Berlín, el tesoro turístico escondido en Usulután

Berlín es un pintoresco municipio del oriente salvadoreño, que se ha ganado el título de “la ciudad de los frescos cafetales”. A poco más de dos horas de San Salvador, este destino ofrece naturaleza, historia y hospitalidad, convirtiéndose en uno de los favoritos para turistas locales y extranjeros.

Con una ubicación estratégica a 112 kilómetros de San Salvador y a 1,200 metros sobre el nivel del mar, Berlín reúne clima fresco, historia, tradición cafetalera y hospitalidad. Su legado europeo tras su fundación por alemanes, sus cafetales, la gastronomía y la calidez de su gente hacen de este distrito usuluteco un oasis de tranquilidad y cultura en el oriente de El Salvador.

Acá tenés estás tres opciones para disfrutar de Berlín:

La Casa Mía: historia y hospitalidad

Uno de los lugares más emblemáticos es La Casa Mía, considerada por los lugareños como patrimonio local. Este espacio muestra un legado invaluable de la familia Rivera, quienes resguardaron fotografías y objetos antiguos que hoy forman parte de su decoración. Cada pared y cada pieza cuentan fragmentos de un Berlín de antaño.

Además de su riqueza histórica, La Casa Mía ofrece servicios de restaurante con un menú amplio y habitaciones cómodas para quienes decidan extender su estadía en el distrito, que forma parte de Usulután Norte.

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El Portal: café y postres

En el casco urbano se encuentra El Portal, una cafetería ideal para quienes buscan disfrutar de un buen café. Su menú incluye espresso, americano, capuchino, amaretto, mocachino, chocolate, frappés y tés, acompañados de una amplia variedad de postres. Es el lugar perfecto para relajarse después de recorrer las calles de Berlín.

Paradise San Lorenzo: el mirador entre la neblina

A unos tres kilómetros del pueblo se levanta Paradise San Lorenzo, también conocido como el Mirador de Las Manos. Sus miradores de madera ofrecen vistas impresionantes, ideales para fotografías. Cuando la temperatura desciende, la neblina cubre la zona y transforma el ambiente en un escenario místico, perfecto para quienes buscan un contacto más íntimo con la naturaleza.

Aunque el acceso puede ser algo complicado, la experiencia que ofrece este lugar lo convierte en una parada obligatoria para quienes visitan Berlín.

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Naturaleza y cultura en armonía

Berlín es también un destino que invita a la exploración de la Sierra Tecapa, una cordillera volcánica con paisajes espectaculares. Sus senderos permiten disfrutar de caminatas, avistamiento de aves y contacto directo con la naturaleza.

En el plano cultural, el distrito cuenta con museos donde se exhiben vestigios arqueológicos, monedas de plata, figuras de piedra y objetos antiguos que narran la historia de la región. Además, las artesanías elaboradas con madera, semillas y fibras naturales son recuerdos imperdibles para llevar de regreso a casa.

Energía y turismo

Un atractivo diferente lo constituyen las plantas de generación geotérmica, ubicadas a tres kilómetros del municipio. Administradas por LaGeo, estas instalaciones ofrecen recorridos guiados que incluyen visitas al museo interpretativo, senderos, miradores y hasta piscinas de aguas termales. Una propuesta que combina tecnología, naturaleza y bienestar.

Orígenes europeos y legado cultural

La historia de Berlín se nutre de una tradición oral que relata cómo fue fundada por comunidades europeas, entre las que destacó un grupo de alemanes liderado por el recordado Serafín Brennen. Los recuerdos de los primeros pobladores, ahora ancianos, evocan construcciones con ornamentos finos y símbolos muy similares a los utilizados en Europa durante aquella época.

Los historiadores confirman que las primeras familias que llegaron a la zona no eran adineradas, pero sí poseían conocimientos valiosos en caficultura y agricultura, lo que marcó el rumbo productivo del municipio. Entre los apellidos que aún resuenan en la memoria colectiva destacan Meardi, Guirola, Llach, Morataya, Battle, Yasbek, Heymans, Butter, Murcia, Ferriola, Lazano, Monzón, Mayarín y Noltenius, entre otros.

El parque central de Berlín, de hecho, fue construido a semejanza de las plazas europeas. Estos espacios, junto con las casas ornamentadas, servían como lugares de reunión donde los europeos encontraban un pedazo de su tierra natal en medio de las montañas salvadoreñas. Al interior de algunas viviendas todavía sobreviven ornamentos originales, mientras que en el exterior muchas casas lucen muros de lámina troquelada traída desde Bélgica, un símbolo claro de la influencia extranjera.