Shakira llega a su residencia en El Salvador luego de convertir su historia personal en un fenómeno global

Récords de taquilla, reconocimientos internacionales y estadios llenos definen el 2025 para Shakira, pero detrás del éxito numérico hay una narrativa más íntima. Con 48 años, la artista colombiana cerró el año reafirmándose como un símbolo cultural que trasciende la música, justo antes de iniciar una residencia creativa en El Salvador.

‘Las Mujeres Ya No Lloran World Tour’ no solo fue su regreso a los escenarios tras siete años, sino también una declaración artística: un recorrido emocional por más de tres décadas de carrera, estructurado como un relato personal más que como una secuencia de éxitos. Desde Río de Janeiro hasta su natal Barranquilla, cada concierto tejió capítulos de una historia marcada por la resiliencia y la evolución.

A diferencia de otras giras contemporáneas, el espectáculo de Shakira no funcionó por bloques temáticos o efectos grandilocuentes. En cambio, propuso un hilo narrativo continuo donde canciones como Antología y Soltera conversaban entre sí, integrando momentos de vulnerabilidad, ruptura y empoderamiento. Esta narrativa autobiográfica en movimiento la mostró en un estado artístico que parece más cercano que nunca al arte escénico y a lo conceptual.

Un relato que conecta memorias con territorios

Entre febrero y diciembre, más de 3,8 millones de personas asistieron a sus conciertos en América. En países como Colombia, Ecuador, México y Chile, su presencia fue más que un evento musical: fue un fenómeno colectivo con impacto económico y emocional.

En Bogotá, por ejemplo, un solo concierto dejó una derrama económica estimada de 17,1 millones de dólares, según cifras de la alcaldía. En Quito, sus tres fechas congregaron a más de 105.000 personas, y fueron catalogadas como los eventos musicales más grandes en la historia reciente del país. En Ciudad de México, con 12 conciertos, superó los 780.000 asistentes y anunció nuevas fechas para 2026.

En cada ciudad, la artista dejó claro que su narrativa personal —marcada por el renacimiento tras momentos complejos en lo privado— también puede ser compartida desde el escenario. Esta conexión orgánica entre lo individual y lo colectivo parece ser uno de los motores que impulsan su nueva etapa creativa.

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Reconocimientos, memoria y nuevas rutas

2025 también marcó un momento de reflexión sobre su legado. Shakira fue reconocida por Billboard como la artista pop latina más influyente de todos los tiempos y recibió el Grammy al Mejor Álbum Pop Latino. Además, conmemoró los 20 años de Hips Don’t Lie con una nueva versión junto a Ed Sheeran y Beéle, reforzando su capacidad de conectar generaciones y expandir su identidad musical sin renunciar a sus raíces.

Las cifras la respaldan: más de 6.100 millones de reproducciones globales y un logro inédito en la industria musical —ser la primera mujer en alcanzar canciones con más de 100 millones de reproducciones en cuatro décadas distintas— son prueba de un fenómeno artístico en evolución constante.

Al mismo tiempo, fuera del escenario, la expansión de su marca de cuidado capilar Isima a más de 1.500 puntos de venta en Europa, y la venta de su residencia en Barcelona, simbolizan un cambio de ciclo. Uno que no solo involucra lo artístico, sino también lo personal.

Un cierre que es también un comienzo

Al finalizar 2025, Shakira no solo consolidó cifras históricas y una gira de alto impacto. También cerró un ciclo vital que la impulsó a buscar nuevos lenguajes y escenarios. En ese camino, El Salvador no es solo un punto geográfico, sino parte de un mapa emocional donde la creación se convierte en refugio y futuro.

En este nuevo territorio artístico, la artista se aleja del ruido de la industria para reencontrarse con lo esencial: la memoria, el cuerpo, la voz y el acto íntimo de transformar la experiencia en arte.