Lamine Yamal, el futuro tocó la puerta

Cristiano Ronaldo fue el primero en caer. Siete horas después, le siguió Lionel Messi. Un océano, un continente, un mar de distancia y una misma realidad: los dos titanes del fútbol moderno, los dioses que durante década y media se turnaron el Olimpo, se desplomaron el mismo miércoles pasado. No en la Champions League, claro. Eso ya es nostalgia. Fue en las versiones alternas del torneo, esas que te hacen buscar el control remoto con cara de “¿Esto lo transmite alguien?”.

Mientras tanto, en un estadio que sí huele a Champions, y no tierra en el desierto o un mojito en la playa, un chico de 17 años se comía al Inter de Milán como quien se come una hamburguesa sin pepinillos, sin miedo y con todo.

Lamine Yamal rompe otro récord

Lamine Yamal, sí, el mismo que aún necesita aparato dental para sonreír y que parece salido de un capítulo de Mazinger Z (si no sabes que es búscalo en YouTube), fue la estrella absoluta de la jornada. ¿Dónde estábamos todos a los 17 años? Exacto, seguramente buscando excusas para no entregar un trabajo de la escuela.

En su partido número 100 con el Barcelona, Yamal marcó su gol 22 y ya acumula más asistencias que Messi a esa edad. ¡Messi! El mismísimo. A esa edad, Leo apenas tenía un gol en su cuenta. Ronaldo, cinco con el Sporting. Y este muchacho ya va por el camino al mejor adolescente de la historia del fútbol moderno, sin apenas despeinarse. O bueno, sí, pero con gel y colorante.

“No quiero compararme con nadie, y menos con Messi”, dijo en su primera rueda de prensa como profesional. Una frase que sonó humilde, sincera y completamente inútil. Porque 24 horas después, él mismo se encargó de que las comparaciones fueran inevitables.

Cada vez que toca el balón, el planeta entero hace silencio. Como lo hacíamos con Messi en el 2007. Como lo hacíamos con Cristiano en el 2008. Como ahora hacemos con Yamal en el 2025, con los ojos bien abiertos y el WiFi funcionando.

Y mientras el heredero al trono lucía su corona provisional, allá lejos, muy lejos, los reyes sin reino pasaban sus propias penitencias. En Arabia, a Ronaldo lo eliminó un equipo japonés que, si somos sinceros, suena más a marca de microondas que a semifinalista de algo. CR7, cabizbajo, frustrado, sacando humo por las orejas.

Y en Miami, Messi desaparecido, como si el GPS se le hubiera dañado. El mismo Messi que hace un año parecía intocable, MVP de la MLS y dueño de las redes sociales, hoy no puede conectar ni con su sombra.

Esto, por supuesto, no borra nada de lo que fueron. Siguen siendo los dos futbolistas más influyentes del planeta. Aún llenan estadios, venden camisetas y generan titulares. Pero el fútbol, como la vida, no espera. Y el miércoles pasado, con una precisión casi poética, ambos nos recordaron que el reloj no se detiene, aunque tengas 800 millones de seguidores.

El trono está vacío, o eso pensábamos. Porque ahora hay un chico que no solo quiere sentarse en él, pero más bien parece que nació para eso. Y sí, falta mucho. Lesiones, bajones, presiones, TikTok. Todo eso puede pasar. Pero hoy, en este preciso instante, Lamine Yamal es lo más parecido que hemos visto a un nuevo rey. Y no es humo, es historia en tiempo real.

¿Cambio de guardia? No. Fue más que eso. Fue una postal del tiempo diciendo “gracias por todo, leyendas, pero ya pueden pasar a la fila de honor”. Atrás viene alguien que no pide permiso, que no necesita presentación y que, si el universo lo permite, nos hará volver a creer.

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