¿Te atreverías a visitarlas? Las 5 lagunas más misteriosas de El Salvador

El Salvador cuenta con más de 30 lagos y lagunas que, además de su riqueza natural, están envueltos en relatos donde lo sobrenatural se mezcla con la tradición. Algunas historias nacen en tiempos ancestrales; otras, de los silencios y sombras que habitan en las orillas cuando todos duermen.

Aquí te compartimos cinco lagunas que convinan naturaleza, aventura y también… un poco de miedo.

1. Laguna El Jocotal, San Miguel

Rodeada de manglares dulces y considerada un refugio de aves migratorias, El Jocotal -en San Miguel- es uno de los humedales más importantes del oriente salvadoreño. También, es el hogar de la leyenda de la famosa “poza azul”.

Se dice que en ese punto el agua es más fría y azulada, incluso en verano, y que debajo hay una iglesia. Quienes intentan bucear afirman que una fuerza misteriosa los empuja hacia arriba, como si el lugar se negara a ser explorado.

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Arnoldo Carrillo, uno de los pobladores más antiguos del sector El Borbollón, asegura que la poza “no tiene fondo”. “Mi papá decía que era respiradero del volcán. Si la laguna se seca, esa poza siempre va a existir. Usted siente que lo va levantando, no lo jala para abajo”, relató.

En El Jocotal también se habla de las “burletas”: voces que llaman a los pescadores por su nombre a medianoche. “Más vale quedarse quieto, porque si usted va buscando esas voces puede quedar perdido en la montaña”, advierte el lugareño.

2. Laguna de Cuzcachapa, Chalchuapa

Este oasis en el corazón de Chalchuapa - en Santa Ana Oeste- luce tranquilo durante el día… hasta que cae la noche. Ahí comienza la leyenda de la Vieja Tamalera.

Habitantes cuentan que una mujer aparece a altas horas ofreciendo tamales y gritando con una voz escalofriante: “¡Los tamales!”.

Quien escucha puede perder la razón, relatan; y quienes se atreven a comprarle comida nunca vuelven. La tradición asegura que la tamalera cocina con carne humana y enciende fuego con huesos.

Por si las dudas, más vale no andar cerca del agua cuando la luna se refleja en la laguna.

3. Laguna de Olomega, San Miguel y La Unión

Con 24 kilómetros cuadrados de extensión, la Laguna de Olomega es el principal atractivo turístico del distrito de El Carmen, en La Unión, y también comparte sus aguas con el distrito de Chirilagua, en San Miguel.

Sin embargo, además de su valor natural, esta laguna guarda la historia de una sirena que aparece en los alrededores de la isla Olomegón. Su canto, según pescadores, es tan dulce que puede “jugar” con la mente de quien lo escucha hasta desorientarlo.

Cerca hay petrograbados donde, según creen los pobladores, se realizaban rituales. Y el cerro El Picarón es famoso por la supuesta cueva de un duende que se burla de quienes se internan demasiado en el bosque.

4. Laguna de Aramuaca, San Miguel

A pocos minutos del centro de San Miguel se encuentra esta laguna cratérica asociada al volcán Chaparrastique. Su nombre proviene del náhuat y significa “peña de piedras y alacranes”.

Además de ser ideal para un chapuzón y la pesca, visitantes han colocado lazos y rampas improvisadas para lanzarse al agua y disfrutar de la vista al coloso oriental.

Sin embargo, su misterio también atrae a curiosos, se dice que bajo sus aguas hay un antiguo asentamiento indígena y que en la noche se escuchan campanas, carretas y murmullos que provienen del fondo. Otros afirman que en Aramuaca habitan sirenas o que una enorme culebra ronda en lo profundo.

5. Laguna Bruja, San Vicente

Ubicada a menos de un kilómetro del caserío Calderitas, en San Esteban Catarina, esta laguna rodeada de bosque es una alternativa turística para quienes disfrutan del senderismo y el ecoturismo. Para llegar hay que caminar por pendientes empinadas, pero el esfuerzo se recompensa con un refrescante chapuzón o un momento de pesca junto a la naturaleza.

Su nombre nace de una leyenda que cuenta que unos brujos extranjeros intentaron llevarse una laguna en el interior de un huevo, pero este se quebró en el trayecto y así se formó La Bruja.

La otra mitad —según relatan los pobladores— sería la actual laguna de Apastepeque. A diferencia de otros destinos más concurridos, aquí los alrededores permanecen limpios y el agua se mantiene libre de contaminantes.

Historias que siguen vivas

Estas leyendas forman parte del folclor salvadoreño y mantienen viva la memoria de quienes han crecido escuchándolas a la orilla del agua. Y aunque cada quien decida si creer o no, visitar estas lagunas es una experiencia que mezcla naturaleza, tradiciones e imaginación.

Eso sí, si escuchás un canto desde el agua, una carreta que avanza sin conductor o un grito ofreciendo tamales… lo mejor será apurar el paso.