San Salvador, 23 de julio de 2019
Morena Polanco vive su vida entre el comedor Mamá Margarita y el dormitorio Fusate ubicado en el barrio San Miguelito, en San Salvador. Foto EDH/Yessica Hompanera San Salvador, 23 de julio de 2019
También expone que en las tres ciudades el grupo poblacional más grande son los jóvenes entre 20 y 24 años. Sin embargo advierte que entre los factores para mejorar las condiciones de vida de la población se debe invertir en innovación médica, rubro que abona a que la población tenga mejor calidad de vida y esta sea más longeva, para garantizar el bienestar del grupo adulto mayor que va en crecimiento acelerado.
Según el estudio, en el municipio de San Salvador la población mayor de 65 años abarca el 13 % de la población, con un índice de envejecimiento de 79 adultos mayores de 65 años por cada 100 niños o adolescentes menores de 15 años.
Mientras que Mejicanos cuenta con un 11 % de población arriba de los 65 años de edad y registra 58 adultos mayores por cada 100 niños. Y Santa Tecla, con un 9 % de adultos de 65 y más años de edad, con una relación de 46 adultos mayores por cada 100 niños.
El documento advierte, además, que en los tres municipios prevalece la población menor a 30 años.
Santa Tecla cuenta una mayor proporción de población menor a 30 años, que representa un 47 % de sus habitantes, seguido de Mejicanos con 45 % y San Salvador con 42 %.
Calidad de vida de las mujeres
Según el observatorio es importante tomar en cuenta las diferencias de edades, debido a que esto plantea retos para mantener una calidad de vida durante la vejez de las mujeres, “quienes al vivir más años e incluso jubilarse antes que los hombres, deben vivir por muchos más tiempo dependiendo de su pensión y de los cuidados de sus familias. En el caso de que no cuenten con programas de seguridad social, la situación empeora, porque dependen por completo de sus familias”, dice el documento.
Para Emilio Espín, de la Coalición de la Dignidad de las Personas Adultas Mayores de El Salvador, es de suma importancia abordar los diferentes temas que aquejan a esta población, como lo son las pensiones, la salud, bienestar social, entre otros, debido a que solo un grupo reducido de personas adultas tiene asistencia social.
Pero, ¿qué pasa con todos aquellos que no cuentan con familias y seguridad social, como es el caso de Morena Polanco, que desde hace seis meses duerme en los dormitorios de Fusate, debido a que la persona que le ayudaba a pagar una vivienda ya no sigue colaborándole?
El destino de Morena, al no tener seguridad social ni familia, se ha tornado incierto. Ahora ya no tiene donde vivir y sobrevive de la caridad, al igual que otros 35 ancianos que se hallan junto con la septuagenaria en los dormitorios de Fusate.
Ella empezó a trabajar como servidora doméstica a los 20 años, cuando su padre falleció. “Los tiempos van avanzando, total llega uno a anciano y no se puede valer por uno solo. Trabajé hasta los 70 años. Dejé de trabajar porque las enfermedades ya no (me) dejan trabajar. Tengo artritis en las canillas y el colesterol se me elevó”, comenta acongojada.
Añade que no tiene familiares vivos y que sus acompañantes inseparables son una cama y una valija, mientras sus días pasan entre pláticas con sus compañeros del comedor Mamá Margarita y el dormitorio público de Fusate.
Morena es un ejemplo de lo que muchas personas adultas mayores pasan en el área metropolitana de San Salvador, Mejicanos y Santa Tecla; gente que fue parte de la reconstrucción y desarrollo de la capital, pero que no tuvo acceso a una pensión, por lo tanto carecen de seguridad social y, en el peor de los casos, algunos adultos mayores dependientes son rechazados por sus familias y terminan en la calle pidiendo para obtener el sustento diario.
“Los adultos mayores que no reciben nada están limosneando, hay familias que no pueden darle el apoyo al adulto mayor y si no pueden se comprende; pero hay familias que pudiendo no lo apoyan. Y entonces al adulto mayor lo van marginando… Alteran sus derechos, hay maltrato psicológico y a veces físico, esa es la realidad cruda”, advierte Espín.
Agrega que los gobiernos locales no deben seguir viendo a las población adulta mayor como sinónimo de votos. “No vean que el adulto mayor es inútil, muchos han sido líderes en sus comunidades, tienen criterio; pueden no tener una formación avanzada desde el punto de vista académico, pero sí la experiencia de la vida en la que pueden orientar, puede darse el respeto que se merece; porque la sabiduría debe ser apreciada y tomada en cuenta”, asegura Espín.
El defensor de los derechos humanos plantea que la experiencia del adulto mayor está siendo desaprovechada y que este puede ser una pieza clave para inculcar los valores morales, de familia, entre otros.
Atención a la población activa
Según Espín, se debe ver a detalle la población productiva que es la que soportará con sus ingresos el gasto social de los adultos mayores. Además de tomar en cuenta que el 75 % de la economía está en el sector informal, según Espín, es decir gente que no paga pensión, ni seguro social, entonces se debe verificar quiénes van a soportar el gasto social de la población adulta mayor.
“Los políticos siguen viendo a El Salvador eternamente joven, ellos no han entendido que el fenómeno demográfico ha cambiado radicalmente y que este tiene un ritmo acelerado de envejecimiento particularmente aquí (área metropolitana). Todo lo que hacen está pensado para una población joven, tienen que entender que El Salvador está envejeciendo”, dijo Espín.
Actualmente las edades de la población de los municipios en estudio determinan que por cada 100 habitantes, 40 tienen menos de 30 años. Mientras que 66 de cada 100 están entre 15 y 64 años, que es la población activa.
Según el estudio, el reto de los municipios es el desarrollo de su población según la necesidad de cada grupo, con estudio, acceso a salud, ambientes seguros, recreación, cultura y espacios públicos que les permitan envejecer con dignidad.