¡Antes y después! Estos lugares no existían si te fuiste de El Salvador en los 80 o 90

Volver a El Salvador después de 30 o 40 años es como reencontrarse con dos versiones del mismo país, el que guardás en la memoria y el que ha renacido. Si te fuiste en los años 80 o 90, seguramente recordás lugares distintos, menos parques, pocos cafés y playas aún sin explorar turísticamente.

Hoy, muchas de esas postales han cambiado. Nuevos espacios públicos, zonas costeras desarrolladas y destinos de montaña vibrantes le han dado otra cara al territorio salvadoreño. Estos cinco lugares no existían —al menos no como los ves ahora— cuando hiciste las maletas y partiste:

1. Surf City 1

Difícilmente imaginaste que playas como El Tunco, El Zonte, Punta Roca, El Sunzal, Mizata, San Blas o El Palmarcito serían hoy parte de un circuito turístico conocido como Surf City 1. Esta franja costera, que se extiende principalmente en La Libertad, ha sido completamente transformada con infraestructura moderna, carreteras nuevas, malecón renovado, hoteles boutique, restaurantes frente al mar y espacios naturales. 

Podés surfear en olas reconocidas mundialmente, comer en el Mercado del Mar, caminar por el nuevo malecón, divertirte en las ruedas del Sunset Park y disfrutar de la vida nocturna en la zona. Para llegar desde San Salvador, solo necesitás tomar la carretera del litoral (CA-2) y en menos de una hora ya estás en la playa. 

“Me fui en el 89. Cuando regresé a El Zonte hace un año, no lo podía creer. Parecía otro país”, cuenta José Manuel, salvadoreño radicado en Houston.

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2. El renovado Parque Cuscatlán

Si lo conociste antes del 2000, probablemente recordás bancas antiguas, una cancha de fútbol, juegos mecánicos un poco oxidados y senderos polvorientos. Pero el Parque Cuscatlán es mucho más que un lugar remodelado, es historia viva.

Construido entre 1936 y 1939 sobre los terrenos de la Hacienda San Diego —donados por el banquero y expresidente José Rosales— este parque fue un punto clave en la expansión urbana de la capital. Recibió su nombre en honor al legendario pueblo pipil de Cuscatlán, como homenaje a sus caudillos indígenas. 

Durante décadas, este parque de 10 manzanas de extensión fue sitio de encuentro, de juegos infantiles, de protestas y hasta hospital improvisado tras el terremoto de 1986. Su renovación en 2019 lo transformó por completo, gracias a una inversión de $21.4 millones, de los cuales la Fundación Howard Buffett aportó $10 millones, USAID $7.4 millones y la Alcaldía de San Salvador $4 millones.

Ahora tiene ciclovía, conexión wifi, una sala de arte, espacios verdes, clases de yoga y baile, murales, biblioteca, senderos y se renovó el Monumento a la Memoria de las Víctimas del Conflicto Armado, reconocido por la Unesco. 

“Caminé por donde mi mamá me traía de niña. Ahora el parque está lleno de familias, de futuro”, dice Ana Portillo, quien volvió después de 35 años en el extranjero. Abierto de martes a domingo desde las 5 a.m. hasta medianoche, es uno de los pulmones verdes de la ciudad.

3. El remodelado Centro Histórico

El centro capitalino ha vivido una transformación notable. Las ventas informales y el tráfico desbordado dieron paso a calles peatonales, edificios restaurados, luces colgantes y  recorridos nocturnos. 

La transformación del corazón de San Salvador Centro comenzó en 2015 y ha pasado por cuatro fases: desde la renovación de las plazas Gerardo Barrios, Libertad y Morazán, hasta la peatonalización de calles, iluminación escénica, murales, librerías y el regreso de actividades culturales. 

Actualmente, podés caminar por la calle Rubén Darío sin aglomeraciones hasta la Iglesia de El Calvario, visitar la Biblioteca Nacional (BINAES) que no existí cuando te fuiste (fue inaugurada en noviembre de 2023), hacer un recorrido nocturno o tomarte un café con vista a la Catedral en restaurantes de alta cocina. 

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4. Ruta de las Flores

Antes eran pueblos tranquilos y casi secretos. Hoy, Juayúa, Ataco, Apaneca, Salcoatitán, Nahuizalco y Ahuachapán forman el corredor turístico más visitado del occidente salvadoreño,  la Ruta de las Flores.

Este circuito —rodeado de montañas cafetaleras y parte de la Reserva de Biosfera Apaneca Ilamatepec— se consolidó desde los años 90 y fue declarado oficialmente como zona turística nacional en 2014. 

Comenzó con un par de restaurantes y festivales de comida y, ahora, es un destino vibrante que ofrece canopy, buggies, senderismo, ferias gastronómicas, arte mural, paseos culturales, aguas termales, mercados nocturnos y miradores.

Cada distrito tiene su encanto. Juayúa con sus cascadas y su festival gastronómico; Ataco con sus murales y el mirador de la Cruz; Apaneca con el Laberinto de Albania y café de altura; Salcoatitán con su yuca y beneficios de café; Nahuizalco con sus artesanías y su mercado nocturno; y Ahuachapán con sus termales y joyas coloniales.

Volver siempre vale la pena

Aunque el país que recordás ya no es exactamente el mismo, sigue teniendo ese calorcito de hogar y muchas razones para reconectar. Cada nuevo destino te invita a reencontrarte no solo con lo que ha cambiado, sino también con lo que siempre estuvo ahí: tu esencia y tu gente. 

¿Te acordás cómo eran estos lugares?