Robo exprés en el Louvre: joyas históricas desaparecen en siete minutos
Un comando de ladrones burló la seguridad del museo más visitado del mundo y robó joyas reales en una operación milimétrica, aunque no perfecta: una corona fue recuperada, pero dañada.
En apenas siete minutos, el Museo del Louvre de París —el más visitado del planeta— fue escenario de un asalto digno de película. Un grupo de cuatro personas logró sustraer ocho joyas de un valor patrimonial “inestimable”, según confirmó el Ministerio de Cultura francés. Entre ellas, piezas únicas del siglo XIX que habían pertenecido a la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III.
El robo ocurrió el domingo por la mañana, alrededor de las 9:30, cuando los ladrones ingresaron al recinto desde el flanco sur, el que da hacia el río Sena. Llegaron en dos motocicletas y un camión equipado con un montacargas, lo que les permitió acceder rápidamente al primer piso sin levantar sospechas. Una vez dentro, dos de ellos entraron a la famosa galería Apolo, donde se exhiben joyas del Segundo Imperio.
Con herramientas de corte rompieron una ventana y fracturaron dos vitrinas de alta seguridad: una conocida como “la de los diamantes” y otra dedicada a las joyas imperiales. En cuestión de minutos, las alarmas sonaron, pero los intrusos ya se habían marchado con su botín.

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Tesoros imperiales entre las piezas sustraídas
Entre los objetos robados se encuentran una diadema y un collar de zafiros que pertenecieron a las reinas María Amelia y Hortensia, además de un broche, pendientes y un collar de esmeraldas usados por la reina María Luisa. También desaparecieron una diadema y un broche de la emperatriz Eugenia de Montijo, confeccionados con diamantes y piedras preciosas.
Durante la huida, los asaltantes dejaron atrás una de las piezas más emblemáticas del conjunto: la corona de la emperatriz Eugenia. Fue encontrada poco después en las cercanías del museo, con daños visibles. La joya, elaborada en 1855 para la Exposición Universal, está compuesta por 1,354 diamantes y 56 esmeraldas. Tras haber sido vendida en 1885, regresó al Louvre gracias a una donación privada más de un siglo después.
El ministro del Interior, Laurent Núñez, aseguró que “tenemos confianza en que muy pronto podremos recuperar los bienes robados y encontrar a los autores”. La ministra de Cultura, Rachida Dati, destacó que los delincuentes actuaron con precisión profesional, sin ejercer violencia ni causar heridos, y elogió al personal del museo por la rápida evacuación de los visitantes.
El Louvre, que en 2024 recibió 8.7 millones de visitantes, tuvo que cerrar de forma excepcional tras el incidente para colaborar con las investigaciones.
Patrimonio en riesgo y debate sobre seguridad
El presidente Emmanuel Macron calificó el hecho como “un ataque a un patrimonio que apreciamos porque es nuestra historia”. Prometió que se desplegarán todos los recursos necesarios para recuperar las joyas y llevar ante la justicia a los responsables.
Sin embargo, el asalto ha reavivado un debate en Francia sobre la seguridad de sus museos nacionales. El senador Ian Brossat criticó al Gobierno por no atender las advertencias del personal del Louvre, que en junio pasado protagonizó una huelga sorpresa para denunciar la falta de personal en áreas de vigilancia. Según datos sindicales, en los últimos cinco años la plantilla del museo se ha reducido en unas 200 personas.
Ante las críticas, la ministra Dati recordó que “Francia, con su inmensa riqueza patrimonial, siempre ha sido blanco de robos”, y aseguró que ya se trabaja en reforzar las medidas de seguridad. El Louvre había solicitado una auditoría de seguridad a la Prefectura de Policía antes del incidente, aunque sus resultados aún no se han hecho públicos.
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Una historia que se repite
Este es el primer robo registrado en el Louvre desde 1998, cuando desapareció una pintura de Camille Corot que nunca fue recuperada. No obstante, el asalto más célebre del museo sigue siendo el de 1911, cuando Vincenzo Peruggia sustrajo la icónica Gioconda, que fue hallada dos años después en Italia.
Más de un siglo después, el misterio y el simbolismo de aquel robo parecen revivir en este nuevo episodio, que no solo pone en jaque a la seguridad de una de las instituciones culturales más prestigiosas del mundo, sino que también recuerda la fragilidad del patrimonio histórico frente a la audacia humana.
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