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Opinión: Del cielo al suelo, un paso en falso y termina en el fondo del fútbol nacional

Jocoro es el vivo ejemplo que lo deportivo no basta para sacar adelante un proyecto en el fútbol nacional si no hay un desarrollo administrativo importante. Santa Tecla hoy está en Segunda y hace unos años ganó 4 títulos

Por César Najarro / X: @cjnajarro |

Junior Padilla del Jocoro FC en jugada ante Joaquín Montoya del Santa Tecla FC en partido de la fecha 14 del Apertura 2023 en el estadio Tierra de Fuego en Jocoro, Morazán. Foto: Cortesía Jocoro FC

En estos momentos los focos están en los equipos clasificados a cuartos de final en el fútbol de Primera División. Pero ni los que quedaron fuera, ni la Liga en general debería de dejar de pensar en cómo rescatar y volver más potentes a los cuadros que hoy se llaman Dragón, Fuerte San Francisco, Santa Tecla (descendido a la Segunda) y Jocoro, en ese orden, del 9° al 12° del fútbol nacional en el torneo Clausura 2024.

La Liga es tan fuerte como el más débil de sus miembros, una Primera División en la que, de nuevo, muchos tuvieron problemas con retrasos en los salarios (denominador común para los que terminan peleando por no descender o sin jugarse nada al final porque ni les alcanza para soñar con clasificar a cuartos de final, pero no el único, ni el más importante, según la historia misma).

¿Pero, por qué se sigue repitiendo el esquema de los problemas económicos relacionados con el descenso? O, en otras palabras, ¿el más pobre está condenado siempre a irse a Segunda? Hay ejemplos que demuestran que no siempre es así. Más bien, el denominador común parece ser la planificación inadecuada.

Jocoro acaba de firmar el peor torneo para cualquier equipo desde que se instauró el formato de 12 equipos en el Apertura 2015. Apenas ganó 9 puntos en este Clausura, y dejó atrás a Santa Tecla en el segundo puesto de esa triste estadística, pero un Santa Tecla que lo firmó apenas en el Apertura 2023.

Jocoro, además, deja estos tristes números sólo un torneo después de estar peleando una final (Apertura 2023) y un año después de haber jugado otra (Apertura 2022). ¿Por qué se fue del cielo al suelo?

Muy problablemente porque la planificación sigue supeditada a los resultados inmediatos y al ingreso económico inmediato. Es decir, se planifica en función a metas que no son reales del todo, o muy difíciles de conseguir. Los equipos de Primera que deberían planificarse para ganar un título son los que tienen los recursos económicos y la estructura base para ello (si tienes plata para traer 3 o 4 extranjeros caros pues los traes, si es que valen la pena, sino no). Los equipos que no tienen los recursos, deberían planificar para clasificarse a semis, o cuartos de final, y para ir creciendo, para tener jugadores destacados que puedan vender. Y los equipos chicos, deberían planificar para tratar de sobrevivir en Primera División y buscar crecer, es decir, aspirar, una vez consolidados, a clasificar a cuartos de final, a semis, y así sucesivamente.

Los jugadores Andrés Rivas (i.), entre lágrimas, y Tony Roque, quien lo consuela, sufrieron el descender con Santa Tecla. Foto: EDH Jorge Reyes.

Pero el problema de muchos chicos acá, e incluso de algunos no tan chicos, es que se comprometen con salarios que no pueden sostener. Es decir, hipotecan el futuro (y la permanencia en muchos casos) por tener jugadores de "RENOMBRE" o extranjeros que poco o nada aportan para mejorar sustancialmente sus niveles, en lugar de darle espacio a chicos de reservas o incluso de edades de 16-17-18 años. El problema también pasa porque esperar vivir de una taquilla de un domingo lindo en el que les visite Alianza o Águila, y que una mala tarde de lluvia, o un mal campeonato de estos deriva en que se les arruinó la fiesta.

El modelo de los equipos chicos en las grandes ligas, en las medianas ligas, y en todos los lados donde el fútbol tiene estructura lógica se basa en las canteras, en la producción de jugadores, y en la venta de estos a los equipos grandes, principalmente en el mercado interno, y de vez en cuando al externo con alguna sorpresa, además de un mercadeo intenso y creación de fidelidad con la marca. Pero ¿qué chicos van a vender los Jocoro, Santa Tecla, Dragón o Fuerte San Francisco si casi no los ponen a jugar? ¿Cómo se van a desarrollar? Deberían venir con miles de minutos jugados, además, de Tercera y Segunda División, pero no suele ser el caso.

Santa Tecla, plagado de chicos esta campaña, fue la excepción a la regla, pero no por diseño estratégico, sino que una sanción pasada les afectó en el tema de fichajes, y lo pudieron hacer hasta el torneo Clausura 2024, cuando ya estaban con la soga al cuello, con déficit de puntos y últimos de la tabla acumulada.

El modelo incluso debería prever cómo sostenerse y continuar vigente si se desciende. Es decir, debería existir una planificación que prevea eso, que prevea qué patrocinadores ya concretados tendrían en Segunda, con qué activos continuarían (revisión previa de contratos, no cuando ya bajaron), de cuáles se desprenderían (venta) que valga la pena para volver a Primera División, y rápido, pues es donde, al menos deportiva y comercialmente, todos quieren estar.

El problema acá es que se sigue pensando en el domingo, y no se rodean de gente que administre fútbol. Los equipos deben ser administrados como empresas, con activos, pasivos, con previsión real de ingresos y egresos, con previsión de momentos de crisis y sin que hubiesen resultados deportivos como llegar a una final.

Parafraseando a James Clear, autor del libro Los Hábitos Atómicos, no pueden estar pensando como meta en llegar a una final y ganarla, sino en crear una estructura que les permita llegar a finales y ser campeones. Deben cambiar su adn, su personalidad y volverse un equipo grande, constante, y para eso, deben cambiar los hábitos, volver constante una planificación adecuada, generar activos (jugadores provenientes de las canteras), venderlos cada vez en mejor precio y mayor cantidad, apostarle a la educación de sus entrenadores base, apostar a tener canchas propias y adecuadas para el fútbol, etc. De lo contrario, aquel que un día llegó a una final, al otro estará en el suelo porque seguimos creyendo que el éxito es llegar a una meta, cuando radica en los hábitos que nos permiten ser constantes para ser fijos en finales.

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