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Cooperativas de vivienda en El Salvador. Ilustración/ elsalvador.com

Familias salvadoreñas organizadas construyen hogares dignos con ayuda mutua

Familias salvadoreñas organizadas en cooperativas han logrado tener casas dignas con ayuda mutua, propiedad colectiva y apoyo comunitario.

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Por Lissette Figueroa
Publicado el 10 de septiembre de 2025

 

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En El Salvador, miles de familias no pueden acceder a vivienda digna por falta de ingresos o créditos bancarios. Frente a esa exclusión surgieron las cooperativas de vivienda por ayuda mutua, agrupadas en FESCOVAM, que ofrecen una alternativa basada en trabajo colectivo, autogestión y propiedad compartida. Historias como la de Ana Miriam Marconi y Yamilet Flamenco muestran cómo pasar de un mesón precario a un hogar propio transforma vidas. Más que casas, estas iniciativas construyen comunidad, solidaridad y convivencia, demostrando que lo colectivo puede abrir la puerta a la vivienda digna.

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Quizá sentís frustración porque no tenés un salario suficiente como para comprar una casa, o no tenés dónde construirla, o no cumplís los requisitos para un crédito bancario. Quizá sos una persona con trabajo informal, como el 70% de personas en el país, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). 

Quizá por eso tengan mucho valor para vos estas palabras: “Aquí logramos colectivamente lo que no se puede lograr individualmente”. La frase es de Wilberto Rosales, secretario de la Federación Salvadoreña de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FESCOVAM), cooperativas que se dedican a apoyar, organizar y colaborar con personas como vos. 

Rosales sabe que la mayoría de sus asociados tienen ingresos bajos y que están excluidos del sistema financiero tradicional. En la Federación comprenden que, en El Salvador, tener una vivienda digna es un derecho que para muchas familias parece inalcanzable. 

Por eso, frente a este panorama, las cooperativas de vivienda por ayuda mutua surgieron en el país a principios de los 2000 como una alternativa que cambia vidas. Aquí la organización, el trabajo en comunidad y la propiedad colectiva se convierten en la llave para abrir la puerta de la casa propia. Y ya hay casos concretos de éxito.

Familias salvadoreñas organizadas en cooperativas logran obtener viviendas dignas mediante la ayuda mutua, propiedad colectiva y apoyo comunitario.

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Con trabajo colectivo

Ana Miriam Marconi, de 82 años, recuerda que antes vivía en una champa en condiciones precarias: “Viví 48 años en La Décima (un mesón ubicado en el centro de San Salvador). Cuando empezamos con la cooperativa éramos más de cien, pero solo quedamos 32. Aun así, luchamos. Construimos con nuestras manos, aprendimos de albañilería y logramos nuestras casas”.

Uno de los principios del cooperativismo de vivienda es la autogestión, por lo que cada asociado debe trabajar activamente en la construcción del complejo habitacional para poder disminuir los costos. De ser necesario, también apoyan a otras cooperativas.

Ana Miriam Marconi es un referente para las nuevas generaciones que se involucran en las cooperativas. Fotografía/ elsalvador.com
Ana Miriam Marconi es un referente para las nuevas generaciones que se involucran en las cooperativas. Foto / elsalvador.com

Ana Miriam trabajó toda su vida como vendedora en el mercado y su esfuerzo, ya siendo una adulta mayor, le permitió acceder a vivienda en la tercera edad, algo que consideraba imposible. Ahora que es un hecho, cuenta con una sonrisa que  “acceder a vivienda en la tercera edad me da seguridad. Hoy, con 82, me siento feliz y contenta en mi casa”. 

Marconi vive en el Complejo Habitacional Asociación Cooperativa de Vivienda Por Ayuda Mutua San Esteban (ACOVIVAMSE), un proyecto habitacional del barrio San Esteban en el Centro Histórico de San Salvador, que cuenta con unas 40 casas, huerto, una cancha, y un espacio de recreación. Su casa, como la de los demás, es de dos plantas y con un pequeño patio. Abajo, cuenta con espacio para sala, comedor y cocina. Arriba se encuentran las habitaciones. Un espacio digno para esta adulta mayor y el grupo que se organizó para hacerlo realidad.

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La vivienda por ayuda mutua es vitalicia y heredable. Marconi dice que su hijo, quien hoy cuida de ella cuando ya presenta dificultades de movilidad, será el beneficiario que podrá vivir en este hogar. También afirma que heredará las responsabilidades del cooperativismo, como el pago de áreas comunes.

Otra historia en el lugar la cuenta Yamilet Flamenco, de 37 años, vecina de Marconi, quien narra que antes ella también vivía en un mesón: “El cuarto era reducido, compartíamos baño y lavadero. Intenté un crédito, pero pedían requisitos imposibles para mí, que soy vendedora ambulante”.

En la cooperativa encontró la salida: “Mi vida cambió mucho. Hoy mis hijos crecen en un hogar propio, con independencia y privacidad. Aquí aprendimos la convivencia y la ayuda mutua”. Su hija menor, que ahora tiene 12 años, nació mientras Yamilet y su esposo construían la casa que ahora habitan.

Yamileth Flamenco junto a su hija, que nació cuando la cooperativa estaba a punto de ser entregada. Fotografía/ elsalvador.com
Yamileth Flamenco junto a su hija, que nació cuando la cooperativa estaba a punto de ser entregada. Foto / elsalvador.com

Como cooperativas plantean estrategias para tener una mejor calidad de vida. Buscan los terrenos que sean adecuados para poder construir. "Lo que queremos es un terreno adecuado, donde también haya agua, luz con su acceso a hospitales, escuelas, unidades de salud”, afirma Carmen Quintanilla Barahona, representante legal de FESCOVAM, la cual coordina la labor de esta y otras cooperativas en el país.

Una trayectoria de lucha y organización

Este modelo llegó a El Salvador a inicios de los 2000, inspirado en la experiencia uruguaya de la Federación Uruguaya de Cooperativas por Ayuda Mutua (FUCVAM) En 2002, la organización sueca We Effect impulsó el proyecto en Centroamérica, y poco después la Fundación Salvadoreña de Desarrollo y Vivienda Mínima (FUNDASAL) realizó un estudio en el Centro Histórico de San Salvador. El hallazgo fue claro: muchas familias vivían en condiciones duras, sin un techo digno.

Ahí comenzó el trabajo de organización con los habitantes de los mesones y personas que escucharon de la iniciativa. Así es como se forman las primeras cooperativas con proyectos pilotos para construcción, que además, se comprometieron a formar una comunidad para trabajar todos con equidad y con la mente en los mismo objetivos.

La puesta en marcha de este ideal ocurrió en 2003, cuando la cooperativa 13 de Enero en el Puerto de La Libertad inició la gestión de su proyecto habitacional. Seis años después, en 2009, esas 34 familias inauguraron sus viviendas, mostrando que sí era posible lograrlo en colectivo. Ese ejemplo inspiró a otras comunidades a seguir el mismo camino.

Esta es una de las casas de la Cooperativa 13 de enero, en el Puerto de La Libertad. Fotografía/ archivo FESCOVAM
Esta es una de las casas de la Cooperativa 13 de enero, en el Puerto de La Libertad. Fotografía / archivo FESCOVAM

En paralelo, en 2006 varias cooperativas de vivienda que compartían la idea de la ayuda mutua empezaron a organizarse en lo que se llamó la Mesa de Coordinación de Cooperativas de Viviendas por Ayuda Mutua. Ese fue el primer paso para trabajar juntas, compartir experiencias y apoyarse entre sí.

Luego, en 2010, ese esfuerzo tomó más fuerza y se formalizó la Federación Salvadoreña de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FESCOVAM). En ese momento estaba integrada por 10 cooperativas, que decidieron unirse bajo una sola estructura.

Con el tiempo, más cooperativas se han sumado. Hoy, FESCOVAM reúne a 24 cooperativas de vivienda, lo que significa que hay más familias organizadas, con mayor capacidad de representación y apoyo mutuo.

Carmen Quintanilla Barahona, representante legal de FESCOVAM, afirma que demostrar que la ayuda mutua podía ser una solución a la crisis de la vivienda fue un proceso muy largo donde se hizo incidencia en instituciones de gobierno.

En 2009, la administración pública se involucra por primera vez. El Viceministerio de Vivienda gestionó con el Gobierno de Italia un proyecto para el Centro Histórico.Después vinieron trabas burocráticas y exclusiones oficiales, contrarias a sus principios.

Aun así, persistieron y consiguieron ratificaciones de préstamos internacionales, representación en el Instituto Salvadoreño de Fomento Cooperativo y participación en políticas y leyes de vivienda.

A la fecha, bajo FESCOVAM se han finalizado 5 proyectos de vivienda, y están 2 en construcción.

Imagen del 2023, que documenta el proceso de construcción de la cooperativa ACOV UVD DE RL del barrio san Esteban. Ahora, ya está finalizada y se entregó en julio del 2025. Fotografía/ archivoFESCOVAM
Imagen del 2023, que documenta el proceso de construcción de la cooperativa ACOV UVD DE RL del barrio san Esteban. Ahora, ya está finalizada y se entregó en julio del 2025. Fotografía/ archivoFESCOVAM

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Cómo se forma una cooperativa

El primer paso para formar una cooperativa es la organización. Se requiere un mínimo de quince personas que no posean vivienda ni terrenos registrados a su nombre o al de su núcleo familiar.

Una vez reunidas, las familias participan en un proceso de capacitación impartido por la Federación, donde aprenden sobre estatutos, convivencia, autogestión y los principios de ayuda mutua. Además, existen comités que trabajan temas como educación, mantenimiento y salud.

Los requisitos van más allá de no tener propiedades. También deben presentar antecedentes penales y solvencia policial. Además, cada persona se compromete a participar en jornadas comunitarias y en procesos de mediación en caso de conflictos internos.

“Se busca crear ciudades de paz con buena convivencia”, explica Rosales, subrayando que la disposición a resolver conflictos de manera pacífica es parte esencial del modelo.

La composición familiar para formar parte de la cooperativa no exige estar casado, pero sí tener alguien a quien heredar la vivienda. Pueden ingresar madres o padres solteros, tíos con sobrinos, parejas acompañadas o adultos mayores siempre que cuenten con beneficiarios que los respalden.

Cómo funciona a nivel de dinero

En cuanto a lo económico, las cooperativas no entregan viviendas gratuitas, sino que implican un compromiso colectivo de ahorro y organización, con plena consciencia que es un compromiso que no se puede romper sin una razón de fuerza mayor. Cada asociado aporta cuotas periódicas y un pago administrativo que se destina a formación y acompañamiento desde la Federación.

La propiedad de las viviendas es colectiva: todo el proyecto se inscribe a nombre de la cooperativa y cada familia recibe un contrato de uso vitalicio y heredable, en lugar de una escritura individual.

Existe también un fondo de socorro que funciona como un mecanismo solidario. Si un socio pierde su empleo o atraviesa una emergencia, puede recibir hasta un año de gracia para cubrir sus cuotas. Posteriormente, devuelve ese apoyo al fondo para que otros puedan beneficiarse en el futuro.

La mayor parte del financiamiento, sin embargo, proviene de la cooperación internacional, especialmente europea, y de fondos públicos a través del Ministerio de Vivienda y FONAVIPO (Fondo Nacional de Vivienda Popular).

En los proyectos que se están gestionando para construir, la Federación y las cooperativas han propuesto que la sostenibilidad de los complejos se refuerza mediante locales comerciales que, al ser arrendados, podrán generar ingresos para reparaciones y mantenimiento. 

Retos presentes

Aunque las cooperativas han demostrado ser una solución viable, enfrentan limitaciones que, según sus líderes, deben resolverse con apoyo estatal. Las comunidades organizadas piden una política pública sostenida que garantice la compra de terrenos aptos para construir, sin depender exclusivamente de la cooperación internacional.

También insisten en que las alcaldías agilicen los permisos municipales, pues las demoras en trámites atrasan proyectos enteros. Otro punto es el financiamiento y acompañamiento técnico, especialmente para proyectos en curso como los de San Vicente, donde los terrenos ya fueron adquiridos pero aún falta la construcción.

Además, plantean la necesidad de marcos legales claros que reconozcan la propiedad colectiva como un modelo válido y sostenible.

“Se necesita apoyo del Gobierno; no podemos depender siempre de la cooperación internacional”, advierte Rosales, recordando que aún hay comunidades vulnerables que esperan una oportunidad.

Miembros de las cooperativas en espacios de formación durante la época de pandemia. Foto/ archivo FESCOVAM
Miembros de las cooperativas en espacios de formación durante la época de pandemia. Foto/ archivo FESCOVAM

Un ejemplo de ello, es el mesón Mayén en el Barrio San Esteban del Centro de San Salvador. Las personas que habitan ahí se unieron como cooperativa en el 2011. Desde ese entonces, aunque asediados por las pandillas, lograron mejorar su convivencia y comprar el terreno donde se ubica el mesón.

Sin embargo, los planes de construcción aún no han iniciado porque no se han conseguido los fondos necesarios. Aunque algunas instituciones públicas han intentado impulsar las obras, estas no se pretenden realizar bajo los principios de equidad que establecen los pilares del cooperativismo. Tienen fe en que podrán resolverlo pronto.

Más allá de la vivienda es construir comunidad

Las cooperativas no solo levantan casas; también levantan comunidades. En cada proyecto se crean áreas comunes como canchas y salones de usos múltiples que se convierten en espacios de encuentro.

A través de jornadas de limpieza, organización de huertos y programas de formación, los socios refuerzan el tejido social. La Federación ha impulsado la alfabetización, talleres de género, contabilidad y liderazgo en alianza con instituciones públicas, privadas y organizaciones sin fines de lucro, además de actividades con participación internacional.

Pese a las dificultades burocráticas que han encontrado, las cooperativas de vivienda en El Salvador han demostrado ser una respuesta concreta a la crisis habitacional. En más de 20 años, decenas de familias pasaron de vivir en mesones o champas a tener un techo seguro y un entorno comunitario.

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