Familia deja siete veces su casa por amenazas de pandillas

El caso ha llegado al extremo de que los hijos de pandilleros, en las escuelas, extorsionan a los niños de esta familia, que tuvo que dejar su casa que habitaron cinco generaciones atrás.

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Un problema de pareja hizo que una familia entera de más de diez miembros ande errante en el país. FOTO EDH/Foto ilustrativa.

Por Jaime López

2019-07-28 6:15:20

Las amenazas de muerte de un grupo de pandilleros han obligado a una familia a mantenerse errante en los últimos tres años y a no permanecer más de seis meses en un solo lugar. Uno de sus integrantes conversó acerca de su situación con El Diario de Hoy y reveló que su grupo familiar se ha visto obligado a cambiar de casa en más de siete ocasiones para no ser asesinados.

A raíz de esa amenaza, once personas, la mitad de ellas niños de 1 a 11 años de edad, todos originarios de San Salvador, han tenido que andar de un lado a otro en busca de un poco de tranquilidad, pero sobre todo de seguridad, pero eso solo lo han logrado cada vez que se han mudado durante seis meses.

Pero después de instalarse en una casa, las pandillas se han encargado de perseguirlos y por recomendación de sus consejeros han tenido que mudarse antes de un hecho fatal, afirmó la víctima.

Este caso no es único. A unas 200 mil personas en El Salvador, según cálculos del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad José Simeón Cañas (Idhuca), les ha tocado desplazarse de un lugar a otro de forma obligada en los últimos años.

Ilustración EDH

Según la Mesa Contra el Desplazamiento Forzoso en El Salvador, los éxodos en el país son propiciados en más de un 90 % por amenazas de pandillas, extorsiones e intento de asesinato de estos grupos.

Pero, ¿qué hizo que esa familia para dejar su lugar de origen para resguardar sus vidas?

En este caso, todo comenzó con un problema conyugal, que involucraba a uno de sus parientes y que después abarcó a toda la familia. La pareja de ella resultó ser un pandillero, y que luego de ser denunciado por violencia intrafamiliar, les amenazó y les obligó a huir.

De este problema, la peor consecuencia la han llevado los niños. “Tenemos casi tres años de andar en este desplazamiento forzado, de reubicación en reubicación; un calvario que golpea a los niños porque ellos no entienden lo que pasa, ni pueden realizar sus estudios normales de su edad”, lamenta.

Estas familias han emigrado a siete distintos lugares fuera de San Salvador , que es el lugar de nacimiento de casi todos sus integrantes.

“Cuando uno sale de la casa de manera forzada no se lleva nada, sale con lo que anda puesto, porque se tiene que movilizar de un día para otro”, explica la víctima.

En este tiempo en que las pandillas se han repartido el territorio, una familia que llegue a un lugar de otra zona se enfrenta a los inconvenientes de encontrarse con una pandilla diferente del sitio donde huye y esto les traerá serios problemas, pues la mara de su nueva residencia, la va a considerar rival y comenzarán con las amenazas.

Además de este tipo de inseguridad, el grupo familiar también enfrenta necesidades de artículos básicos para la subsistencia: alimentos, cocina, trastos, una refrigeradora, muebles, aparatos para entretención como un televisor o de sonido y otros enseres que además de que algunos son costosos, no se pueden llevar de un lado a otro en esas circunstancias.

“Por la cantidad de personas que somos, andamos con lo más básico, porque es muy difícil decir: ‘me voy a llevar todos mis muebles’”, relata.

Amenazas de pandillas

90%

de familias que se han visto obligadas a marcharse de su casa, ha sido porque han recibido amenazas de estructuras de pandillas, dice la Mesa Contra el Desplazamiento Forzoso.

Dice que a donde han llegado no han permanecido más de un par de meses, cuatro o cinco meses a lo sumo, y este no es un tiempo largo para crear condiciones favorables de subsistencia. “Es un tiempo tan corto en que no se van andar dejando cosas, ni tampoco va adquirir otras cosas en tan corto tiempo”, explica la persona.

Por ahora, sus necesidades más básicas han sido suplidas por personas altruistas y solidarias encontradas en el camino o por instituciones humanitarias. A veces, dice, por el hecho de no poder permanecer mucho tiempo en un solo lugar y tampoco en un trabajo, los ingresos para la subsistencia se vuelven escasos y la situación se complica más.

En esas condiciones, los ingresos son irregulares e insuficientes para cubrir las principales necesidades y solo alcanza para comprar comida para los niños como leche, pañales.

A los adultos, asegura, les ha tocado no comer uno o dos tiempos de comida en el día porque no tienen el dinero para obtenerla.