Los Diez Mandamientos: guía moral, no expresión religiosa o sectaria

Los Diez Mandamientos se deben exhibir en las escuelas públicas de Luisiana por orden del gobernador Jeff Landry, lo que de inmediato ha provocado una demanda de varios grupos, entre ellos la American Civil Libertys, que alegan que “el Estado es laico” y debe respetarse la separación entre religión y lo público.

En el fondo, el problema es que a muchos no les gusta que les recuerden las reglas de la justicia y la sana convivencia, sino que quieren hacer su ley, como cuando Trump acababa de llegar a la presidencia en 2017 y se quejó airado de tener que obedecer las órdenes de los jueces.

La primera interrogante que surge es ¿cuál de esos mandamientos puede considerarse estrictamente “religioso” y de los diez cuáles serían suprimidos por los demandantes?

Adicionalmente cabe preguntar ¿pueden ellos sugerir un par de mandamientos adicionales como sería no fumar y no ingerir drogas?

Parte de la confusión mental de los demandantes se deriva de un viejo filme titulado “The Ten Comandments”, donde se le da un carácter religioso a lo que es un decálogo moral, una guía para cristianos y no cristianos, creyentes y agnósticos.

Los Diez Mandamientos, como norma moral para lograr la convivencia pacífica entre los hombres, son la base de la mayoría de legislaciones y se encuentran en decálogos, desde la más remota antigüedad, pues en la Estela del Rey Hammurabi de Babilonia hace más de cuatro mil años lo esencial de esa guía moral se enumera, como son asimismo lo esencial del Derecho Romano y están implícitos en la Carta Magna, en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa y parcialmente en la Convención Interamericana de Derechos Humanos, la que dictadores y dictadorcillos violan impune y permanentemente.

Toda persona sensata condena la mentira, rechaza el robo y el homicidio, está en contra de robar la mujer ajena, pues tampoco quiere que toquen la suya, como una mujer rechaza que le roben al marido…

Los Diez Mandamientos, en el sentido de reglas claras sobre lo que se debe y no se debe hacer, son el fundamento de la democracia y la libertad, pues liberan al hombre de la permanente obligación de rezar tantas veces al día, lavarse los pies, hacer ayunos… Cada quien está en libertad para escoger sus caminos, pero, es lo esencial, siempre que no viole los preceptos fundamentales de conducta.

El criminal de guerra y sicópata Putin, que va de desquiciado mental en desquiciado mental buscando apoyo para su demencial agresión a Ucrania, nunca pensó en los Diez Mandamientos, seguramente por creer que se trata de un asunto “religioso” y no moral, lo cual indica el gravísimo problema de toda época: el de individuos amorales que ni siquiera tienen una noción de lo que es bueno o malo sino que, al igual que los animales y los descerebrados, creen que “bueno” es lo que les conviene y “malo” lo que no les conviene, al estilo del fugado saqueador Funes, que se escudaba tras la figura de San Romero para robar, robar, robar…

El gobernador Landry está frente al muro de la incomprensión, de las fáciles y falsas posturas como tantos en estos momentos.

Los Diez Mandamientos son un dique para detener fanatismos, más ahora que en Estados Unidos un sujeto declarado por un tribunal de justicia como delincuente está moviendo a su favor lo que es un sin sentido, una aberración histórica de parte de un millonario que se cree por encima de la ley y la razón…