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“Nunca dejé de luchar”: Margarita, la trabajadora doméstica que sacó adelante a sus seis hijos

Margarita enfrentó pobreza extrema y violencia doméstica con su pareja, hasta que decidió separarse y asumir sola la crianza de sus hijos. El trabajo doméstico le permitió darles educación, incluso hasta la universidad.

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Por Xiomara Alfaro
Publicado el 10 de agosto de 2025


Margarita Ventura ha dedicado su vida al trabajo doméstico remunerado, comenzó a trabajar cuando apenas era una niña, debido a la necesidad económica familiar. 

A los 10 años, relata que fue entregada por familiares a hogares que necesitaban ayuda. Fue así que salió por primera vez de su casa, en el departamento de La Paz, donde vivía con su abuela para enfrentar el mundo laboral en casas ajenas. 

Desde entonces, ha dedicado su vida al trabajo doméstico, una labor que la sociedad muchas veces invisibiliza, pero que para ella ha sido la herramienta que le permitió criar y educar a sus seis hijos. 

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“El hijastro de mi abuela que llegaba a ver a mi abuelo les dijo que su esposa acaba de tener un bebé y que necesitaban a alguien que les ayudara a cuidarla. Me llevaron a cuidar a la señora, yo no conocía nada, nunca había salido de la casa, y lloraba todos los días”, recuerda Margarita sobre su primer empleo donde debía además "lavar trastos, lavar las pachas,  barrer, trapear, hacer todas las cosas de la casa".

Desde entonces, su vida ha sido una cadena de esfuerzos y sacrificios, marcada por la precariedad económica y la necesidad de sobrevivir.

Su madre y su hermana mayor también han dedicado su vida a este trabajo. 

"Mis abuelos eran colonos, que cuidaban terreno de otra gente (...) yo veía la calamidad, la pobreza y todo lo que nos tocaba pasar. A veces mi abuela no sabía ni cómo hacer para darnos comida, y a los 17 años me acompañé", relata. 

Después de su primera experiencia laboral, de la que se retiró pocas semanas después, empezó a trabajar con otra familia con la que estuvo 11 años. A los 26 años, Margarita ya era madre de seis hijos. 

Señala que aunque no enfrentaba sola la carga del hogar, los ingresos económicos eran insuficientes. Muchas veces no tenía ni para el desayuno de sus hijos, por lo que no podía enviarlos a estudiar. 

Fue entonces cuando decidió volver a trabajar como empleada doméstica, enfrentando el dolor de dejar a sus hijos, el menor de apenas un año y el mayor de 9 años, en ese momento.

"Yo decía: mis hijos van a estudiar"

Margarita vivió una relación violenta con el padre de sus hijos, quien, según relata, amenazó con asesinarla en varias ocasiones, asimismo  intentó sabotear su trabajo y la agredía por buscar independencia económica. 

“Yo decía: mis hijos van a estudiar (...), él se oponía, decía que para qué los mandaba a la escuela, pero me separé y desde entonces he criado a mis hijos como madre soltera", apunta. 

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De Lunes a domingo viajaba a San Salvador donde limpiaba dos casas cada día. 

Margarita durante labores de limpieza. Foto: Cortesía

"A veces me tocaba correr desde La Cima, allá por el Estadio Cuscatlán,  hasta El Carmen, en la colonia Escalón. Así que me tocaba trasladarme, y terminaba de limpiar las dos casas hasta las 7 de la noche", explica. 

Corriendo entre colonias, trabajando toda la semana, cargando compras y cocinando por las noches, Margarita se aseguró de que sus hijos no faltaran a clases. 

Dos de sus hijas llegaron hasta la universidad y ahora son profesionales, una en educación social y la otra en ingeniería informática.

 “No todos llegaron igual de lejos, pero todos estudiaron hasta donde quisieron. Algunos obtuvieron el bachillerato y una se quedó en séptimo grado”, dice con orgullo.

Esta salvadoreña reconoce que en este largo caminar, han habido momentos aún más difíciles, como cuando el trabajo social infantil amenazó con quitarle a sus hijos, pues ella no permanecía en la casa, pues debía cuidar hijos ajenos para garantizar la educación y el alimento de los propios. 

"Un sector invisibilizado" 

Su experiencia le ha permitido además  identificar los abusos en su rubro: exceso de tareas, bajos salarios, discriminación y ausencia de contratos formales. “Nos contratan verbalmente y nos despiden igual. No tenemos acceso a créditos, a seguro social, ni a capacitaciones”, denuncia. 

A su juicio el trabajo de la empleada doméstica es una labor que la sociedad muchas veces invisibiliza y no le da el valor que tiene.  

Más allá de las tareas domésticas, Margarita también ha sido cuidadora de adultos mayores, cocinera, niñera y hasta cuidadora de mascotas. 

“Todo por el mismo salario”, señala. A pesar de la sobrecarga, dice que lo más doloroso ha sido la falta de reconocimiento: “La gente quiere tener la casa limpia, pero no valora el esfuerzo de quien la limpia”.

En los últimos años, ella ha encontrado una nueva forma de expresión en el teatro. Desde 2009 participa en obras de teatro, algunas que visibilizan el trabajo doméstico y que, a nivel personal, le han permitido sanar heridas del pasado. 

“El teatro me ayudó a sacar traumas, a contar lo que viví y a no sentirme sola”, dice. Hoy combina su trabajo doméstico con presentaciones teatrales y actividades sindicales para defender los derechos de su gremio.

A sus más de 50 años, sigue trabajando "en casa", pero con tareas programadas, a dónde la llaman, y sigue alzando la voz por ella y por las miles de mujeres que, como ella, han criado generaciones enteras desde "la trastienda" de hogares ajenos.

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