En 1864, Richard "Profesor" Risley Carlisle (1814-1874) introdujo el circo occidental en el Imperio del Japón. Tres años después, ese acróbata y malabarista convertido en empresario circense ofreció una primera visión del Imperio del Sol Naciente mediante las presentaciones de su circo Compañía Imperial Japonesa, que efectuó una exitosa gira por Estados Unidos y Europa. A partir de allí, otros empresarios de espectáculos como Phineas Taylor Barnum (1180-1891) copiaron o mejoraron sus números y ampliaron sus posibilidades de difusión entre el público occidental.
Desde 1867, el Imperio del Japón y la República de El Salvador habían coincidido en las periódicas Exposiciones Universales y en algunos otros eventos internacionales, pero ninguno de esos encuentros implicó un mayor acercamiento para el establecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales formalizadas mediante algún tipo de acuerdo, tratado o contrato.
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Para entonces, muchos de los grabados de la vida en el Japón imperial habían llegado a ciertos estratos cultos del público salvadoreño gracias a la revista parisiense El Correo de Ultramar. Parte Literaria e Ilustrada Reunidas (1853-1886), un repositorio de literatura de viajes que en diversos números contribuyó a difundir paisajes idílicos del Japón, sus costumbres, tradiciones y vida cotidiana, sus templos y otras edificaciones de su pasado glorioso y su profundo sentido nacionalista, lo que le abrió las puertas a Occidente y a su interés creciente por el turismo global. Uno de los principales editores, redactores e impulsores de ese medio impreso fue el intelectual colombiano Dr. José María Torres Caicedo (1830-1889), ministro residente de El Salvador en Francia y otros países europeos.

Durante 1900, las legaciones diplomáticas del Japón y El Salvador iniciaron un acercamiento con miras a lograr un tratado de amistad y comercio entre ambas naciones. Aunque se redactó un borrador de 31 artículos, en castellano, francés e inglés, ese documento no llegó a ser firmado.
Un aspecto determinante que lo impidió fue el involucramiento del imperio nipón en una cruenta guerra contra la Rusia de los zares, que duró entre el 9 de febrero de 1904 y el 5 de septiembre de 1905, en disputa por el control territorial de Manchuria (China) y la península de Corea. Los principales teatros de operaciones estuvieron en los mares del Japón y Amarillo, así como en Mukden y la península de Liaodong, con cientos de miles de bajas. Como resultado, Japón se posicionó como una potencia militar e industrial emergente a inicios del siglo XX, en detrimento de una Rusia atrapada en una eterna etapa medieval.
Bajo esa influencia, uno de los acercamientos más directos de un salvadoreño con la cultura japonesa se puede reseñar que, en el primer lustro del siglo XX, el banquero Rafael Ángel Guirola Duke (Zacatecoluca, 04.oct.1864-Santa Tecla, 23.abril.1919) estableció una sala decorada con muebles y tapices procedentes del imperio japonés en su residencia Villa San Rafael, en el centro de la ciudad de Nueva San Salvador o Santa Tecla. No hay constancia de que el cofundador del Banco Salvadoreño (1885) haya viajado al Japón, por lo que ese material decorativo lo compró en algunas de las múltiples tiendas niponas que funcionaban en la localidad portuaria californiana de San Francisco, donde desde fines del siglo XIX ya se encontraba establecida una pequeña comunidad de ricos comerciantes y agricultores salvadoreños, interesados en realizar negocios internacionales de importaciones y exportaciones basados en el café y azúcar nacionales.

Entre la última década del siglo XIX y la primera de la centuria siguiente. Japón y su Trono del Crisantemo despertaron un interés inusitado para varios países europeos, Estados Unidos y, por influencia cultural, en algunos puntos de Iberoamérica. La victoria nipona en la guerra rusojaponesa tuvo mucho que ver en esas expectativas, acrecentadas con la publicación en lengua inglesa del libro Bushido: the Soul of Japan (Bushido; el alma de Japón, New York, 1900), del diplomático, político, politólogo, agrónomo y escritor japonés Dr. Inazo Nitobe (1862–1933), que, bajo un ropaje de equiparación con la caballería occidental, encubrió ideas imperialistas e intervencionistas y ofreció muchos detalles acerca de los guerreros samurái, su cultura y sus códigos éticos y espirituales. Fue un libro de grandes ventas en las librerías occidentales y japonesas -al ser volcado a la lengua nipona en 1908, gracias a las sucesivas traducciones de Sakurai Hikoichiro y Yanaihara Tadao-, y tuvo marcada influencia en personalidades como los mandatarios estadounidenses Theodor Roosevelt y John Fitzgerald Kennedy y en Robert Baden Powell, fundador de los Boy Scouts. En especial, el Dr. Nitobe destacó al Jiu Jitsu como parte pedagógica esencial del Bushido o espíritu samurái, un aspecto que -al igual que el judo- llamó la atención del sector militar occidental por su práctica sin artefactos.
Para promover esas artes marciales y en seguimiento de los circos de Risley, Barnum y otros empresarios, varias misiones japonesas se trasladaron hacia los Estados Unidos y, ya una vez allí, prosperaron aún más tras alcanzar la victoria militar sobre el imperio ruso. Una de esas avanzadas culturales lo constituyó el Imperial Japanese Voudeville Circus, establecido por los hermanos Kawamura -Otokichi (Kioto, 1880-Sao Paulo, Brasil, 18.oct.1921), Tame, Komajiro, Nabu y Eugenie (mujer)-, cuyos actos acrobáticos fueron filmados por el inventor estadounidense Thomas Alva Edison el 31 de julio de 1901, en el marco de la Exposición Panamericana de Buffalo, en el estado de New York.

Entre 1912 y 1914, esa empresa castellanizó su nombre a Circo Japonés y ofreció diversas presentaciones en países del centro y sur de las Américas. Así, el domingo 3 de diciembre de 1911, para anunciar la inminente apertura de su Circo Teatro –"único construido para resistir a los terremotos", situado en el barrio Amón de la capital costarricense-, el empresario Jacobo Schlesinger publicó vistosos anuncios en las primeras planas de periódicos, donde indicó la contratación de espectáculos en New York y Cuba, como el del atleta japonés Conde Koma, que llevaba 18 meses de presentarse en diversos teatros, en solitario o en unión de la tropa del Circo Japonés. Schlesinger estaba vinculado con familias establecidas en El Salvador y Guatemala.
A las 06:00 horas del 12 de noviembre de 1912, atraco en el puerto de Acajutla el vapor City of Sydney, de 1965 toneladas, con 90 tripulantes dirigidos por el capitán G. W. Yardley. Entre los pasajeros llegados desde el puerto guatemalteco de San José iban los japoneses Conde Konla (así lo registraron en la migración portuaria salvadoreña), C. Yamaguchi y A. Kiyama. Después, arribaron los miembros restantes del Circo Japonés.
En la noche del jueves 2 de enero de 1913, en la ciudad de San Salvador, capital de El Salvador, iniciaron las presentaciones del Circo Japonés, el de los hermanos Kawamura. Aunque en sus giras por otros países del Caribe, el Circo Japonés se había presentado bajo su propia carpa, al trasladarse a la región centroamericana sus integrantes optaron por emplear los escenarios de teatros convencionales. En el caso de San Salvador, los tablados escogidos para las presentaciones de la troupe nipona fueron los de los teatros Variedades y Moderno, pertenecientes al empresario salvadoreño Luis Loucel Bustamante (Guazapa, 1872-¿?).
Como uno de los puntos del programa de esa función nocturna, se desarrolló un combate entre el japonés Nishimura, practicante de jiu-jitsu, y un boxeador cubano, que finalizó a los cinco rounds, con el triunfo del nipón.
Veintidós de los integrantes del Circo Japonés zarparon a las 22:00 horas del lunes 27 de enero de 1913 desde el puerto de Acajutla, en el vapor inglés Acajutla, de 658 toneladas, con destino hacia el puerto guatemalteco de San José. Cuatro de los integrantes de esa compañía de espectáculos se quedaron un tiempo más en el territorio salvadoreño. Ellos fueron Nishimura, Ito Kumiko, Soshihiro Satake (1880-1942) y Mitsuyo Maeda (18.nov.1878-28.nov.1941), el Conde Koma.
Este último era originario de la aldea de Fiunazawa, en Hirosaki, al norte de la isla de Honshu y fijaría su residencia en la ciudad brasileña de Belém do Pará, donde influiría en los fundadores del jiu jitsu brasilero. El Koma de su alias era abreviatura de la palabra japonesa Komaru, dificultades. Este judoca también practicaba jiu-jitsu, sumo y artes marciales mixtas. En 1908, durante su paso por España, redactó su libro Defensa personal o el Jiu-Jitsu al alcance de todos, traducido al castellano por su representante español Alberto García Dechent y publicado en San Salvador, en 1913, por la Imprenta Nacional, en un tomo acompañado con decenas de fotografías de acción pedagógica, protagonizadas por su colega Nishimura.

Ese libro -el primero publicado por un japonés en suelo salvadoreño- fue usado como texto para las clases de gimnasia japonesa que Koma ofreció, desde diciembre de 1912, a los jefes y oficiales del Estado Mayor Presidencial en el patio interior del Cuartel de Artillería (después Mercado Excuartel o Municipal de Artesanías), por orden del gobierno del médico usuluteco Dr. Manuel Enrique Araujo y mediante un contrato por 1500 pesos plata anuales.
Pese a los buenos oficios demostrados por el coronel español Antonio Sanz Agero, jefe del Estado Mayor Presidencial, esas prácticas se vieron limitadas debido a la barrera lingüística existente entre instructor y estudiantes y cesaron tras el atentado mortal contra el mandatario, quien estaba interesado en hacer profundas reformas en las ordenanzas del ejército "sin odiosos privilegios en favor de las clases más acomodadas del país" en cuanto al reclutamiento, licenciamiento y reemplazo de las tropas.
Varias semanas después del magnicidio del Dr. Araujo, el Conde Koma e Ito Kumiko zarparon desde Acajutla hacia Puntarenas (Costa Rica), a las 23:40 horas del miércoles 5 de marzo de 1913, en el vapor City of Pará. Satake y Nishimura salieron por la misma localidad portuaria y con el mismo destino, a las 01:00 horas del 26 de marzo de 1913, en el vapor City of Sydney, de 1965 toneladas. Todos iban a reunirse con el resto del Circo Japonés, que realizó una segunda gira por el territorio costarricense (su debut en la capital San José ocurrió un año antes, el sábado 23 de marzo de 1912), además de que el Conde Koma ofreció pagar 500 pesos plata a la persona del público que pudiera derrotarlo en un combate, como lo sostuvo García Dechent al visitar el vespertino La Prensa Libre.
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En sus encuentros desarrollados en el Teatro Variedades de la capital costarricense, el Conde Koma libraba combates de jiu-jitsu y de sable con su compatriota Akita, pero quizá no resultaban tan atractivos, porque algunas funciones fueron puestas con boletos a mitad de precio. El jueves 3 de abril de 1913, Koma inauguró su espectáculo en solitario en el Teatro Arrasty, de Puerto Limón, donde ofreció tres funciones sucesivas de jiu-jitsu y otras artes marciales. Después de algunos meses, la troupe japonesa en conjunto puso rumbo a Cuba y República Dominicana. El Conde Koma y Satake se separaron del Circo Japonés y siguieron su propia ruta de trabajo por Panamá, Colombia, Ecuador, Perú y Brasil.
Esos espectáculos populares presentaron la cultura japonesa ante públicos como el de El Salvador, con lo que estimularon el interés por conocer más de ese remoto pueblo asiático y fueron puertas hacia un espacio común donde dos países pudieran verse en lo bueno y en lo malo, como muy pronto lo descubriría el escritor y acaudalado viajero Arturo A. Ambrogi Acosta (1875-1936).
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