, fue un trabajo duro. Ahora, el intenso color amarillo de su fachada llama la atención de los transeúntes. Sin embargo, debido a la falta de recursos y de personas que impulsen el ‘sueño’ de este espacio, permanece la mayor parte del tiempo cerrado.

Este espacio cultural también se ha visto afectado por las ideas conservadoras y convicciones religiosas de algunos habitantes de Armenia.

Donald comenta que algunos amigos le sugirieron hacer una “limpia” de la casa, sobre todo por el horrible uso que le daban las pandillas en el pasado. Entonces buscó a alguien, y una buena amiga que es entusiasta de la cultura indígena realizó un día una ceremonia de carácter prehispánico para bendecir el lugar.

En su inmensa bondad, el artista nunca se imaginó que la ceremonia que a él le pareció hermosa podría traer consecuencias, pero un amigo suyo del distrito, que pertenece a la comunidad cristiana, le informó que en el pueblo se rumora que la tal limpia fue un ritual satánico.

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Y algo similar sucedió con el día de la inauguración. A este, acudieron artistas y amigos. Hubo cerveza y cigarrillo, y eso le valió al taller el título de ser un lugar de vicios y perdición.

A pesar de ello, Donald sigue adelante organizando exposiciones, clases de artes plásticas, teatro y cuenta con un escenario al aire libre, que en varias ocasiones ha sido ocupado por artistas de distintas partes del país.

El nombre de “El Taller de los Sueños”, relató Donald, nació en Francia como una compañía de teatro que se mantuvo activa durante 12 años. Fue fundada por él mismo, junto a otros amantes de las artes escénicas franceses y de otras nacionalidades, con quienes llevó presentaciones de teatro de títeres a diferentes puntos del continente europeo.

Al ver la oportunidad de regresar al distrito de Armenia, después que las pandillas fueron expulsadas de la casa que su abuela le heredó, no dudó en instalar el proyecto en esta ciudad que lo vio crecer, esta vez como una escuela de arte.

Guitarra es uno de los instrumentos de los que se han brindado talleres en el espacio cultural. Foto EDH/ cortesía

CONTRA TODO PRONÓSTICO

El proyecto está por cumplir su segundo aniversario. Y aunque el camino ha sido complicado, Donald no se rinde. “A la edad que tengo ya no hay éxito ni fracaso, todas son experiencias. Nos equivocamos, aceptamos, corregimos y continuamos avanzando”, enfatizó.

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Donald está convencido que Armenia tiene potencial cultural, incluso turístico, ya que es la cuna de importantes intelectuales, como Claudia Lars y Consuelo Suncín de Saint-Exupéry y Lito Barrientos.

Con más de 50 años de trayectoria en las artes escénicas, él tiene claro que en El Salvador el arte es intermitente, condicionado por múltiples factores. “Funcionamos como podemos, no como quisiéramos”, recalcó.

Mantener un espacio cultural requiere de recursos constantes para cubrir servicios básicos, materiales de trabajo, sueldos de gestores, maestros y otros gastos. Para Donald Paz es fundamental dignificar el trabajo artístico, así como garantizar la seguridad y la calidad de lo que se ofrece a la población.

“Usamos la costumbre del aporte voluntario y consciente”, expresa. Sin embargo, para unas clases de música que se imparten para niños, se debe pagar una cuota mínima de $20 y llegan muy pocos. “Para algunos eso es caro, pero no se puede regalar, aunque quisiéramos”, agregó.

Donald ha buscado apoyo en instituciones para financiar el proyecto o establecer alianzas que lo hagan más accesible para la población.

Comprende que en el país el arte aún no se ve como una necesidad. “Hemos recorrido años de violencia; la guerra no ha terminado, a pesar del paso del tiempo. Siempre hay odios y rencores”.

Aun así, cree que seguir resistiendo desde esta trinchera es esencial, porque para él el arte fortalece la identidad. “Tu identidad como ser humano, como persona, tu identidad cultural. Cuando no tenés identidad cultural, cualquier tontera vienen a contarte, te inventan cualquier historia, y eso provoca que no reconocemos quiénes somos ni de dónde venimos”, reflexiona.

Foto EDH/ cortesía

“El arte aporta a generar imaginación, y sin imaginación no avanzamos, no creamos, no producimos. Hasta los ingenieros necesitan del arte para desarrollar la capacidad de imaginar para crear algo nuevo. El arte nos da propósito y alma”, subrayó.

“EL PAÍS LO LLEVA UNO ADENTRO”

Donald es hijo de los contextos autoritarios que por décadas marcaron la historia de El Salvador, incluso antes de la guerra civil. Fue el primer miembro de su familia en asistir a la escuela.

Aunque nació en San Salvador, creció junto a su abuela entre Tepecoyo y Armenia. En Armenia vivió aventuras cuando era bachiller. Por ejemplo, fue arrestado por los militares por participar activamente en protestas de 1972 contra el fraude electoral que arrebató a José Napoleón Duarte las elecciones frente Arturo Armando Molina. Por cuestiones del destino, logró salir vivo pero torturado.

Durante los últimos años de su adolescencia, regresó a la capital con la intención de graduarse como bachiller en artes en el Cenar.

Recordó que uno de los artistas que más inspiraban a la juventud en ese momento era Roque Dalton. “En esa época el país era un hervidero de artistas de altura, la mayoría comprometidos con el mensaje social”, manifestó.

“Teníamos un compromiso más social que político. Aunque nuestro mensaje era en contra de los atropellos, no estábamos alineados con ninguna organización política de la época. Éramos parte del pueblo”, explicó.

En sus inicios, Donald trabajó junto a integrantes de la Escuela de Teatro del Centro Nacional de Artes como Roberto Franco, con quien creó la obra “La Ranita Aurora y Chalillo”. Franco fue capturado y desaparecido.

También recuerda con cariño a sus compañeros y amigos entrañables del arte social: Tapia, Tamba, y los integrantes de los grupos de teatro Pequebu y Los Ignorantes.

“Es enorme la cantidad de artistas que dieron su vida por la lucha social. Aunque hubo pensamiento revolucionario, no hubo revolución. La guerra sirvió para eliminar a los verdaderos revolucionarios”.

Donald Paz, artista salvadoreño creador de "El taller de los Sueños" de Armenia

Los fuertes mensajes de crítica social que transmitía lo obligaron a exiliarse ilegalmente a México. La opción de tomar las armas e irse a la montaña con la guerrilla no era lo suyo, es antimilitarista y pacifista y le parecía que la razón de lucha de varios comandantes no era legítima con el pueblo sino para satisfacer ambiciones personales.

Vivía en México como podía. Ahí encontró a otros amantes del teatro con los que se juntó para armar un grupo. En 1982, una gira teatral lo llevó a Francia, donde debió solicitar asilo luego que las autoridades mexicanas le denegaron el regreso, no por ser ilegal, sino por haber presentado una obra en protesta por la implicación del ejército mexicano en una masacre de indígenas guatemaltecos en la frontera.

“Pensé que estaría ahí unos tres años, pero se me hicieron más”. Ya establecido, Donald buscó cómo sostenerse siempre con el arte. Surgió la oportunidad de hacer teatro con otros exiliados, se enamoró de una pintora y formó una familia.

El compatriota no es una persona vanidosa, rebosa de humildad, pero su nivel fue creciendo con la experiencia y siente especial orgullo por el éxito de una versión de Pinocchio que dirigió con el Taller de Los Sueños (L’Atelier du Reves en francés) la cual recibió una muy buena aceptación en Francia.

“Una de las creaciones más originales del año. Un trabajo deslumbrante”, citaba la crítica Henriette Bichonnier en la revista de espectáculos Télérama en 2002, lo que causó que todas las funciones tuvieran la taquilla agotada. Pero El Salvador nunca salió de su mente.

Desde entonces ha regresado cada cierto tiempo para participar en temporadas teatrales y, más recientemente, para construir el proyecto del Taller de los Sueños. “Es mi forma de devolverle un poco de lo que me dio este país”.

También es una forma de rendir homenaje a sus compañeros artistas Roberto Franco, Tamba, Tapia y tantos otros que murieron en la guerra civil.

Para el armeniense, el teatro es y seguirá siendo un espacio de libertad donde puede expresarse sin tapujos. “En esta sociedad tenemos muchas restricciones” y por eso su afán por crear un espacio donde se puedan encontrar todas las formas de pensamiento.

Aunque la cartelera del Taller de los Sueños no es constante, Donald Paz mantiene las puertas abiertas a propuestas y proyectos de otros artistas. Las personas interesadas pueden contactarlo a través de la página de Facebook con el mismo nombre.

Donald espera poder expandir sus conocimientos en teatro titiritero en Armenia. Foto EDH/ cortesía

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