El santoral marcaba el 31 de mayo de 1522. Era la fecha dedicada por el catolicismo a santa Petronila, hija del apóstol San Pedro, fallecida en Roma en el siglo I de la era actual, al jurarle amor eterno a Jesucristo y negarse a cumplir con la petición de mano de un pretendiente.
En homenaje a ella y a la sobrina de fray Juan Rodríguez de Fonseca (1451-1524), el poderoso obispo de Burgos y más alto burócrata español en los asuntos de las Indias Occidentales (1493-1523), el piloto mayor Andrés García Niño (Huelva, 1484-1525) bautizó como Petronila a una isla “redonda y poblada”, que localizó en una parte de la bahía de Chorotega, a la que también cambió el nombre por el de golfo de Fonseca, en honor de aquel prelado y gestor de esa expedición, iniciada desde las autorizaciones reales vertidas en octubre de 1518.
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Fue en Barcelona, el 15 de abril de 1519, cuando el piloto mayor y empresario naviero García Niño y el recién nombrado capitán de su flota Gil González Dávila (Ávila, ¿1480?-1526) fueron instruidos de que debían trasladarse hacia la Mar del Sur u océano Pacífico y explorar hasta mil leguas hacia el poniente de la Tierra Firme o istmo de Panamá.
García Niño ya había estado antes en el Darién panameño, entre 1514 y 1515, poco tiempo después de que, el 15 de septiembre de 1513, Vasco Núñez de Balboa descubriera la Mar del Sur y la incorporara al mundo hispánico presidido por el sacro emperador Carlos I de España y V de Alemania. Por su conflictos con el gobernador Pedrarias Dávila, Núñez de Balboa fue decapitado en 1519 y la corona le ordenó al polémico funcionario que les entregara la flota del fallecido a García Niño y a González Dávila, mediante real cédula extendida el 18 de junio de 1519.
Tras reunir unos tres millones de maravedíes, de los que la mitad fueron aportados por García Niño y su socio Cristóbal de Haro, se pudo armar una flota de tres barcos bien aprovisionados, con una tripulación total de más de 50 marinos y hombres armados. Esas naves zarparon desde el puerto español de Sanlúcar de Barrameda, el 13 de septiembre de 1519. Al llegar a Panamá, Pedrarias se negó a entregarles los barcos de Núñez de Balboa.
Tras varios meses de espera y los fallecimientos sucesivos de 20 de sus tripulantes por enfermedades tropicales y accidentes, García Niño y los suyos desarmaron sus naves y las llevaron por ríos y senderos hasta el golfo de San Miguel, en Panamá, para aprovechar el astillero de la isla Terarequi, en el archipiélago de Las Perlas. La madera de los barcos llevados desde España se pudrió, por lo que fue necesario armar una nueva flota de tres barcos y un bergantín.
En enero de 1519, la flota levó anclas desde Las Perlas hacia el poniente, en las aguas de la Mar del Sur. Pronto recorrieron las costas de las actuales repúblicas de Panamá y Costa Rica, donde González Dávila desembarcó con soldados y se internó en tierra, mientras los barcos eran sometidos al tratamiento de los terribles moluscos llamados broma, que perforaban los cascos y quillas y ponían en peligro la flotabilidad de las naves.
Reparados los barcos con brea llevada desde Panamá por el bergantín, dos de aquellas naves continuaron su ruta hacia el poniente, más allá de hasta donde había arribado una expedición enviada por Pedrarias en 1519.
El 31 de mayo de 1522, García Niño y la tripulación de sus dos naves llegaron a la isla Petronila (de la que cada vez hay más dudas de que fuera Meanguera, como siempre se ha afirmado), así como al Cabo Hermoso (Punta Chiquirín), los ríos del Campo (Goascorán), Hermoso (Grande de San Miguel), Grande (Lempa), el litoral del Rostro Fragoso (por los farallones ubicados entre las playas El Zunzal y Sihuapilapa, entre La Libertad y Sonsonate) y los islotes Los Frailes. Todos esos hallazgos fueron anotados y cartografiados por el piloto mayor. Al final del viaje -que llegó hasta poco más allá del istmo mexicano de Tehuantepec-, todo ese conocimiento fue entregado a Pedrarias, que lo remitió a los cosmógrafos y burócratas de Indias en Sevilla y Barcelona.
García Niño y varios de sus hombres desaparecieron en Honduras, en una fecha indeterminada de 1525, mientras caminaban para encontrar el “estrecho dudoso” o paso interoceánico que se creía conectaba al golfo de Fonseca con el Gran Lago de Nicaragua y el mar Caribe. Sus bitácoras de navegación y sus mapas manuscritos se perdieron para siempre o, al menos, no han sido encontradas entre las toneladas de documentos de los archivos coloniales españoles y americanos. Sin embargo, su conocimiento náutico y cartográfico del golfo de Fonseca y de la actual costa salvadoreña pervivió en otras fuentes documentales.
Hacia el año 1525, el cosmógrafo Nuño García de Torreño, jefe de la Casa de Contratación de Sevilla, dibujó en color el Planisferio Salviati, un mapamundi portulano de más de dos metros de largo, con 22 rosas de los vientos y líneas radiales de navegación. En su trabajo, García de Torreño incorporó varios topónimos usados por García Niño en su paso por el mar ahora salvadoreño. Lo mismo hicieron Juan Vespucci en su mapamundi (1526, ahora depositado en The Hispanic Society, New York) y Diego Ribeiro en su mapa del Padrón Real (1527) y en su propio mapamundi (1529), al que con seguridad incorporó anotaciones derivadas de la expedición de los pilotos Pedro Corzo y Pedro Miguel, de la que Pedrarias envió detalles manuscritos y un mapa desde León Viejo (Nicaragua), el 15 de enero de 1529.
Con el paso de los años, el golfo de Fonseca se consolidó como un punto importante para la navegación española y europea por la Mar del Sur. Antes del surgimiento del volcán de Izalco, fue el de San Miguel el que se usó muchas veces para indicar latitud y longitud en los mapas y cartas de marear. El nombre del Rostro Fragoso perduró en la cartografía europea durante más de 250 años. Incluso, quedó registro de su existencia entre verdaderas joyas cartográficas, como las 68 páginas ilustradas del Atlas Vallard (Dieppe, 1547), con mapas orientados hacia el sur.
Desde 1524, ese tesoro de los albores hispanos de América se custodia en la Biblioteca Huntington (San Marino, California), donde fue reproducido en 2010, en facsímil digital de alta resolución, por la casa editora barcelonesa M. Moleiro, con varias décadas de experiencia en la reproducción de ese tipo de códices e incunables.
Otra muestra de ese aporte de García Niño a la cartografía europea del Renacimiento temprano puede verse en el trabajo del piamontés Giacomo Gastaldi (1500-1566) para su edición italiana de la Geografía de Claudio Ptolomeo, realizada en Venecia, en 1548.